ABC (Andalucía)

Fulgor en las alturas

Los vecinos construyer­on un santuario en 1563 en el monte donde habían aparecido luces misteriosa­s

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

DICE la leyenda que dos peregrinos llegaron a la localidad valenciana de Bocairent en 1536 con el propósito de construir un Calvario en la montaña que se eleva sobre el pueblo. Sus habitantes desdeñaron la iniciativa y los dos penitentes desapareci­eron sin dejar rastro. Pocos días después, empezaron a aparecer unas misteriosa­s luces en la cima del promontori­o. Los vecinos creyeron que los visitantes eran ángeles y que las señales eran un mensaje divino. Por ello, decidieron emprender sin dilaciones la edificació­n de un santuario y un vía crucis en el camino de acceso. En poco más de un año, estuvo terminada la obra y se inauguró con una misa. El pueblo encargó una talla de Cristo a Joan de Salas para colocarla en el altar mayor.

Desde hace casi cinco siglos, el Calvario y la ermita del Santo Cristo, situada a 730 metros de altura, son lugares de peregrinac­ión y de devoción cristiana. Todos los años, cada 5 de febrero, los vecinos de Bocairent suben en romería por una empinada cuesta al santuario para celebrar el llamado ‘Despojo del moro’, en el que un capitán musulmán se convierte al cristianis­mo en presencia del Crucificad­o.

El culto al Santo Cristo del Calvario también está presente en la ‘Festa de les Llums’ en septiembre, en la que se encienden tres hogueras para conmemorar la aparición de las luminarias que motivaron la construcci­ón del templo. Por último, en el tercer domingo de mayo, se evoca la protección divina de la que gozó la localidad en la epidemia de cólera en 1885.

La iglesia del Santo Cristo tiene un gran campanario con un reloj de sol en la fachada. La puerta está ornamentad­a con capiteles jónicos. En el interior, su planta rectangula­r está construida sobre baldosas. Tiene dos capillas laterales y un coro, protegido por un forjado. Junto al templo, se eleva una cruz levantada para recordar la memoria de los soldados carlistas e isabelinos que murieron en una batalla en 1873. Hay también una hospedería, construida en el sitio donde había un convento de monjas, y la vivienda del capellán.

Frente al monte del Calvario se puede ver una pared rocosa en la que fueron excavadas 63 pequeñas cuevas. El lugar recibe el nombre de Covetes dels Moros. Allí vivieron en tiempos visigótico­s anacoretas que querían apartarse de las tentacione­s mundanas.

De aquella época quedan 48 tumbas en las oquedades de la montaña. Hay dudas sobre el origen de este enclave que probableme­nte sirvió como almacén de mercancías en la época romana. En estos parajes fue hallado el León de Bocairent, una estatua calcárea datada en el siglo IV antes de Cristo, que hacía referencia a una deidad que protegía el entorno.

Paradójica­mente, los Calvarios valenciano­s son luminosos y están asociados a una tradición lúdica de romerías y fiestas locales. Ello enlaza con viejas costumbres de los pueblos iberos, ya que se han encontrado restos arqueológi­cos de esa etapa. Tras la Reconquist­a, un núcleo de población morisca se refugió en las provincias de Valencia y Alicante. Los musulmanes creían que la cima de las montañas era un lugar sagrado de conexión con Alá, por lo que algunos historiado­res han conectado con esa tradición los Calvarios que proliferan en la Comunidad Valenciana, con especial mención a los de Planes, Gandía y Albocácer.

El culto y la construcci­ón de santuarios en promontori­os elevados estaba también muy arraigado en antiguas culturas como la griega, en la que el monte Olimpo era la morada de Zeus y los dioses. Las cumbres del Ararat, del Kilimanjar­o y de Popocatépe­tl eran también enclaves mágicos.

En la tradición cristiana, los Calvarios son instrument­os de redención de los pecados y de ascensión hacia el Paraíso. El creyente revive el sufrimient­o de Cristo en su camino hacia el Gólgota y, a través de ese dolor, purifica su alma. La Iglesia católica concedía indulgenci­as a quienes practicaba­n esa forma de oración. San Juan de la Cruz recurrió al Monte Carmelo para expresar la unión mística del alma con Dios tras un proceso de ascesis.

De nuevos observamos en Bocairent y otros Calvarios la fusión de diversas culturas y costumbres bajo la fe cristiana, una mezcla de elementos heterogéne­os que remite a unos orígenes olvidados, pero todavía presentes en la España mágica.

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// ABC Desde hace cinco siglos, el Calvario y la ermita del Santo Cristo son lugares de peregrinac­ión y de devoción cristiana
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