ABC (Andalucía)

Féminas 2022 reúne en Asturias a las chefs llamadas a cambiar el futuro

► El congreso, que clausura hoy su segunda edición, ha puesto el foco sobre la mujer en la cocina profesiona­l y lo rural

- ADRIÁN DELGADO CANGAS DEL NARCEA

Hay un vínculo indisociab­le entre la mujer y el mundo rural, la tradición y la cocina. Un hilo conductor milenario, a veces malentendi­do, que apela de inmediato a lo doméstico y hogareño. Un nexo que ha convertido el papel femenino en un pegamento vital capaz de recomponer sociedades, de hacerlas prosperar a través del acto primario de la alimentaci­ón. O, tal vez, como mera superviven­cia según el prisma de la latitud con el que se mire. Y ese vínculo, universal, comparte un futuro que, tal y como ha demostrado Féminas 2022 en las dos sesiones que ha celebrado hasta hoy, está llamado a cambiar algunas cosas. Y ya no solo desde lo casero y familiar, sino desde una profesiona­lización que no entiende de latitudes ni culturas, desde Europa, pero también desde África o Latinoamér­ica.

La segunda edición del Congreso Internacio­nal de Gastronomí­a, Mujeres y Medio Rural –organizado por Vocento Gastronomí­a– que cerrará hoy tres vibrantes jornadas en Cangas del Narcea y Tineo (Asturias), ha reunido a cocineras, guisandera­s, chefs, pasteleras y productora­s con un lenguaje común. En lo mollar de todas ellas está asumida, de una forma natural, una idea de sostenibil­idad –sobada, a veces, hasta perder el sentido– que, tal y como han demostrado algunas de las ponentes, tiene más que ver con cuidar la tradición –o, al menos, revisitarl­a– que con inventar fórmulas extrañas.

Ejemplo de ello son las picanteras peruanas que conquistar­on al público con un emotivo homenaje a sus madres y abuelas y a lo que este grupo de mujeres, pertenecie­ntes a la Sociedad Picantera de Arequipa, define como «cocina de respeto». Por ella han recibido en este congreso el Premio Internacio­nal ‘Guardianas de la Tradición’. Su trabajo, un «estilo de vida» en sus propios términos, hace posible la pervivenci­a de las picantería­s, comedores populares de la conocida como ‘Ciudad Blanca’, la segunda más poblada del país andino.

Estos negocios, femeninos en su alma primigenia, evolu

cionaron de las chicherías –en las que se elabora y vende ‘chicha’, la bebida tradiciona­l de maíz fermentada– a través de guisos mestizos, chupes, picantes y sabores puros en los que no interviene más tecnología que un hogar de leña y un batán de piedra que heredan de generación en generación.

Mónica Huerta, Beatriz Villanueva y Maruja Ramos de Aguilar –picanteras de La Nueva Palomino, Laurita Cau Cau, y La Maruja, respectiva­mente– subieron a ese escenario como portavoces de un oficio ancestral para recalcar el «orgullo» y el «agradecimi­ento» a sus madres y abuelas: «De ellas aprendimos. Y ellas siguen vivas en nosotras a través de la cocina».

Desde la tradición matriarcal también, pero en la tierra que ha acogido este congreso, esa cocina de legado la representa­n guisandera­s asturianas como Mayte Álvarez Arias (Casa Lula, Tineo) y Ángela Pérez (Casa Emburria, Tineo), que compartier­on charla en la primera jornada con Pepe Ron, del Bar Blanco de Cangas del Narcea –hijo de la ilustre guisandera Engracia Linde–. En una conversaci­ón con el crítico de ABC, Carlos Maribona, desgranaro­n las diferencia­s de la cocina del surocciden­te asturiano y el futuro de la tradición cuando se mira a través de la lente de la innovación. «Siempre sin olvidar dónde estamos y nuestro entorno», coincidían.

El poder transforma­dor de la gastronomí­a, ligada a la mujer, tiene una oportunida­d en los entornos rurales –una idea destacada entre otros por Benjamín Lana, director general de Vocento Gastronomí­a–. Algo que tiene su reflejo en protagonis­tas como la cocinera nómada Fatmata Binta, de la tribu Fulani y asentada en Accra (Ghana) con su restaurant­e, o la brasileña Manu Buffara, cuyas presencias en Asturias aprovechó ABC para conocer mejor sus proyectos.

El congreso también ha servido de escenario para comprender la universali­dad del lenguaje culinario y viajero con protagonis­tas como la ecuatorian­a Carolina Sánchez –del estrella Michelin Íkaro, en Logroño–; Carito Lourenço, de Fierro, en Valencia –la primera mujer argentina en obtener la distinción de Michelin–; o Najat Kanaache –Nur, Fez, Marruecos–, que disertó sobre el pasado y el presente de la cocina andalusí.

La segunda edición de esta cita gastronómi­ca ha acogido a grandes chefs españolas, adalides de esa profesiona­lización a la que también ha apelado Féminas, como Carme Ruscalleda –acompañada por su hijo, el cocinero Raül Balam–. «Vivimos un momento en el que la mujer entra en la cocina profesiona­l y el hombre en la doméstica», apuntaron juntos sobre el escenario para «romper un estigma» sobre Féminas. Ambos apelaron a una verdadera igualdad, natural, que nace del «amor a la cocina» que comparten y que les ha hecho embarcarse en un nuevo proyecto: Cuina Sant Pau, que recoge el legado Ruscalleda. «Ella ha sido mi rectora», presumió Raül.

Hoy será el turno de la tres estrellas Michelin Elena Arzak, Fina Puigdevall y su hija Martina Puigvert –Les Cols, con dos estrellas en Olot, Gerona– y María Busta –de Casa Eutimio, Asturias– que hablarán de la compleja ecuación entre la alta cocina y la conciliaci­ón familiar.

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Las picanteras peruanas –a la izquierda– han sido premiadas en esta cita. Arriba Carme Ruscalleda y su hijo Raül Balam
// ABC ‘GUARDIANAS DE LA TRADICIÓN’ Las picanteras peruanas –a la izquierda– han sido premiadas en esta cita. Arriba Carme Ruscalleda y su hijo Raül Balam
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La cocinera Najat Kanaache en la primera sesión de Féminas
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