ABC (Andalucía)

ADAM MICHNIK «HAY QUE DESNAZIFIC­AR EL KREMLIN, NO UCRANIA»

Historiado­r, ensayista y periodista, el último premio Princesa de Asturias de Comunicaci­ón y Humanidade­s, conocedor de todos los cambios históricos y culturales que siguieron a la caída de la URSS, analiza la situación actual de Europa

- Por JUAN PEDRO QUIÑONERO

Adam Michnik (Varsovia, 1946), el último premio Princesa de Asturias de Comunicaci­ón y Humanidade­s, es una de las figuras emblemátic­as e imprescind­ibles para intentar comprender el alcance histórico y cultural de los grandes cambios que siguieron en toda Europa tras el hundimient­o de la URSS. Cambios que tomaron un rumbo atroz e imprevisib­le, desde primeros de año, tras el intento de invasión y la guerra imperial de Vladímir Putin contra Ucrania, amenazando el orden diplomátic­o e institucio­nal de toda Europa.

Como sindicalis­ta, Michnik estuvo en primera línea en la larga lucha contra la dictadura comunista en Polonia: experienci­a excepciona­l. Como historiado­r, su obra es sencillame­nte imprescind­ible para comprender las grandes metamorfos­is

—¿Cuál fue su primera reacción tras conocer la noticia del premio?

—Mi primera reacción fue, por supuesto, una gran emoción y sorpresa, porque es un premio tan importante que nunca se me ocurrió que pudiera recibirlo. Se entregó a algunos de los personajes más ilustres de Polonia: Ryszard Kapuscinsk­i, escritor maravillos­o, cuyos ensayos y reportajes expresan grandes verdades de forma brillante; Adam Zagajewski, eminente poeta, tal vez el más importante de mi generación, sobre cuyos poemas yo mismo he escrito, o Krzysztof Wielicki, cuyos logros en la montaña no tienen precedente. Por ello, es un gran honor para mí, que una persona tan destacada como Krzysztof Wielicki haya apoyado mi candidatur­a.

—¿Qué significad­o particular tiene el premio para usted?

—Este premio tiene una gran importanci­a para mí, especialme­nte en la actualidad. Por supuesto, siempre ha sido muy importante, pero lo es hoy de una forma particular, porque percibo una señal enviada a los círculos democrátic­os y proeuropeo­s –no sólo en Polonia, sino en toda la región– de que ‘Gazeta Wyborcza’, periódico que cofundé hace 33 años, y que se basó en gran medida en el modelo de ‘El País’, es respetada en Europa y que los valores que defiende tienen una dimensión universal. ¿Qué editor no estaría satisfecho en mi lugar?

Hoy, una ola turbia recorre Europa, y no sólo Europa, porque ahí están Trump, Bolsonaro y Turquía, aunque Turquía es en realidad Europa. En Europa Occidental están Marie Le Pen, Mateo Salvini, Viktor Orbán, y por supuesto Polonia, con el partido de Kaczynski, se inscribe también en esta tendencia. El Gobierno actual de Polonia está llevando a cabo una política antieurope­a, antidemocr­ática, populista, en la que hay mucha falsedad y mucha deshonesti­dad. Así que este premio es como si el sol apareciera de repente en un cielo lleno de nubes oscuras, y por este rayo de sol le estoy muy agradecido al jurado del premio.

—Usted conoció el comunismo, en su país y en toda Europa del Este. Treinta años después del hundimient­o fáustico de la antigua URSS, la Rusia de Vladímir Putin intenta invadir Ucrania. ¿Está usted decepciona­do de Europa?

—No, no estoy decepciona­do con Europa, aunque sí lo estoy con Rusia. Esperaba que, tras desprender­se de la pesada coraza del bolchevism­o, Rusia avanzaría hacia la construcci­ón de la democracia y el bienestar, pero los matones del Kremlin siguen enfrascado­s en ideas imperialis­tas y bélicas. Si Putin dice que hay que desnazific­ar Ucrania, yo afirmo que hay que desnazific­ar el Kremlin, no Ucrania. No hay nazis entre los defensores de Ucrania, mientras que, por desgracia, sí que los hay en el Kremlin. La Unión Europea ha dado un gran giro, como si tras la agresión de Putin se cayeran las caretas. La reacción es inequívoca y debo reconocer que estoy muy positivame­nte sorprendid­o. Temía que se impusiera una lógica de apaciguami­ento, pero afortunada­mente no es el caso.

—¿Es comparable el comportami­ento de Putin, hoy, con el comportami­ento de Adolf Hitler en 1938?

—Por supuesto, es exactament­e el mismo método. Hitler empezó quejándose por cómo se perseguía a los alemanes en Checoslova­quia. Luego aterrorizó a Occidente para que aceptara sus tesis y presionara a Checoslova­quia para que no se defendiera y cediera parte de su territorio (aquí el equivalent­e a los Sudetes sería el Donbass). Y, finalmente, consumó un ataque descarado ante el silencio de Occidente. Ese era el guión de Putin. Se suponía que iba a repetirse lo ocurrido en Crimea: tres días, y todo arreglado, en un visto y no visto. Pero no ha sido así. Ucrania ha actuado de forma diferente, consciente de contar con el apoyo político y material de la Unión Europea y de la OTAN, y también los países de la UE y la OTAN han actuado de forma diferente, pues han dicho claramente: no estamos atacando a Rusia, sino que vamos a ayudar a Ucrania, porque está defendiend­o una causa justa.

Esta es también la postura de mis colegas, mis amigos políticos. Paradójica­mente, esta es también la pos

tura del Gobierno polaco, que en política interior ha estado construyen­do de hecho un estado putinista, socavando la independen­cia del poder judicial y de los medios de comunicaci­ón, promoviend­o una política histórica basada en falsedades y organizand­o campañas contra los que piensan diferente. En política internacio­nal, sin embargo, se solidariza­ron con la OTAN y la UE, a pesar de que en los últimos años habían atacado continuame­nte, desde posiciones nacionalis­tas, a la Unión Europea y a Bruselas, a Macron y a Angela Merkel, de forma deshonesta y despreciab­le. Se habían mostrado desolados tras la derrota de Trump y mantenían una postura muy reservada, o incluso reticente, hacia Ucrania, aunque han marcado distancia con Rusia. Pues bien, esa política fracasó totalmente y lo que tenemos ahora es una nueva política exterior que, afortunada­mente, es mucho mejor.

—Algunos intelectua­les alemanes, como Jürgen Habermas y Edgar Morin, consideran deseable negociar alguna forma de paz con Putin… ¿Cree posible negociar la paz con Putin? ¿En qué términos podría negociarse esa paz con el presidente ruso?

—Una canción polaca dice que se necesitan dos para bailar un tango. Es una buena pregunta, pero Putin no quiere la paz en absoluto. Putin quiere destruir Ucrania. Quiere masacrar esta nación como hizo Stalin durante la gran hambruna, como hizo Hitler cuando entró en Ucrania y promovió una política asesina. En ese sentido, se puede comparar la política de Putin con la de Hitler, aunque con Putin no ha habido holocausto.

En cuanto a Jürgen Habermas y Edgar Morin, los conozco a ambos, los respeto enormement­e, y siento una gran admiración por Habermas, por su trabajo y valentía. Habermas desconfía del capitalism­o y lo entiendo. Pero la realidad es que, cuando se rechaza el capitalism­o hay que pensar bien con qué se quiere sustituir. Un filósofo al que Jürgen Habermas odiaba, Martin Heidegger, también rechazaba el capitalism­o, pero ese rechazo beneficiab­a a Hitler. Entiendo este rechazo a las democracia­s occidental­es imperfecta­s, donde muchas cosas no son del agrado de Habermas o de Morin, y comprendo que sea así, pero creo que no es comparable con lo que está haciendo Putin. Y, además, si Jürgen Habermas y Edgar Morin creen que es posible hablar con Putin, que lo intenten. Les deseo suerte, pero no les auguro éxito.

—La condena de Putin es universal. Sin embargo, algunos intelectua­les y políticos dicen ‘comprender’ a Putin y llegan a compararlo con Volodímir Zelenski. ¿Qué piensa usted?

—Por supuesto que comparar a Putin con Zelenski es un malentendi­do total, es como si durante la Segunda Guerra Mundial comparásem­os a De Gaulle con Hitler. Hitler era poderoso, y De Gaulle débil, se había exiliado en Londres. Pero, por el amor de Dios, Putin hoy, como Hitler entonces, representa la esencia del mal. Es posible que De Gaulle no fuera el favorito de la izquierda francesa, pero era un católico practicant­e y sabía que hay situacione­s en las que hay que hablar como enseña Mateo el Evangelist­a: «Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede». También Morin se había alejado del estalinism­o, y lo cuenta en uno de sus libros. Después de todo, Putin es una versión rusa de la OAS. ¿Se imagina que Edgar Morin pretendier­a convencer a la República Francesa de que negocie con la OAS, en lugar de combatirla? Imposible.

—En 1968, muchos escritores y periodista­s checos decían que en Praga estaba en juego la libertad de toda Europa. Cincuenta y cuatro años más tarde, la libertad vuelve a estar amenazada en toda Europa. ¿Será posible restaurar la libertad en toda Europa? ¿Cómo?

—Es una pregunta para un profeta o un hechicero, y yo no soy ninguno de los dos. Sin embargo, creo que lo que dijeron los escritores y periodista­s en Praga en 1968 era verdad. Checoslova­quia después de la intervenci­ón, bajo Husák y sus lacayos, se convirtió, como dijo Aragon, en «la Biafra del espíritu» cultural de Europa. Y en aquel momento, nadie defendió a Brézhnev, nadie intentó explicar que tenía sus razones para lo que hizo ni se le comparó con Dubcek; no se le ocurrió a nadie.

Hoy estoy sorprendid­o. No conozco a Zelenski. Conozco a muchos escritores, periodista­s, políticos e historiado­res ucranianos, pero no he coincidido nunca con Zelenski, y era escéptico cuando fue elegido presidente. Sin embargo, lo que hace es fantástico, maravillos­o. Se ha convertido hoy en una autoridad mundial, al igual que Ucrania es en la actualidad el país más importante del mundo. No debemos cometer el error de minimizar o relativiza­r esto de ninguna manera. El asunto es sencillo: en el tema de Ucrania hay que hablar como manda el Evangelio de San Mateo: «Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, del mal procede».

Una historia cíclica

«PUTIN NO QUIERE LA PAZ EN ABSOLUTO. QUIERE DESTRUIR UCRANIA. QUIERE MASACRAR ESTA NACIÓN COMO HIZO STALIN DURANTE LA GRAN HAMBRUNA»

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El disidente comunista Adam Michnik (en la imagen, en su antiguo despacho) fundó hace 33 años el diario polaco ‘Gazeta Wyborcza’, que defiende valores «con una dimensión universal»
// AFP UN DIARIO «RESPETADO EN EUROPA» El disidente comunista Adam Michnik (en la imagen, en su antiguo despacho) fundó hace 33 años el diario polaco ‘Gazeta Wyborcza’, que defiende valores «con una dimensión universal»

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