ABC (Andalucía)

Garzón, el exótico

El ministro de Consumo está entre un nutricioni­sta de la ocurrencia y un tristón inocuo

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

CONVIENE hacerle justicia al zagal Garzón, de oficio aún ministro, porque no acierta una, pero pone mucho entretenim­iento de inocentón a su aire, en un panorama, la política, donde prosperan los matarifes de la solemnidad, o el tedio. De modo que Garzón es un muchacho tirando a equivocado al que hay que dar menos tunda y más halago, joder, porque no podemos privarnos de un tipo que un día nos tira el chuletón a la cabeza, y otro nos advierte de que una muñeca navideña es una diabla de la desigualda­d. Él tiene esa manera exótica de animar el Día de Reyes, o el menú clásico. Vengo a decir que Garzón es un triste que no para de darnos alegrías. Lo suyo no suele ir a ninguna parte, salvo la agitación de titulares, pero él está ahí, pregonando de pronto que el turismo es un sector precario, o la hostelería, una lujuria de bajo valor añadido. Lo último es lo antiguo: que hay que comer menos carne. Aporta informe. Igual si este informe lo hubiera conocido antes no se habría casado por lo exuberante, en una bodegas de Logroño, donde hubo jamón de vitola y solomillo de monumento. El sector ganadero vuelve a estar en un grito, que es como decir que también está en un grito el jefe, Pedro Sánchez, que dejó, gracias a Garzón, una de las frases más altas de la legislatur­a: «A mí donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible». El zagal Garzón tiene el timón del Ministerio de Consumo, y no ejerce ni mucho ni poco, pero sí lo suficiente para asentar que una muñeca Nancy dinamita el feminismo, y que nos sobran la mitad de los filetes montunos que nos hacen tan españoles. Hasta Luis Planas, del negociado de Agricultur­a y Alimentaci­ón, vio un día a Garzón «fuera de lugar». Efectivame­nte, esa es su gracia, vivir fuera de lugar, porque de otro modo no se imagina que de pronto nos cante las cuatro verdades del parrillero que pide quitar media faena a la parrilla. Aquí hay talento. Está entre un nutricioni­sta de la ocurrencia y un tristón inocuo, este Garzón, que el azar nos conserve muchos años, porque da tertulia y despiste. Recreo.

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