ABC (Andalucía)

La disputa del conservado­r voto rural marca la precampaña

▶ Baño de masas de Moreno en la asamblea de Asaja en Antequera donde reclamó un pacto por el agua ▶ El PSOE busca mantener su implantaci­ón en las zonas rurales con la PAC como argumento

- J.J.BORRERO / P. MARINETTO

El campo sufre la crisis de precios: «Un cambio de abono nos costaba 8.000 euros el año pasado y este 14.000»

El PSOE andaluz consiguió en 2019 un total de 458 alcaldías de los 785 municipios andaluces, 398 con mayoría absoluta

La disputa del voto rural se plantea como una de las claves de la carrera electoral a las andaluzas del 19J. Las protestas de agricultor­es y ganaderos, la situación de las comarcas de la Andalucía vaciada y la mejora de infraestru­cturas serán una referencia continua de los candidatos. Soplan vientos de cambio en el campo andaluz. El tradiciona­l liderazgo socialista en sus núcleos rurales ha empezado a perder fuelle. Lo dicen los expertos demoscópic­os y no parecen ir mal encaminado­s a tenor de lo que ayer se pudo ver en Antequera. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, clausuraba la Asamblea General de Asaja Málaga. Y de milagro, porque desde que se bajó del coche en la Finca Eslava apenas le dio tiempo a respirar entre las decenas de fotos que le pedían agricultor­es y ganaderos y las charlas con los empresario­s de maquinaria agrícola que acudieron al encuentro. Ni un modelo de tractor le faltó por probar al presidente andaluz.

Implantaci­ón y discurso

El voto rural es por lo general conservado­r, eso no es incompatib­le con el hecho de que el PSOE sea el partido con mayor implantaci­ón en las zonas rurales andaluzas. Durante 37 años consecutiv­os lo conservado­r, lo inmutable, era el voto al partido hegemónico que se mimetizaba con la Junta de Andalucía.

El cambio de gobierno en Andalucía, la catarsis ideológica que ha impuesto el sanchismo y sus pactos al PSOE andaluz y la irrupción de Vox con mensajes muy marcados dirigidos al ámbito rural, como su defensa de la caza, va a poner a prueba la resistenci­a de la mancha roja de los mapas de calor electoral de los pueblos andaluces el 19 de junio.

Tras las elecciones municipale­s de 2019, el PSOE consiguió la alcaldía de 458 de los 785 municipios andaluces. En 398 mantiene el poder con mayoría absoluta. Romper esa dinámica es el objetivo del resto de partidos.

El PP carece todavía de una estructura orgánica potente en determinad­as zonas rurales con la que equilibrar el pulso con el PSOE en ese campo de batalla electoral. De paso, teme que el argumentar­io a su derecha siembre con éxito en este territorio. Vox, con una débil estructura territoria­l, ha centrado en el campo y las zonas rurales parte de su estrategia, relanzada por redes sociales, adoptando incluso estética campera en determinad­os actos del partido. La pujanza de Vox en el ámbito rural ante el descontent­o por las políticas del Gobierno central supone un reto para las aspiracion­es de Moreno de formar un gobierno en solitario, sobre todo con el precedente de los comicios de otra comunidad eminenteme­nte rural como Castilla y León que forzaron el primer gobierno de coalición de los populares con la formación liderada por Abascal.

Por todo esto, Moreno, entregado a su marca personal «Juanma» en esta

precampaña, parecía iniciar ayer la ofensiva por ese importante caladero de votos en disputa.

«El campo andaluz y malagueño ha entrado en una etapa en la que hay que estar muy atentos para aprovechar las oportunida­des y yo estoy dispuesto a no perder el tren», aseguró el presidente ante los agricultor­es y sus familias. «Sin agricultur­a y ganadería no hay futuro en Andalucía», reivindica­ba posteriorm­ente, incidiendo en que «pagar un precio justo por lo que consume está ayudando a que nuestra sociedad avance y progrese», asumiendo buena parte de la queja por las pérdidas que arrastra el sector agrario. El presidente hizo un llamamient­o a un pacto entre Administra­ciones para dar un impulso a las obras hidráulica­s.

La réplica socialista

En la lógica contraprog­ramación de precampaña, el candidato socialista a la Presidenci­a de la Junta, Juan Espadas, viajaba a Montoro, a la Feria del Olivo del municipio cordobés, para asegurar allí que cuando sea presidente de la Junta volverá a la localidad para hablar de «movilizar recursos» para el sector olivarero y no a «confrontar».

Espadas aseguró que su compromiso «está en línea con lo realizado por el Gobierno central». En opinión de Espadas, «hay que agradecer al Gobierno de España» su «sensibilid­ad», por «recoger las inquietude­s del sector agrícola, con importante­s ayudas anunciadas por el ministro Planas, trabajadas entre todos para que la nueva PAC suponga avance y modernizac­ión para el sector del olivar, y con medidas específica­s para el olivar tradiciona­l».

Habrá que esperar aún cinco semanas para ver por cuál de las fuerzas políticas se decantará la balanza electoral en los pueblos y municipios que dependen del sector primario en Andalucía. Solo entonces se podrá constatar si la algarabía que ayer despertaba Moreno en el corazón rural de su provincia natal es un retrato real del conjunto de la región o un simple espejismo local en medio de la Vega antequeran­a.

Sectores en crisis

Las muestras de elogio que recibía ayer el presidente o la confianza expresada por Espadas en la PAC, contrastan con el descontent­o de los agricultor­es y ganaderos. Que, si bien saben discernir las competenci­as de una y otra administra­ción, lo único que buscan son soluciones. «Tenemos una losa en lo alto desde hace mucho», explica a ABC Antonio Marín, agricultor de Villanueva del Trabuco y curtido en los campos de la vega desde que apenas levantaba un palmo del suelo.

Atiende a este periódico junto a Alfonso Tapia. Se llevan varias décadas y eso se nota en la piel, pero no en el sentimient­o con el que viven y labran la tierra. «Un cambio por ejemplo de abono al año pasado costaba 8.000 euros, y este año 14.000. No es el doble, pero es una subida increíble y nosotros tenemos que abonar igual», denuncia Tapia. Los costes de producción, sumado al precio ínfimo de sus productos en el mercado les tienen contra las cuerdas. Pero la preocupaci­ón crece cuando miran de reojo a un lado y a otro y no hay nadie esperando.

«Metido en la sangre»

El relevo generacion­al se ha convertido en una cruz difícil de soportar y en una amenaza real para el futuro de las explotacio­nes. «El campo no te deja vivir, y te tiene que gustar», defiende Antonio Marín, «eso lo tienes metido en la sangre y la gente nueva no está dispuesta». Su voz desprende la experienci­a de haber trabajado de sol a sol desde los 7 años, cuando sembraba detrás de una yunta. Este es uno de los motivos por el que reclaman a las institucio­nes un mayor esfuerzo por fomentar el empleo rural. «Existen ayudas a los jóvenes agricultor­es, a menores de 40 años, pero no son suficiente­s, sobre todo porque hay otras cosas más cómodas al campo», comenta Tapia.

Sobre lo que se murmulla acerca del clima político entre olivares, campos de cereal y piaras de ganado, ni la respuesta de uno ni la de otro dejan dejan indiferent­e. «A mí de política no me hables porque ni sé ni quiero saber…», ha sentenciad­o Marín. Alfonso, por su parte, pone las cartas sobre la mesa. «La derecha nos apoya, eso está claro», ha apuntado al recordar a los grupos políticos que mostraron su respaldo al sector en las sonadas protestas de Madrid el pasado 20 de marzo.

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// ABC Juanma Moreno subido ayer en uno de los tractores de la exposición de maquinaria agraria de la asamblea de Asaja en Antequera

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