ABC (Andalucía)

«Dos años sin ver a mis dos críos, a la niña ni la conozco»

El tránsito de personas se abrió la pasada medianoche en las fronteras terrestres para los ciudadanos del espacio Schengen. Hubo rezos y hasta manteaban a los mayores que hacían de maestros de ceremonias

- J.J. MADUEÑO

El tráfico de mercancías está cerrado hasta que se cree la aduana comercial. Por lo que solo la hostelería notará la apertura

Nabil Adui llegó a la frontera del Tarajal en Ceuta al mediodía de ayer. Habían pasado ya más de 12 horas desde que se abrió el paso de personas entre España y Marruecos. En ese tiempo la población se iba animando a cruzar de un lado a otro. Nabil iba con prisa, un poco nervioso, pero feliz. «Llevo dos años sin ver a mis dos críos. La niña no la conozco y el niño lo dejé con nueve meses. Voy a ir a verlos y vuelvo otra vez», señalaba este ceutí, que tiene a su familia en Castillejo­s y que aprovechó la tarde para poder hacer una visita fugaz y regresar a casa. «Este tiempo lo he pasado muy mal. Los niños necesitan comer y en Marruecos no te dan ni agua», afirmaba este padre, que corre a reencontra­rse con sus hijos y su esposa al otro lado de la verja dos años y medio después. Abrazos deseados, como el que Saida quería dar a su hermana cuando esperaba en el Tarajal a que fueran las 00.00 horas del martes para cruzar. Una de las más de 2.000 personas que han ido a Marruecos en las primeras 12 horas de apertura. «Llevo dos años y pico encerrada aquí. Voy a casa de mi abuela a Tánger. La echo mucho de menos, voy a abrazarla, besarla… Yo que sé. Nos vemos por videollama­da, pero no es la misma sensación», añadía Umaima Laarbi.

En medio de esa ilusión, que despertó cánticos, bailes, rezos y manteos a un imán, había quien se tomaba la apertura con cautela. «He venido a ver si se va a abrir y a ver cómo está el ambiente. No voy a cruzar ahora, esperaré al fin de semana», explicaba Auhejamed Alí, que lleva también más de dos años sin poder cruzar a Marruecos a ver a la familia. Su cautela cobró lógica cuando los primeros aventurado­s fueron devueltos por no cumplir los requisitos. Hubo quien no pudo cruzar.

Sin vacunas, no entras

Nabila Nadade deseaba ver a su familia al otro lado de la valla. «Mi suegro está enfermo de cáncer y tengo allí mi casa, a la que no voy desde hace dos años», apuntaba esta mujer sin saber que sería rechazada por no tener el pasaporte Covid en orden. Ella fue la primera persona que recibió la negativa a ingresar en el reino marroquí. Fue por no cumplir las reglas sanitarias. No tenía las tres vacunas y Marruecos no la dejó entrar. Su caso no fue el único. Fueron muchos los rechazados por no cumplir las exigencias sanitarias. «Iré a vacunarme o me haré una PCR», afirmaba Nabila cuando regresó a suelo de Ceuta.

Parecido fue el caso de Almudena González, que llevaba a sus hijos para reunirse con su padre a Marruecos, pero que se tuvo que volver porque los niños no tenían la pauta de tres vacunas completas. Reencuentr­os que no llegaron a culminarse, como el de la mujer que iba con el maletero cargado de comida y tampoco pudo cruzar el puente internacio­nal de la frontera.

Por la misma puerta que volvían los rechazados salió Mustapha Temaste, que aseguraba que trabaja para el Gobierno de Tetuán. «Vengo a ver a mis amigos y a estar con la familia», explicó en medio de la fiesta, mientras se hacía fotos con el pasaporte sellado por las autoridade­s españolas y corregía con brusquedad a los periodista­s que no había cruzado a España, sino a Ceuta. Es uno de los 900 que en las primeras horas se han contabiliz­ado por la Delegación de Gobierno que han entrado en España. Un número importante entre los que se encuentran turistas como Sofian y su familia, que lo hicieron con su pasaporte belga.

En las calles de Ceuta algunas parejas se hacen un selfi en el centro histórico, pero en las tiendas no se nota demasiado el flujo de personas. «Es un día malo», señalaban las depen

Ahmed Bakali

«En este tiempo ha muerto mi padre. Ahora ya no estaba allí»

Nabil Adui

«Los niños necesitan comer y en Marruecos no te dan ni agua»

Said Benoarbin e Intissar Valdesieso

«No había con quién llorar, a quién contarle lo que pasaba»

dientas de una tienda de cosméticos. «Lo que están comprando mucho son tarjetas SIM de datos, para poder llamar a sus familiares en Marruecos», apuntaban en la tienda de electrónic­a ‘Mundo Móvil’.

El tráfico de mercancías está cerrado hasta que se cree la aduana comercial. Por lo que, en los primeros días de apertura, sólo la hostelería notará la afluencia.

Han sido dos años y medio duros, que Said Benoarbin e Intissar Valdesieso dicen haber sufrido separados. Ella es enfermera del hospital universita­rio de Ceuta y se quedó sola en medio de la pandemia porque su marido no pudo regresar de Marruecos. «No había con quién llorar, a quién contarle lo que pasaba. Era muy duro», rememora esta mujer, que durante el Ramadán decidió no esperar más e ir a reunirse con su marido. A través de la península consiguier­on encontrars­e y ahora vuelven a casa juntos por el Tarajal, abrazados, como quien regresa de una pesadilla. «He rezado por ella. Estaba sola con todo lo que ha pasado. Es lo que más quiero y ahora ya está a mi lado», aseveraba Said.

Por este tipo de historias se deseaba la apertura. Había muchas ganas de cruzar, pero todos no tenían claras las exigencias. «Vengo a preguntar qué hace falta para ir con mi madre», decía un hombre ante de hablar con los agentes del paso fronterizo.

La clausura de forma unilateral por la pandemia que ha hizo Marruecos durante estos años ha separado familias y ha cortado relaciones que, en muchos casos, no se van a poder recuperar nunca.

«En este tiempo ha muerto mi padre. Ahora no estaba allí», recuerda emocionado Ahmed Bakali, quien asegura que hace 17 días decidió irse en barco hasta Tánger y luego en autobús a Tetuán para estar con su familia, que lloraba todavía la pérdida del padre. Le brotaban las lágrimas a pocos metros de la verja metálica azul pintada el martes por la mañana para la ocasión y, donde al acabar la entrevista, se le acercó un cambista ilegal y le ofreció canjear los dírhams por euros por una comisión del dos por ciento.

«Voy a por la carta verde»

El trayecto de Bakali es el mismo que hizo Abdesalam Hejouji. Se fue a Algeciras en ferry, luego cogió un autobús hasta Tarifa para embarcar en otro ferry hasta Tánger y subirse en un nuevo autobús hasta Tetuán, donde lo esperaba su familia. «Estoy emocionado, ahora puedo volver por aquí a pie. La próxima vez iré con mi coche. Moverse en Marruecos con el transporte público es muy complicado», explicaba Hejouji, que tendrá que regular la situación de su vehículo con la llamada ‘carta verde’.

La regulación de este documento, que permite poder circular por Marruecos con el coche matriculad­o en España, es una de las razones por las que más personas cruzan en las primeras horas de apertura. «Voy a por la ‘carta verde’. Desde marzo de 2020 se me ha caducado. La quiero para poder entrar a comer o para ir de vacaciones», aseguraba sincero Rasheed Mohamed.

El vehículo es importante. Los primeros que entraron de Marruecos a España lo hicieron en moto y, ya por la mañana, los primeros coches aseguraban que venía a pasar la ITV. «El coche se quedó atrapado en Marruecos y ahora lo pasan para hacer la inspección y poder circular aquí», apuntaba uno de los guardias civiles de la frontera, que revisa todos los vehículos que cruzaban por el Tarajal.

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FRANCIS SILVA Said e Intissar posan felices al poder reencontra­rse tras dos años sin verse
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