Camavinga pide sitio en París
► Su entrada volvió a subir el ritmo del Madrid en un partido sin fricciones que fue ensayo general; ovación a Marcelo
Efervescencia en el Bernabéu. Ambiente de víspera, más que despedida. ¿No querían pasillo? Dos tazas. Doble pasillo contra el fútbol mala sombra, y saque de esquina de Alejandro Sanz, que le dio de trivela, como un acorde.
Eran noventa minutos para no hablar de Mbappé. Se agradecían. Fútbol vistoso, alegre, sin fricciones; pitones recortados, sin goles ni tarjetas.
En lo que el partido tenía de ensayo general para el Madrid, se pudo pensar en la gran duda de la final, si el ritmo de crucero de los Casemiro, Modric, Kroos no se quedará corto para el rocanrol de Klopp. Más allá, pequeños detalles: Courtois con los pies, que está para jugar de mediocentro, los frenazos de Gento de Vinicius, siempre en la vanguardia de su equipo, o los pases de Kroos, que hace correr a los de la derecha como un amo a sus mascotas; en el Betis, Canales y Fekir buscaban con mucha clase a Juanmi. Hay que hablar del fútbol argelino, de origen argelino o más bien cabileño: Zidane, Benzema o este Fekir… buenísimos, muy técnicos y miran igual, distinto, con una mirada seria, concentrada, pensativa, más espiritual que la de los demás. Viven sus partidos con una introspección mayor, como más conectados a lo hondo del juego. El mejor fútbol que hemos visto últimamente quizás sea bereber.
En el descanso salieron Valverde y Camavinga, el jugador que saca al Madrid del bloque bajo. Lo mejor que ha hecho el Madrid los últimos meses lo ha hecho con él, lo que no significa, lo sabemos, que vaya a ser titular en París. En el respeto a los veteranos hay algo casi supersticioso, como la voluntad de no alterar el orden natural de las cosas. En el Madrid el primer director técnico es el Destino.
La noche se puso sentimental. Pedían a Marcelo en la grada. Madridista ahora es cualquiera; madridista se era cuando jugaban Lasa o Villarroya, de entrañable recuerdo. Roberto Carlos y Marcelo han sido veinticinco años de magia en el lateral. La superioridad del Madrid empezaba por ahí. ¿No ha sido esto tratar la pelota con el mayor mimo desde el inicio?
Entró Marcelo con gran ovación, y junto a él, Isco, el mismo cambio con el que Ancelotti orientó la final de Lisboa, donde empezó todo. O recomenzó, porque las cosas en el Madrid se van renovando. No daba tiempo a recordar la 10ª pensando en la 14ª. El Bernabéu, que es como es, le dio a Joaquín la ovación que a tantos regatea, mientras Isco daba los últimos giros de derviche en su césped.