Una máquina del tiempo para descubrir Atlántidas
Un profesor emérito de Geología en la Universidad de Granada, Fernando Bea, lidera un equipo que ha descubierto un microcontinente de 3.200 años de antigüedad
Amenudo la ciencia parece establecer un muro entre los expertos y el ciudadano de a pie. Es quizás la razón por la que una de las tecnologías más punteras del mundo ha pasado desapercibida para la mayoría de los mortales que cruzaban los llamados «paseíllos universitarios» de Granada hasta ahora.
Allí, en uno de los sótanos del Centro de Inmersión Científica, se encuentra el IBERSIMS-SHRIMP, que traducido resulta en una máquina capaz de, a través de varias operaciones, datar minerales de hasta una micra de tamaño. La importancia de esto se expresa en el último descubrimiento de uno de los grupos de investigación de la universidad granadina ha hecho público en el último mes. Minerales de hasta 3.200 millones de años de antigüedad que certifican la existencia de un micro-continente en el Atlántico.
El pensamiento de muchos, de primeras, por razones culturales evidentes, se fue al mito de la Atlántida. Cuenta la literatura que esta civilización pretérita fue engullida por el magma volcánico, tal y como habría pasado con este. Pero como explica el propio Fernando Bea, profesor emérito de Geología en la UGR y cara visible del descubrimiento, solo serían conjeturas.
Un poco molesto por lo que algunos medios publicaron, al preguntarle, lo reitera: «nosotros no decimos que hallamos encontrado la Atlántida, lo que decimos es que hubo un microcontinente hace como mínimo 600.000 años». Ni siquiera fue algo que se tuviese en cuenta cuando se llevó a cabo el descubrimient, explica el profesor. El proyecto, se queja Bea, tuvo resultados, de hecho, hace dos años, pero el impacto mediático, sin el relato del mito atlántido, «fue cero».
Algo de razón tiene, ya que la historia es seductora por sí misma, sin añadidos. «Nosotros llevamos a cabo investigaciones en varios sitios del mundo y esta fue en colaboración con la Academia de Ciencias Rusa. Esta gente tiene una serie de barcos oceanográficos que se han dedicado a estudiar la dorsal centro oceánica. Esto es una cadena de montañas que va por
medio del oceáno Atlántico y a partir de la cual se separa nada menos que el fondo oceánico. La parte oriental se va hacia América y la occidental hacia Europa» relata el investigador.
Es ahí, en ese agujero entre ambos en el fondo oceánico, un lugar difícil de imaginar para cualquiera que no sea un experto en la materia, de donde se han recogido las muestras de las rocas que fundamentan el hallazgo. De ese agujero, donde se crea nueva corteza, el manto terrestre se funde y se cuela en magma,
ha llegado hasta el sótano donde trabaja Fernando Bea y su equipo. Directa a la máquina, claro.
Todo lo que se conjeture a partir de ahora de esa plausible o no teoría de la existencia de la Atlántida existe gracias a la IBERSIMS-SHRIMP. «Sería imposible si no. Nadie había podido hasta ahora dar credibilidad geológica a esa teoría porque no contaban con ella» señala Bea.
Su funcionamiento es en apariencia sencillo, aunque por dentro, nada esté más lejos de la realidad. «La mayor complejidad es poner al vacío los minerales» señalan desde el equipo. Por partes: el objetivo es conocer la edad de cada mineral refinándolo a través de varias operaciones. El laboratorio, con apenas tres homólogos en Europa sigue mientras tanto ahí, en el sótano, esperando a nuevos descubrimientos, aunque la mayoría de gente pase por delante de las puertas del edificio no sepa aún que, gracias a lo que se esconde en él, puede cambiar de un momento a otro la concepción que tenían del mundo.