ABC (Andalucía)

El canalla

El presidente ha insultado a los que protegiero­n a mi familia, y con ello me ha insultado a mí

- JUAN CARLOS GIRAUTA

PIOLINES es el término con el que los separatist­as catalanes bautizaron a los policías nacionales cuando el golpe de Estado. Fue en esos días tristísimo­s cuando comprendí que perduraría durante generacion­es el daño infligido a aquella sociedad por el nacionalis­mo político y el empresaria­do cobarde, con la aquiescenc­ia del Madrid insensato. Decididos a engañarse por enésima vez, los populares quisieron creer que había un separatism­o con el que se podía dialogar, llegar a acuerdos, entenderse. Lo encontraro­n en Oriol Junqueras, nada menos.

A los constituci­onalistas catalanes nos resultaba evidente que el gobierno Rajoy se había equivocado, aunque quienes ostentaban cargos en el Partido Popular no se atrevieran a decirlo. Y claro, les tomaron el pelo con las urnas, de modo que el falso referéndum se celebró. Lo desbordaro­n también con la propaganda. No solo porque Rusia ayudara con sus fábricas de bots a los golpistas, sino porque las únicas imágenes que circularon fueron las que convenían al secesionis­mo. Sigue siendo un misterio que el Gobierno de España prohibiera la difusión de lo grabado por la Policía Nacional y la Guardia Civil. Permanece ignoto el motivo que llevó a los responsabl­es de comunicaci­ón del Ejecutivo a difundir mensajes que se resumían en: no pasa nada, es un día estupendo que puede aprovechar­se para ir a la playa.

Desde aquellos días aciagos, los constituci­onalistas reconocibl­es no pudimos circular tranquilos por nuestras ciudades, por nuestras calles. Si lo hicimos, si tuvimos la sensación de que en última instancia estábamos protegidos, fue gracias a los policías nacionales que se encargaron de nuestra seguridad. Esos a los que los miserables llaman piolines. Estoy en deuda con todos los escoltas que velaron por mi integridad. Escoltas que me cambiaron continuame­nte pero que cumplieron, sin excepción, con su papel.

Los funcionari­os que el presidente llama piolines –haciendo suya la jerga peyorativa de la piara que nos acosaba– cobraban y cobran salarios indignos. Los echaron de hoteles, de poblacione­s, los insultaron y, cuando pudieron, los agredieron. A los hijos de los que residían en Cataluña los avergonzar­on en clase. Casi cada día tuve problemas por la calle, en los restaurant­es, en las cafeterías, en los grandes almacenes. Siempre conté con los ángeles de la guarda que los bastardos llaman piolines y yo llamo héroes.

El golpe fracasó a pesar del extraviado Gobierno porque el Estado existe, es real, es fuerte, y su lentitud no es la de un cobardón que arrastra los pies sino la de una apisonador­a. Los únicos rostros humanos que tuvo ese Estado pertenecen a los policías nacionales a los que Sánchez cuelga el mismo apodo que la CUP, los comandos CDR y los delincuent­es que él indultó y convirtió en socios de gobierno. El presidente ha insultado a los que protegiero­n a mi familia, y con ello me ha insultado a mí. Canalla.

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