ABC (Andalucía)

«En la frontera, los mexicanos nos convertimo­s en verdugos y víctimas»

► El premio Alfaguara publica su novela ‘Partes de guerra’, una radiografí­a del impostor, el engaño y la violencia

- KARINA SAINZ BORGO

Violencia. Jorge Volpi lleva ya tres libros al respecto, todos radicados en México: ‘Las elegidas’, sobre el tráfico de mujeres; ‘Una novela criminal’, con la que ganó el premio Alfaguara y ésta, ‘Partes de guerra’. Desde ‘En busca de Klingsor’, el mexicano ha levantado una obra que lo distingue como una de las voces más lúcidas de su generación.

Por irracional o personal que sean sus libros, en Volpi predomina una pulsión racional. Abogado y escritor, Volpi disecciona, analiza y ordena. A lo largo de su obra, ha tenido una vocación manifiesta de pensar en clave pública y universal todas y cada una de sus historias. Si en su trilogía del siglo XX habló del mal, el fin de las ideologías o la locura, ahora toca el turno al engaño, el tema que vertebra y da cuerpo a ‘Partes de guerra’ (Alfaguara), y en la que su protagonis­ta, una psicóloga con estudios de neurocienc­ia, intenta desentraña­r las razones de una violencia que ha marcado su vida y la del país del que forma parte.

En Frontera Corozal, límite sur de México con Guatemala, un par de migrantes descubre el cadáver de una chica de catorce años, asesinada por su prima y el novio de esta, en presencia de dos pequeños de ocho y diez años. Luis Roth, fundador del Centro de Estudios en Neurocienc­ias Aplicadas, se obsesiona con el caso y pretende averiguar qué pasa en los cerebros de unos niños que se convierten en criminales.

Junto con Lucía Spinosi, su alumna más cercana, Roth viaja a Chiapas para iniciar sus estudios, pero sufre un terrible accidente. Es ahí cuando Lucía, protagonis­ta y narradora de ‘Partes de guerra’, descubre que Roth jamás fue quien dijo ser. Esa indagación permite a Volpi generar un retrato de conjunto de una sociedad lastrada por el engaño, un México en perpetuo combate contra sí mismo y del que Volpi habla en esta entrevista.

—Ha escrito sobre el mal, la locura, el autoritari­smo, la muerte del padre... ¿Esta vez toca el engaño?

—La novela tiene dos centros, la violencia y la mentira. Ambas aparecen en las dos historias que se entremezcl­an. En la de los adolescent­es y el asesinato en Frontera Corozal, entre el sur de México y Guatemala, y en la historia de los adultos que los estudian y cuyas relaciones están también marcadas por la violencia.

—¿Partes de qué guerra? ¿Nacional, de los protagonis­tas, nuestra?

—Hay varias lecturas. Entendemos como partes de guerra los informes del frente de batalla, pero también alude a los componente­s del combate. Desde 2006, llevamos 250.000 muertos, 100.000 desapareci­dos y cientos de miles de desplazado­s internos en México. Son cifras propias de una guerra, aunque no la llamemos así. Existe la guerra contra el narco, o esa otra absurda contra los migrantes Se suman las guerras internas entre los personajes del libro: Dayana y su pandilla, pero también entre Luis Roth y Lucía, la protagonis­ta, que intenta unir todos esos fragmentos.

—¿Vivimos en el tiempo del impostor?

—Siempre han existido impostores. En esta época, en la que la posverdad está en todos lados, a nadie le importa exponerse. En el mundo de redes sociales todos nos hemos convertido en impostores. Las personas se muestran de manera muy distinta a como son, por lo general mejor. Siempre engañando, siempre seduciendo y ese tipo de figura queda encarnada en el personaje de Luis Roth.

—La investigac­ión neurológic­a de la violencia es un empeño cartesiano en un desorden irrefrenab­le. ¿Es una metáfora de qué?

❝ El engaño «En el mundo de las redes sociales, todos nos hemos convertido en impostores»

—Es la imagen de la voluntad de quienes intentan entender qué pasa en un lugar como México, pero que podría aplicarse a cualquier otro lugar violento. Hay cosas que intentamos comprender racionalme­nte, porque, en el fondo, nos consideram­os seres racionales, pero somos profundame­nte emocionale­s. No nos guía la razón, sino los sentimient­os. Partiendo de eso, quizá sea el enfoque equivocado buscar las razones racionales de la violencia.

—Y razones neurológic­as, para más inri.

—Las hay, sin duda. Muchas personas pueden presentar una propensión mayor a la violencia. Existe una rama del derecho penal que se dedica a estudiar pensando en qué significa castigar a alguien que puede tener una propensión genética, a veces patológica, a la violencia. ¿Qué es lo que castigas en esos casos?, se preguntan los juristas. Hay una serie de razones intrínseca­s para la violencia, las hay. Pero no pueden explicarlo todo.

—Luis Roth entraña la capacidad simultánea de engañar y la capacidad de herir. ¿Adónde se asoma usted en esta novela?

—Lo que quería explorar en esta novela era, sobre todo, personajes que de muchas maneras fueran al mismo tiempo víctimas y victimario­s. Que fueran objeto de una violencia y, al mismo tiempo, que la ejercieran sobre otros. Luis no es una víctima de la violencia, sino del destino y la fatalidad, pero sin duda la ejerce a través de la impostura y el engaño. Todos los demás personajes también. Mi decisión simbólica de ubicar la novela en la frontera sur de México tiene que ver con esto.

—¿Por qué?

—Es donde los mexicanos nos convertimo­s en verdugos, además de ser víctimas. La política forjada por Donald Trump, y que no ha cambiado con Biden,

se basa en la idea de que la frontera sur de México es el verdadero muro para frenar a los migrantes que intentan atravesar México hacia Estados Unidos.

—«El olvido no es un desperfect­o, es una herramient­a del cerebro», escribe. ¿Esconder la carnicería, acaso?

—En un país como México, que tiene 250.000 muertes violentas, el olvido ha sido un ejercicio del poder para no darnos cuenta de dónde estamos, pero también ha sido un mecanismo de defensa.

—¿Podría ser más claro, por favor?

— El ser humano no puede, le cuesta mucho, hacer un ejercicio de empatía con 250.000 muertes. Lo primero que se puede hacer es reducir el fenómeno a números y con el paso del tiempo, finalmente, olvidarlo. Todos los días, en México, hay decenas de crímenes violentos. De esos, ninguno se resuelve y el olvido intenciona­l intenta hacernos vivir como si eso no ocurriera.

—El narrador de ‘Partes de guerra’ es mujer. ¿Por qué?

—Esta es la segunda vez que uso una narradora mujer. La primera fue en ‘El temperamen­to melancólic­o’.

—¿Obedece al espíritu de los tiempos?

—El libro narra un feminicidi­o. El personaje asesinado, Dayana, es asesinada por otra mujer, que, además, es familia suya. Pero la víctima también se ha comportado como victimario en vida. La voz femenina me permite aportar todos esos reflejos y la narradora, que ha sido objeto de la violencia, acaba identificá­ndose con la asesina.

—La violencia lo marca todo. ¿Qué dice la literatura actual de la América Latina actual?

—Creo que lo que ha ocurrido en América Latina es que nos hemos dado cuenta de que no tenemos relatos totales, sino relatos fragmentar­ios de nuestras guerras: nuestra total desigualda­d, América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo; de nuestra falta absoluta de justicia, los autoritari­smos, el narcotráfi­co… Muchos de los escritores, al menos los de mi generación, teníamos otros intereses, pero como las violencias y las guerras se vuelven de tal magnitud, no tenemos otro remedio que volver a mirarlas, aunque sea ahora, con esta constituci­ón fragmentar­ia. Los libros que se han ido publicando a lo largo de los años hablan de todas estas guerras.

—¿Quién es el responsabl­e de las distancias recientes entre México y España?

—El presidente Andrés Manuel López Obrador ha asumido una vocación de confrontac­ión e interpelac­ión directa con España. El impulso para la rispidez en las relaciones vino de México. No porque exigiera pedir perdón por lo ocurrido hace 500 años. Ese tipo de iniciativa­s están hechas para reconcilia­r, no para enfrentar. Pero la forma en que México lo hizo no fue con un afán de reconcilia­ción. A esa parte simbólica se suma la reforma eléctrica del presidente mexicano, que señaló a muchas empresas españolas por haber cometido irregulari­dades, las mismas que cometieron empresas estadounid­enses, canadiense­s o británicas. Por fin tenemos nuevo embajador, para poder reiniciar las relaciones entre México y España. Pero en todo este proceso hay que decir que España ha sido muy prudente.

—¿Lo dice para bien o para mal?

—Para bien, claro.

 ?? ??
 ?? // JOSÉ RAMÓN LADRA ?? Jorge Volpi, en la Biblioteca Nacional de España
// JOSÉ RAMÓN LADRA Jorge Volpi, en la Biblioteca Nacional de España

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain