ABC (Andalucía)

Hijos de su padre

La memoria es tan flaca como novelera es la amnesia: han bastado unos decenios —¡e Internet!— para extirpar el rastro de atrocidade­s pasadas

- JOSÉ ANTONIO GÓMEZ MARÍN

DICEN que ha sido la nostalgia —ese equívoco caleidosco­pio— la causa de la vuelta de los Marcos a Filipinas. ¡Qué asunto curioso éste del destino de los hijos de su padre, y qué aleccionad­or! Repasa uno esa nómina y la verdad es que no da crédito ante el insólito desfile de unos herederos que rara vez alcanzan a la sandalia del progenitor. Valle-Inclán retrató su arquetipo en la figura inolvidabl­e de ‘Cara de plata’, el último Montenegro de su odisea gallega, pero esa ralea es tan vieja que en ella caben desde el hijo tutelado de Alejandro al infortunad­o ‘Aguilucho’ napoleónic­o pasando por el ‘Cesarión’ que Julio le endosó a Cleopatra. Y resulta tan curioso como pedagógico el destino entre regalado y fallido de la mayoría de ellos.

Este Marcos II, heredero de la rapacidad y los crímenes de su padre aparte de la incontable zapatería de mamá Imelda, llega millonario a la oportunida­d, uno más en la estela de Svetlana Stalina, la hija del monstruo y también potentada aunque consorte, o la nieta ricacha de Mao junto a la hija latifundis­ta del genocida Pol Pot, dueña de un imperio arrocero sobre el cementerio de papá. Pero las únicas dinastías contemporá­neas que han cuajado hasta ahora, fuera de la que coronó en Nicaragua Tachito Somoza, han sido la de los Bush (a guerra por barba), la breve y guantaname­ra de los Castro o la de los Trudeau en Canadá, porque las demás —el hijo de Idi Amín, la nieta europeísta de Mussolini, el hijo memorialis­ta de Batista o la vástago piadoso de Pinochet— no han pasado de ser flores de un día. Hubo uno divertido a fuer de extravagan­te, y fue el haitiano Duvalier, el niño del temible Papá Doc, a quien —según rememora el humorista Saltés evocando su emigración— la siniestra policía política de papá, los ‘tonton macoutes’, despejaban a diario las precarias carreteras del país para que el príncipe probara sin problemas de tráfico el reprís sus veloces prototipos.

A este Marcos de recuelo lo conocen sus votantes como ‘Bongbong’, la verdad es que no sé por qué, parece que enternecid­os por al dichosa nostalgia de una generación que no recuerda ya la ejecutoria infame de su padre ni parece incómoda ante la exhibitori­a fortuna acumulada por la familia en aquel país de miserias. La memoria es tan flaca como novelera es la amnesia, está visto: han bastado unos decenios —¡e Internet!— para extirpar por completo el rastro de unas atrocidade­s que antier, como quien dice, conmoviero­n al mundo. La Democracia, qué duda cabe, implica estos riesgos y el arcano destino hace el resto. Los españoles no somos consciente­s de la suerte que supone no tener pendientes con los herederos de nuestro dictador más que el rifirrafe artificial de una tumba y el insignific­ante pleito de un pazo.

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