DE NUMANCIA A MARIÚPOL: ASEDIOS QUE CAMBIARON LA HISTORIA
Se gane o se pierda, el relato de unos pocos luchando contra muchos pervive por los siglos
En el mes de septiembre de 1936, primer año de la Guerra Civil, las tropas del bando nacional se encontraban a pocos kilómetros de Madrid. A pesar de la corta distancia, el general Mola se mostró incapaz de avanzar desde Maqueda frente a las defensas republicanas, pero la llegada de Francisco Franco, general de creciente popularidad, puso sobre la mesa la posibilidad de lanzar a sus tropas de élite, recién venidas de África, en un ataque relámpago contra la capital.
Cuando todo parecía listo para este desenlace, Franco tomó por sorpresa la decisión de dirigirse a otro cerco muy distinto, el de Toledo, donde un pequeño grupo de militares de su bando sobrevivía desde hace dos meses a un asedio infernal en el Alcázar. José Moscardó, el oficial al mando de la defensa, recibió a sus salvadores con una frase hoy célebre: «Sin novedad en el Alcázar, mi general». La operación de rescate, ampliamente publicitada en medios internacionales, impulsó la popularidad de Franco y quedó clavada en el imaginario popular. Tal vez perdió la oportunidad de asaltar Madrid, que resistiría tres años, pero ganó la batalla de la memoria.
Ni la batalla del Ebro, ni la defensa de Madrid, ni la infinidad de episodios militares de la historia de España... Lo único que le interesaba del fértil pasado español a Ronald Reagan era lo ocurrido en ese alcázar. «What a man!» (¡Qué Hombre!) fue lo primero que afirmó el presidente de EE.UU. al reunirse el 9 de julio de 1981 con el entonces ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca, que visitó Washington para hablar de las relaciones entre ambos países. Cuenta el diplomático jubilado Inocencio Arias en su libro ‘Los presidentes y la diplomacia’ que los presentes quedaron asombrados por la obsesión de Reagan, al que resultó complicado sacar otro tema que no fuera la acción de Moscardó. Prueba de hasta dónde caló este episodio en su generación.
El relato de unos pocos soldados resistiendo en medio de un océano enemigo lleva fascinando a la humanidad desde hace milenios, desde Numancia hasta Mariúpol, ciudad que ha resistido durante casi tres meses todo lo que los rusos han lanzado sobre ella. En el caso de la ciudad ucraniana (la décima más poblada del país), el sitio fijó sobre el terreno a una cantidad desproporcionada de medios rusos justo cuando más los necesitaban para tomar presas de envergadura, como Járkov o Kiev, cuyas conquistas hubieran puesto la guerra muy a favor de Putin.
El tiempo es oro cuando se trata de destruir al contrincante. En la primavera de 1565, una gigantesca flota turca desembarcó en el archipielago de Malta a 30.000 soldados para borrar a la Orden de Malta, que era la pesadilla del comercio musulmán en el Mediterráneo. Salvo el Imperio español, ninguna otra potencia intentó auxiliar a los malteses, dando por supuesto que la victoria otomana era inevitable. Sin embargo, la insistencia de los mandos turcos, como los rusos en Mariúpol, en tomar todos los islotes antes de atacar la isla principal dio a los caballeros un tiempo decisivo para salvarse.
El carácter simbólico
Durante casi un mes, los turcos se obcecaron atacando San Telmo, una pequeña fortaleza situada frente a la capital y defendida por solo cien caballeros y 500 soldados, que recibieron un fuego artillero nunca visto antes. Los proyectiles mataron hasta al último hombre en pie, pero ese tiempo perdido agotó en vano a los musulmanes y permitió a España enviar un rescate naval, muy escaso pero suficiente para derrumbar a las desmoralizadas tropas enemigas. El Imperio otomano perdió su presa por culpa de esta suerte de acería de Azovstal levantada en piedra maciza.
En otros sitios desesperados, el único valor militar fue el carácter simbólico, que nunca es poco. La defensa de los 300 espartanos del paso de las Termópilas en el año 480 a. C. es un episodio que fascina a los europeos de todos los tiempos y que, además de películas y libros, ha inspirado a líderes fanáticos a reinterpretarlo como una lucha de la civilización contra la barbarie. La propaganda nazi, a través de la revista ‘Signal’, comparó la Batalla de Stalingrado con lo sucedido en las Termópilas, «un intento heroico de los occidentales por detener a las hordas bárbaras». Aparte de que resulta cuestionable afirmar que los espartanos, una sociedad que basaba su economía en el esclavismo, representaban la libertad o la democracia (un concepto ateniense), hay que recordar que los 300 helenos (en total, más de 6.000 efectivos) no trataban de inspirar con su sacrificio al resto de Grecia para que luchara contra los persas, sino que creían posible frenar durante varias semanas al multitudinario enemigo en ese estrecho paso geográfico, casi una fortaleza. No en vano, solo resistieron tres días al ejército de Jerjes antes de ser masacrados. Fracasaron en lo militar, pero eso hoy en día es lo de menos...
Cuando se trata de asedios emblemáticos casi es más valiosa una derrota que una victoria. Para el nacionalismo catalán el asedio a Barcelona durante la Guerra de Sucesión es el episodio central de su mitología. La Diada conmemora el día en el que entraron en la ciudad las tropas de Felipe V y, a ojos nacionalistas, el ocaso de sus libertades históricas. Que una derrota como aquella sea el mito fundacional de los nacionalistas habla del importante papel que juegan los agravios para configurar el relato del ‘nosotros contra ellos’, el aparatoso Goliat contra el pobre David. El sacrificio noble contra el enemigo innoble.
Después de que una guarnición española en Baler (Filipinas) resistiera sin apenas comida ni munición durante un año en una vieja iglesia, la prensa española no dejó de comparar a los 33 supervivientes, transformados en celebridades a su retorno, con los héroes de otros sitios memorables de la historia como el de Sagunto, Zaragoza, Gerona o Numancia, una población celtíbera que soportó durante años el cerco romano y solo cejó en su resistencia con el suicidio colectivo del pueblo. Aún hoy, la expresión ‘defensa numantina’ se utiliza a nivel popular para definir una resistencia tenaz de una posición.
La oportunidad en la guerra EL IMPERIO OTOMANO PERDIÓ SU PRESA POR CULPA DE SAN TELMO, UNA SUERTE DE ACERÍA DE AZOVSTAL LEVANTADA EN PIEDRA MACIZA