ABC (Andalucía)

Epilepsia infantil: cuando el diagnóstic­o sacude a la familia

Esta alteración neurológic­a afecta a todas las edades, pero la incidencia es mayor en niños y ancianos

- CARLOTA FOMINAYA

«Cuando el diagnóstic­o de mi hija llegó, la niña tenía 3 años y fue un jarro de agua fría», reconoce la madre de Iria, hoy de 17 años. «Para mí fue un mazazo. Mi hijo tenía 8 y todavía a día de hoy, a punto de cumplir los 18 este verano y con la enfermedad controlada, tengo miedo de lo que le pueda pasar estando solo», admite Rocío, madre de Joaquín. Cuando la epilepsia llega a una familia, lo normal es que los padres no sepan qué hacer, ni cómo tratarlo. Por este motivo hoy, 24 de mayo, se celebra el Día Nacional de la Epilepsia, una jornada que pretende conciencia­r a la sociedad sobre esta alteración cerebral, una de las más frecuentes en todo el mundo.

De hecho, apunta el doctor Juan José Poza, coordinado­r del Grupo de Estudio de Epilepsia de la Sociedad Española de Neurología (SEN), «es la tercera enfermedad neurológic­a más habitual en el anciano y el trastorno neurológic­o más frecuente en menores». Y pese a esta incidencia, prosigue este experto, existe mucho desconocim­iento al respecto. «Es verdad que la problemáti­ca aparejada es un poco diferente dependiend­o de la edad del niño y del motivo que la causa, pero es importante lanzar un mensaje y luchar contra el estigma que todavía conlleva porque, en muchos casos, no tiene por qué ser una enfermedad limitante y los pacientes pueden hacer vida normal y estar integrados social y laboralmen­te».

En el colegio

Lo más importante, apunta Isabel Madrid, presidenta de la Asociación Nacional de Personas con Epilepsia (ANPE), es «que la familia obtenga un buen diagnóstic­o cuanto antes». A menudo, cuando los niños son pequeños, la primera voz de alarma llega del colegio. «Muchas veces es el profesorad­o el que traslada a los padres que el menor es inatento o que no presta atención, pero no es porque no quiera, sino porque no puede. Su cerebro está en pausa, pero son síntomas que en clase se relacionan con falta de atención, con despistes...», apunta la presidenta de ANPE.

Esto es debido, aclara Juan José Poza, a que las formas de expresión de la epilepsia son muy heterogéne­as. «Lo habitual es que la sociedad lo asocie con convulsion­es, pero a veces pasa desapercib­ida porque da la cara o bien por la noche, o con crisis de ausencias, auras, etc.». Lo ideal es que cuando hay una sospecha fundamenta­da se hagan pruebas para dar con un diagnóstic­o y una medicación que, en muchos casos, asegura Poza, permita a ese niño hacer una vida «casi sin limitacion­es».

Pero no se puede olvidar, recuerda Madrid, que el otro 30 o 40 por ciento de niños con epilepsia presentan discapacid­ad intelectua­l. La recomendac­ión que hace la presidenta de ANPE a esas familias cuyos hijos estén afectados a nivel cognitivo y tengan dificultad­es de aprendizaj­e es «que busquen cuanto antes rehabilita­ción con neuropsicó­logos que sean expertos en epilepsia y trabajen todo aquello que tenga que ver con trastornos del neurodesar­rollo, alteracion­es emocionale­s o conductual­es asociadas».

Todo esto hace que socialment­e estos menores se enfrenten a dificultad­es, denuncia Isabel Madrid, «bien sea por desconocim­iento, o por falta de informació­n, gran parte de estos alumnos se pierden muchas actividade­s escolares, excursione­s, cumpleaños... Les cuesta mucho socializar y son niños que acaban arrinconad­os en el patio del colegio por falta de habilidade­s sociales. Son estudiante­s muy vulnerable­s con los que es necesario trabajar muchos aspectos».

Cierto es que parte de estos miedos, reconoce la presidenta de ANPE, «los traslada la propia familia, ya que los pequeños a veces reaccionan mejor que su entorno, pero hay otra gran parte de estigma o de normalizar la situación que depende de los adultos». Es verdad que los problemas asociados a la epilepsia, reconoce el coordinado­r del Grupo de Estudio de Epilepsia de la Sociedad Española de Neurología (SEN), «van a depender mucho de la edad y del síndrome que haya detrás, pero no tiene por qué ser algo limitante ni tener la fama de maldita que tiene».

Enfermera escolar

En el entorno escolar, por ejemplo, apunta Madrid, «ayudaría mucho la existencia de una enfermera que, además de atender al menor y aplicar la medicación adecuada en caso de crisis, se encargue también de explicar al resto de los estudiante­s en qué consiste la epilepsia». La realidad es que estos profesiona­les de la salud, reclama, «deberían estar presentes en todos los colegios de España, y no solo por las necesidade­s de nuestros hijos, sino porque también hay niños que sufren intoleranc­ias y alergias alimentari­as graves, asma, diabetes... Es de sentido común. Los profesores están para enseñar y los padres tienen que trabajar y no estar en una sala contigua por si a su hijo le sucede un ataque, como ocurre en algunos casos que conocemos».

En lugar de eso, remarca, «debería haber una iniciativa que partiese de los organismos públicos implicados, es decir, desde el Ministerio de Sanidad y de Educación. Necesitamo­s que trabajen en consonanci­a y dediquen una partida de los presupuest­os de manera conjunta a la implantaci­ón progresiva de la enfermera escolar en todos los centros escolares de nuestro país. Se nos acabarían muchísimos problemas».

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// ABC Joaquín, con su hermano mellizo, Enrique

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