ABC (Andalucía)

Un dedo de Estado

Entre el castigo de Dios por la culpa original que pintó Masaccio y el castigo de Sánchez por la culpa endosada que señala el dedo de Simancas hay la distancia que separa a la vergüenza de la abyección

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

HE visto en una foto a Simancas, el Besteiro de Kehl (Alemania), señalar con el dedo (¡ah, aquel «dedo moreno» de Franco, que decía Pemán!) la puerta de salida a Paz Esteban, chivo expiatorio (los chivos expiatorio­s, escribe Jünger a Schmitt, no tienen nada de malo: «¡A cada cual su chivo expiatorio!») del voyeurismo sanchista a los separatist­as en el CNI. Obama tuvo pinchado el móvil de frau Merkel y se tomó como una chiquillad­a.

El de Simancas sólo es el dedo de la partidocra­cia española, podrida de trepas, charos y silogismos, donde la regla fundante que se respeta es que la derecha no moleste a la izquierda y que la izquierda no halague a la derecha, a partir de lo cual, 1978, «las libertades ya no serían conquistad­as»:

—La dictadura las concedía todas. Salvo, claro está, la libertad política.

Sánchez utiliza a Simancas para señalar la salida a los chivos expiatorio­s (‘espiar’ es otra cosa, aunque cualquiera sabe con esta gente) como Aníbal, al final de la primera guerra púnica, utilizó a los elefantes para pisotear a los mercenario­s amotinados. Es natural. Es la ‘relación hobbesiana de peligrosid­ad’. Dice Hobbes: para los hombres por quienes se cree amenazado, el hombre es más peligroso que cualquier animal, así como las armas humanas son más peligrosas que las del animal.

Simancas no ha leído a Hobbes, pero sabe que si se mueve no sale con su ‘dedo de Estado’ en esa foto que, como parodia, supera en patetismo a la emotiva ‘Expulsión de Adán y Eva’ de Masaccio, uno de los artistas fundadores de la belleza renacentis­ta. Lo explica Trevijano en su ‘Ateísmo estético’:

—Lo angustioso en el Adán y Eva de Masaccio, que no vemos en Miguel Ángel, no es el abandono de la felicidad natural que han dejado a sus espaldas, sino la despiadada soledad que les espera de frente.

Entre el castigo de Dios por la culpa original que pintó Masaccio y el castigo de Sánchez por la culpa endosada que señala el dedo de Simancas hay la distancia que separa a la vergüenza de la abyección.

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