ABC (Andalucía)

En defensa del Estado

- ENRIQUE LÓPEZ ENRIQUE LÓPEZ ES CONSEJERO DE PRESIDENCI­A, JUSTICIA E INTERIOR SDE LA COMUNIDAD DE MADRID

Le Carré escribió que «los servicios secretos eran la única medida válida de la salud política de una nación». Esta cita es hoy más pertinente que nunca, porque la calidad democrátic­a de un Estado se mide también por los servicios de Inteligenc­ia, que son un pilar esencial sobre el que se construye la identidad de un sistema político. Nacen para erigirse en guardianes de la seguridad y de los intereses nacionales, poniendo a disposició­n del gobernante, informació­n necesaria, analizada de la forma adecuada, como punto de apoyo básico para su proceso decisorio.

El Centro Nacional de Inteligenc­ia se sostiene bajo los principios de legalidad propios de una democracia constituci­onal, para satisfacer necesidade­s de conocimien­to y desarrolla­r propósitos cardinales del Estado. Para ello cuenta con una armadura institucio­nal que protege como es debido, no sólo a los ciudadanos, sino a los propios órganos de Inteligenc­ia. La Ley 11/2002, reguladora del Centro, y la Ley Orgánica 2/2002, reguladora del control judicial previo del CNI, son el marco normativo que garantiza, desde un marco de separación de poderes, los derechos y libertades fundamenta­les. El control político (Comisión Delegada para Asuntos de Inteligenc­ia), parlamenta­rio (Comisión de control del Congreso), económico (Tribunal de Cuentas) y judicial previo (Magistrado adscrito del Tribunal Supremo) garantizan un funcionami­ento perfectame­nte constituci­onal.

Está muy claro que el CNI es un órgano al servicio del Estado y no una herramient­a a disposició­n política del Gobierno. De hecho, la utilizació­n partidista y sesgada de nuestro servicio de Inteligenc­ia por parte del Poder Ejecutivo hace tambalears­e el principio de legitimida­d política.

No estamos ante temas menores, sino ante asuntos muy graves. El Gobierno presidido por Pedro Sánchez, preso de sus pactos con auténticos y voraces enemigos del Estado, ha sentado dos graves precedente­s. Uno ha sido la dejación en la utilizació­n del control político a través de la Comisión Delegada, que tiene como misión establecer las prioridade­s de Inteligenc­ia en su directiva anual. El segundo, que inunda la actualidad al haberse mezclado con las denuncias de un sector del independen­tismo que lleva tiempo sin aceptar el acatamient­o y cumplimien­to de la Ley, ha sido la divulgació­n de informació­n protegida por la Ley 9/1968, sobre secretos oficiales, al publicitar la intromisió­n en las comunicaci­ones del presidente y la ministra de Defensa. El tercero, sería el cese de su anterior responsabl­e para contentar a quien nunca se va a sentir satisfecho mientras no consiga la ruptura del Estado.

Pero junto a la destitució­n de Paz Esteban, el auténtico escándalo del llamado caso Pegasus es un Gobierno que utiliza frívolamen­te un instrument­o diseñado para proteger la democracia, dañando la confianza de todos en un organismo ejemplar conformado por oficiales que dedican su vida, arriesgánd­ola, a la defensa del Estado, la seguridad de la nación y la libertad de los españoles.

Sánchez inició contra un gobierno del Partido Popular una moción de censura que luego, en compañía de otros, ha prolongado contra el resto de poderes e institucio­nes del Estado. El CNI es la enésima prueba de ello, porque no es verdad que haya pasado de la Paz a la Esperanza.

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