Ambigüedad estratégica
Biden desaprovecha otra vez la oportunidad de aplicarse un «porqué-no-te-callas»
Dwight Eisenhower fue un gran líder de Estados Unidos pero un pésimo comunicador político. A pesar de su imagen afable y su capacidad de empatía, como presidente siempre sufrió a la hora de improvisar declaraciones a la prensa. Demasiado consciente del espléndido púlpito que es la Casa Blanca, Ike quería ser tan preciso y efectivo en sus palabras que el resultado final era una interminable letanía de frases subordinadas que le hacían tan parodiable como confuso.
A los barrizales retóricos de Eisenhower, la jerga de Washington los identificó de forma caritativa como «malentendidos». James G. Hagerty, el conspicuo e implacable secretario de Prensa de la Casa Blanca, ante alguna de las peores meteduras del general/político tuvo que llegar a reconocer que las palabras del presidente de Estados Unidos no siempre reflejan la posición del Gobierno de Estados Unidos. Si Hagerty, considerado como el primer gran mareador de perdices de la Presidencia norteamericana, resucitase en su mismo puesto no ganaría para disgustos con un Joe Biden, que durante los últimos tres meses de guerra en Ucrania ha sublimado su problemática falta de circunspección. Sin importar que durante su pulso electoral contra Trump, el propio Biden insistiera en que las palabras de un presidente de Estados Unidos siempre importan: «Pueden mover los mercados. Pueden enviar a nuestros valientes hombres y mujeres a la guerra. Pueden traer la paz».
Al afirmar en el contexto de Ucrania que Estados Unidos utilizaría la fuerza militar para defender a Taiwán si alguna vez fuera atacado por China, Biden ha prescindido de la «ambigüedad estratégica» deliberadamente compartida desde hace más de cuatro décadas por todos sus antecesores en el despacho oval. Y al forzar sin necesidad alguna una cuestión especialmente incendiaria para el régimen de Pekín como es la independencia de Taiwán, la Casa Blanca se ha tenido que apresurar a negar que el presidente quisiera decir lo que parece haber dicho. Otra oportunidad desaprovechada por Biden para aplicarse un «por-qué-no-te-callas».