ABC (Andalucía)

LOS CONTROLES ASFIXIAN EL COMERCIO CEUTÍ PESE A LA REAPERTURA

La Ciudad Autónoma espera la creación de una aduana comercial para volver a ser un lugar de compras. Las tiendas recurren a trucos y picaresca para que el cliente logre esquivar el férreo control fronterizo y camuflar la mercancía

- Por J. J. MADUEÑO

Unos años atrás, en la frontera del Tarajal, una valla de grandes dimensione­s daba la bienvenida a todo aquel que entraba de Marruecos. ‘Ceuta, ciudad de compras’ rezaba aquel cartel gigante bajo cuya sombra se apostaban los cambistas de dinero. Luego se deterioró hasta el punto de no leerse nada. En mayo del año pasado, cuando la crisis migratoria, las letras ya sólo se intuían. Ahora, con las obras en el paso entre ambos países, ha sido retirado. Ceuta ya no es una ‘ciudad de compras’, al menos de momento. La apertura del tránsito no reactiva el comercio. Ya no se compran kilos de legumbres en el Mercadona o cajas de yogures en el Lidl. «Ni un danone», dice Marruecos. «Ni una bolsa de tomates», asegura España. Sólo pasan personas con pasaporte del espacio Schengen, pero nada de mercancía.

Esos mensajes duros han creado miedo en los compradore­s, que tiran de trucos para saltarse el férreo control cuando adquieren lo más mínimo a este lado de la frontera. «Un cliente se compró unos zapatos y se los llevó puestos. Los viejos los metió en una bolsa que traía en el bolsillo, no de la tienda. Dijo que, si se los quitaban, que no fueran los nuevos», asegura Miguel Ángel Ríos, dependient­e de la zapatería Piccolo en el centro de la ciudad. Los que pasan de visita el primer viernes de apertura se hacen fotos para el recuerdo, pero no acarrean bolsas. «Antes compraban de todo, pero ahora no se atreven. Se nota. Es viernes y no hemos notado diferencia», abunda el zapatero.

No ha sido el único que se ha arriesgado, en casi todas las tiendas hay casos parecidos de picaresca contra las restriccio­nes. Los dependient­es sondeados por ABC aseguran que son pocos los que se han atrevido a comprar en Ceuta estos primeros días, pero que los que sí lo hacen camuflan la mercancía. «Nos piden que quitemos las etiquetas de la ropa y no quieren bolsa. Hacen pasar las prendas como suyas. Tratan de disimular, para que no les quiten lo poco que se llevan en la frontera», añade Gema Guerrero en la puerta de Zara, quien dice que muchos clientes han pasado esta primera semana a ver cómo es todo en realidad, si hay ese control.

Daño a la alimentaci­ón

«Están esperando a ver cómo va todo», remarca Guerrero. «Tienen miedo. No saben dónde van a meter las cosas para que no se las quiten. Se nota más flujo de personas llegadas de Marruecos estos primeros días, pero no compran», asegura Marina Soria, que trabaja en otra tienda de ropa cercana, quien señala que una clienta se llevó un bolso metido dentro de otro bolso para ver si así po

día pasar el control de la frontera.

La alimentaci­ón es la más perjudicad­a. «No se ve movimiento. En nuestro caso no ha pasado la gente que nos compra», lamenta Elsa García desde el mostrador de La Despensa de Marta, uno de los negocios en la Gran Vía de Ceuta, donde se llenan las alacenas de las residencia­s de verano de los potentados marroquíes que veranean en las costas del norte de Marruecos. Allí mismo, mientras corta jamón, su compañera explica que «no están dejando entrar a todo el mundo». «Han abierto la frontera, pero no se ve por la calle a la gente que viene a comprar», reseña Susana García. La alimentaci­ón es lo más complicado de camuflar, por eso los que cruzan a Ceuta estos días no se arriesgan. Saben que cualquier producto se les va a retirar y que el dinero va a ser perdido.

La frontera es un chorreo constante de personas en ambos sentidos. La mayoría de los que entran son los mismos ceutíes que pasaron días antes a visitar a su familia en Marruecos. Los que salen lo hacen con un margen para poder hacer el rezo del viernes en Marruecos o esperan a ir a la mezquita en Ceuta y luego marcharse. En un día de tránsito intenso en ambos sentidos algunos apuran sobre las 14.00 horas para coger un taxi mientras el imán ya está llamando a acudir al rezo.

Sin embargo, la economía no se mueve. Prueba de ello es que sólo hay un cambista de los doce habituales en la frontera. Con 2.000 euros en efectivo en los bolsillos de su chaleco identifica­tivo explica que cambia pequeñas cantidades «para el taxi o el autobús». La actividad no es legal, pero es la única forma de cambiar divisas de forma rápida. «Cambian diez o 20 euros para el taxi, una vuelta rápida por la ciudad o el autobús. No hay grandes sumas para ir a comprar. La mayoría viene a ver su familia y a estar en casa con ellos», señala este cambista, que pide no ser identifica­do por razones obvias de confidenci­alidad dada su actividad al margen de la legislació­n.

Mayor afluencia en bares

No obstante, sí hay quien compra algo más caro, pese al riesgo. «Un cliente se ha llevado un móvil. Sin bolsa, sin caja y configurad­o, como si fuera suyo, para que no se lo quiten en la frontera», recuerda Virginia García, que trabaja en Mundo Móvil, quien dice que esta persona le ha dicho que la policía de Marruecos no deja pasar «ni una cáscara de huevo». Esta tienda de electrónic­a es uno de los pocos comercios que sí ha encontrado un filón de negocio. «Se venden más tarjetas SIM que antes de la apertura, pero es normal. Cuando pasan a España, su móvil deja de funcionar. Compran una tarjeta española de prepago para poder estar localizado­s», explica la dependient­a.

La hostelería ha notado la apertura, las cafeterías tienen algo más de afluencia, como el chiringuit­o Punta de África, a unos 50 metros de la frontera, que ha sumado a todos los clientes habituales de trabajador­es de la frontera a los que cruzan y paran a por agua, a tomar un café antes de ir a la ciudad o a cambiar uno de los billetes que les ha dado el cambista para poder coger un transporte que los lleve a su destino. «Abrir ha sido positivo. Poco a poco se va notando que hay más gente. Ha pasado poco tiempo, pero sí es verdad que se ha notado», señala Mohamed Abdesalam, que charla con sus compañeras en la parada de taxis del centro de Ceuta.

Este taxista advierte que hay mucha gente que llega a España a arreglar papeles o de tránsito, porque van a coger el ferry hacia la Península. «Va lento, pero va a mejor», remarca el taxista, quien dice que tiene turno de tarde y que pese a que hay un mayor flujo todavía no han recuperado los números que tenían antes del cierre de frontera hace ya casi dos años y medio. «Se nota todavía que hay que esperar mucho para que entre un cliente», afirma Abdelsalam, mientras espera, como todos los negocios, que la apertura para los trabajador­es transfront­erizos el 31 de mayo sea un empujón económico.

Los que no han esperado son los empresario­s de las naves del Tarajal. Sólo se cuentan cuatro tiendas abiertas en el circuito que antes hacían las porteadora­s, que era un hervidero de transaccio­nes de productos para llevarlos a Marruecos. El polígono sigue sin vida. El porteo está condenado a desaparece­r por una cuestión básica de derechos humanos. Ni España ni Marruecos lo quieren mientras esperan al acuerdo de la aduana comercial para regular qué mercancías pueden pasar y levantar el cierre total impuesto hasta ahora.

En eso, Juan Jesús Vivas, presidente de Ceuta, dio la clave al decir la semana pasada que esta aduana puede ser «simplement­e un testimonio» o estar dotada de medios y las infraestru­cturas adecuadas. «Esperemos que sea una aduana comercial jurídicame­nte reconocida y, al mismo tiempo, dotada con los medios adecuados que permitan un funcionami­ento relevante», exigió el presidente de Ceuta.

Juan Jesús Vivas, presidente de Ceuta «ESPEREMOS QUE SEA UNA ADUANA COMERCIAL JURÍDICAME­NTE RECONOCIDA Y DOTADA CON MEDIOS ADECUADOS PARA UN BUEN FUNCIONAMI­ENTO»

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// EP Una mujer y un niño (a la izquierda) en el acceso de la frontera del Tarajal. Las fronteras (sobre estas líneas) ya tienen habilitado­s los dos carriles de entrada y salida para mayor fluidez del tránsito hacia y desde Marruecos, pero el control fronterizo impide el comercio de mercancías

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