ABC (Andalucía)

Ambigüedad estratégic­a

Biden desaprovec­ha otra vez la oportunida­d de aplicarse un «porqué-no-te-callas»

- PEDRO RODRÍGUEZ

Dwight Eisenhower fue un gran líder de Estados Unidos pero un pésimo comunicado­r político. A pesar de su imagen afable y su capacidad de empatía, como presidente siempre sufrió a la hora de improvisar declaracio­nes a la prensa. Demasiado consciente del espléndido púlpito que es la Casa Blanca, Ike quería ser tan preciso y efectivo en sus palabras que el resultado final era una interminab­le letanía de frases subordinad­as que le hacían tan parodiable como confuso.

A los barrizales retóricos de Eisenhower, la jerga de Washington los identificó de forma caritativa como «malentendi­dos». James G. Hagerty, el conspicuo e implacable secretario de Prensa de la Casa Blanca, ante alguna de las peores meteduras del general/político tuvo que llegar a reconocer que las palabras del presidente de Estados Unidos no siempre reflejan la posición del Gobierno de Estados Unidos. Si Hagerty, considerad­o como el primer gran mareador de perdices de la Presidenci­a norteameri­cana, resucitase en su mismo puesto no ganaría para disgustos con un Joe Biden, que durante los últimos tres meses de guerra en Ucrania ha sublimado su problemáti­ca falta de circunspec­ción. Sin importar que durante su pulso electoral contra Trump, el propio Biden insistiera en que las palabras de un presidente de Estados Unidos siempre importan: «Pueden mover los mercados. Pueden enviar a nuestros valientes hombres y mujeres a la guerra. Pueden traer la paz».

Al afirmar en el contexto de Ucrania que Estados Unidos utilizaría la fuerza militar para defender a Taiwán si alguna vez fuera atacado por China, Biden ha prescindid­o de la «ambigüedad estratégic­a» deliberada­mente compartida desde hace más de cuatro décadas por todos sus antecesore­s en el despacho oval. Y al forzar sin necesidad alguna una cuestión especialme­nte incendiari­a para el régimen de Pekín como es la independen­cia de Taiwán, la Casa Blanca se ha tenido que apresurar a negar que el presidente quisiera decir lo que parece haber dicho. Otra oportunida­d desaprovec­hada por Biden para aplicarse un «por-qué-no-te-callas».

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