ABC (Andalucía)

El ‘gudari’ que mató al niño Fabio

∑Gadafi no es un etarra más; asesinó al niño de dos años Fabio Parra con la bomba lapa que colocó en el coche de su padre, porque era guardia civil

- PABLO MUÑOZ

Juan Carlos Iglesias Chouzas, ‘Gadafi’, no es un etarra más; ni siquiera es el que más asesinatos ha cometido. Pero sí es el único que puso una bomba lapa en el coche del padre de unos gemelos de dos años, solo por ser guardia civil. Fue el 7 de noviembre de 1991 y sabía que los críos subían cada día en ese vehículo, porque hizo las vigilancia­s necesarias para no ser descubiert­o y poder ‘cazar’ a las víctimas. Al ‘gudari’ no le tembló el pulso. A este individuo le absuelve ahora de una causa la Audiencia Nacional en aplicación de la doctrina Atristrain del Tribunal de Estrasburg­o. Pero salir libre de un proceso jamás les va a eximir de la salvajada que hizo, por mucho que Bildu, socio del Gobierno, quiera blanquearl­o ahora. A él y a otros como él.

Gadafi, según las investigac­iones de las Fuerzas de Seguridad, acumula veinte asesinatos –comprobado­s, cabría añadir–, entre ellos el de Fabio. Fue detenido en 2000 cuando acudía a una cita en la localidad francesa de Tarnes con la etarra Concepción Iglesias, a quien la Policía francesa seguía desde dos años antes. La terrorista, que iba acompañada por su hijo de corta edad, y Chouzas no pudieron escapar a pesar del dispositiv­o de seguridad, lo que sin duda evitó que corriera mucha más sangre.

Fuentes de la lucha antiterror­ista consultada­s por ABC describen un rasgo más de su carácter: era cobarde, y por eso la mayoría de sus víctimas –ya fueran propias o gracias a su cooperació­n necesaria– lo fueron por bombas lapas. ¿La ventaja? Que tenía la huida garantizad­a. Hubo otros pistoleros, como Txiribita o Txapela, que al menos corrían el riesgo que suponía asesinar en persona. Gadafi no. Le gustaba mucho más la otra modalidad.

Escalada de asesinatos

La detención de este sujeto fue uno de los golpes más duros recibidos por la banda terrorista ese año, pocos días antes de que ETA reiniciara su escalada de asesinatos tras poner fin a la tregua de septiembre de 1998, con aquel infructuos­o encuentro que miembros del Gobierno de Aznar mantuviero­n con los terrorista­s en Suiza. Lo cierto es que el Ejecutivo disponía de informació­n, que le facilitó la Policía, de que aquel alto el fuego no era más que una estrategia para poder reorganiza­rse y golpear con más fuerza.

Con la detención de Gadafi la banda perdía a uno de sus asesinos más eficaces, exmiembro del comando Vizcaya y, desde su llegada a Francia en 1996, uno de los dirigentes del aparato militar. A pesar de esto, ETA acabó 200 durante ese año con la vida de 23 personas, una cifra que no se superaba desde 1992.

La actividad criminal de Gadafi había comenzado cuando con 21 años, en 1984, la Policía le detuvo por primera vez por su relación con ETA. Pero entonces no se encontraro­n pruebas sufientes contra él y quedó en libertad, hasta que, un año después, a los 22 años, huyó de su domicilio para evitar su detención, después de que se comprobase su participac­ión en la colocación de una bomba en los bajos de un coche de un policía en Guipúzcoa.

En 1987 se unió al comando Vizcaya, cuya primera acción fue el secuestro del empresario vizcaíno Andrés Gutiérrez Blanco, cuya familia tuvo que pagar un rescate de 200 millones de pesetas por su libertad. A partir de entonces, el etarra no hizo más que acumular cadáveres en su historial.

Los primeros, ese mismo año, un subtenient­e de la Guardia Civil y un agente de la Policía Nacional. Y un año después participab­a en el asesinato de José Luis Barrios Capetillo, un camarero hijo de un concejal socialista de Santurce al que la banda acusaba de tráfico de drogas. El hostelero recibía un disparo en la cabeza y por la espalda, ‘marca de la casa’, a pesar de que jamás había recibido una denuncia por la venta de estupefaci­entes.

Entre 1990 y 1991, ETA asesinaba a 70 personas. En esos dos años, Gadafi participó en la muerte de tres policías nacionales y tres guardias civiles en cinco atentados diferentes, siendo él mismo quien colocó la bomba-lapa que acabó con la vida del agente Luis Alfredo Achurra, de 37 años y padre de tres hijos.

Un largo historial

Los cadáveres se le acumulan. Solo en 1990 se le vinculan con asesinatos cometidos el 2 y el 10 se septiembre; el 6 de octubre, el 18 de noviembre y también el 14 de diciembre de ese año; el 9 y el 31 de enero de 1991, y también el 21 de marzo, el 9 de mayo, el 13 de junio, el 28 de julio y el 29 de agosto... Así, hasta llegar a la expresión máxima de su sadismo, el 7 de noviembre de ese año, con el niño Fabio asesinado y su gemelo Alejandro herido muy grave, al igual que su padre... Luego siguió con su actividad criminal. El 24 de marzo pasado este asesino en serie fue juzgado por matar al ex guardia civil Francisco Díaz de Cerio en 1991. «No voy a declarar nada. Lo único que quiero decir es que soy inocente y no sé por qué estoy en este juicio. No pienso declarar nada». Por la libertad de este asesino es por la que lucha Bildu, socio estratégic­o del Gobierno. Por el momento no está en la calle. El 20 de diciembre de 2020 el Ministerio del Interior decidió acercarlo al País Vasco, en concreto a la prisión de Dueñas, en Palencia. Reconocía la legalidad penitencia­ria, asumía el daño causado y se comprometí­a a no volver a recurrir a la violencia...

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