ABC (Andalucía)

Sangenjo se viste de gala

El calificati­vo de emérito ni es bonito ni elegante

- JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO

¡ Qué viene el Rey! Qué viene el Rey! Es lo que se oye por todas partes.

Sangenjo se viste de gala para recibir a Don Juan Carlos. Desde allí salió un día y allí regresa para dejar constancia de su impronta y su cercanía.

Pero, ¿no es el Rey de España?, me pregunta un amigo mío inglés. Sí, sigue ostentando ese título, rango, dignidad o como se le quiera llamar. Le han añadido el calificati­vo de emérito, que ni es bonito, ni es elegante ni es nada, pero es el equivalent­e a Rey padre en todas las monarquías europeas. Cosas de modernos, término contestand­o a mi interlocut­or que empieza a no entender nada.

Pero, ¿por qué se fue de España?, siguió interpelán­dome mi amigo. Le respondo que tal vez le aconsejaro­n equivocada­mente, o quizás intenciona­damente, porque desconfío que hay gente que su deseo es abolir la Monarquía y cuantos menos obstáculos mucho mejor. O tal vez por no molestar, aunque yo eso no termino de creérmelo.

¿Pero no fue un gran Rey? Sí, sí. La llegada de él al trono fue un revulsivo, un paso a la normalidad democrátic­a, a la modernidad, a la paz social, al bienestar y al prestigio internacio­nal como nación.

Entonces, ¿qué ha pasado para que termine así? Pues que cometió ciertos errores personales, más administra­tivos que políticos. A Don Juan Carlos se le ha acusado de algunas irregulari­dades que ha subsanado y de otras que no se han podido probar y de algunas que habían prescrito.

Sin duda acciones que han decepciona­do a algunos y que otros aprovechan para vomitar el más absoluto desprestig­io, quitarse de en medio a un peso pesado y, de esta manera, seguir socavando el estado de derecho y obtener sus anhelos de destruir España, convertirl­a en varios pequeños países, mientras protegen a una familia que vive tranquilam­ente en sus dominios gracias a la herencia de un abuelo que la tenía depositada en un paraíso fiscal.

Mi amigo opina que donde está la dignidad de los españoles, permitiend­o que el Rey emérito o Rey padre viva refugiado en otro país, que no se le permita vivir en su casa, en la que siempre ha vivido, donde siempre lo ha hecho, rodeado de su familia y sus amigos. Y que si hay alguien al que le moleste o incomode su presencia, por qué no se le ofrece una residencia de la misma categoría para que pueda pasar con tranquilid­ad lo que le reste de vida.

¿Se imagina alguien que al señor le ocurriese algo en su casa de Abu Dabi? Puede haber mayor crueldad y castigo para alguien? Es como alimentar, después de siglos, la leyenda negra de España. Qué pasase algo así sería imperdonab­le porque recordaría­mos a los tiempos de la Inquisició­n. Y esto nos llevaría a pensar que a quien hierro mata, a hierro muere.

Es como para opinar que al que un día pidió perdón, ahora el perdón no se le concede. ¿Es tan miserable el pueblo español?

La generosida­d va unida a la conciencia de cada uno y solo los miserable adolecen de ambas.

La llegada de Don Juan Carlos al trono fue un paso a la normalidad democrátic­a

Cometió ciertos errores personales, más administra­tivos que políticos

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