ABC (Andalucía)

Una oreja y el diluvio salvan a Paco Ureña

∑Un noble sobrero de Mayalde le permiten cortar un trofeo en una tarde que se había puesto tan negra como las nubes

- ANDRÉS AMORÓS

Un buen sobrero de Mayalde, lidiado en quinto lugar, y un diluvio repentino permiten a Paco Ureña cambiar en parte el signo de una tarde que se había puesto tan negra como el cielo: corta una oreja, la única de la tarde. En los toros –y en la vida– cinco minutos pueden cambiarlo todo. Influyen tantos factores... Pero lo que no está bien planteado suele terminar mal.

Dentro de poco cumplirá Ureña cuarenta años. El 14 de septiembre de 2018, en la plaza de Albacete, en las verónicas iniciales, el toro le reventó el globo ocular izquierdo. Ha logrado sobreponer­se y seguir toreando: en 2019, la última temporada antes de la pandemia, abrió la Puerta Grande de Madrid, llevando una costilla rota.

Matar seis toros en Madrid es un reto dificilísi­mo. Muchos toreros –incluso grandes figuras– no lograron superarlo: hacen falta mucho oficio, preparació­n física, fortaleza mental, variedad. ¿Por qué lo hace Ureña? Lo ha explicado con su habitual sencillez: «Por un atasco en las negociacio­nes», para no quedarse fuera de San Isidro. Si no fuera por eso, «quizá no me hubiera encerrado con seis toros todavía». (Lo terrible es esta última palabra).

El primero, de la Ventana, flaquea mucho y protesta. Aunque lo cuidan, en cuanto le bajan la mano va al suelo. Ureña logra algún muletazo lucido pero la faena compacta es imposible.

El segundo, de Domingo Hernández, sale suelto pero, bien picado por Sandoval y banderille­ado por Viotti, embiste con nobleza. Ureña logra algunos momentos brillantes, dejándole la muleta en la cara, pero la faena no es compacta: todo queda en una ovación al toro y el torero saluda.

El tercero, de Adolfo Martín, embiste de salida dormidito, espera. No está para hacerle Monerías (su nombre) sino para una lidia poderosa, a la antigua. Naufragan los banderille­ros. Intenta Ureña darle pases pero no lo consigue, surgen desarmes. Se desconcier­ta con el descabello.

El cuarto, de José Vázquez, mansea en el caballo pero, después de los grandes pares de Andrés Revuelta, resulta manejable. Ureña lo intenta pero no logra conectar con el público y mata a la cuarta. El cielo se ha cubierto de negros nubarrones.

Protestado y devuelto por flojo el quinto, de Juan Pedro Domecq, el sobrero de Mayalde saca casta y nobleza. Se desata la tormenta, cae el diluvio, huye la gente. Bajo el huracán, Ureña hace el esfuerzo, logra buenos muletazos. La gente elige empaparse para no perderse los emocionant­es momentos, acogidos con pasión. Mata bien y corta la oreja.

Cierra la tarde el toro de Victoriano del Río, que derriba espectacul­ar. Ureña pasa momentos de apuro pero el toro no quiere pelea y la faena no cuaja.

Dicen que el nombre de Lorca, la ciudad natal de Paco Ureña, de Pepín Jiménez y del guitarrist­a Narciso Yepes, viene del árabe y significa «la batalla». Eso ha sido siempre su vida profesiona­l: una gran batalla para ser reconocido. No ha fallado esta tarde la actitud sino el planteamie­nto. Matar seis toros en Madrid exige otro tipo de lidia. Ureña va a seguir peleando: como el Alcázar, no se rinde. Pero debe medir mejor sus retos.

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// DE SAN BERNARDO Paco Ureña, bajo el aguacero, con el compás completame­nte abierto en el sobrero de Mayalde
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