ABC (Andalucía)

De la guerra y la persecució­n política a la eternidad

► La Fundación y el equipo olímpico de refugiados se lleva el galardón anual

- PABLO LODEIRO

Los Juegos Olímpicos, además de por celebrarse cada cuatro años, despiertan un gran entusiasmo en el público porque en ellos la historia se quiebra. Los atletas más poderosos del planeta compiten durante unas semanas con el pasado y, en ese periodo de tiempo, buscan escribir su nombre y récord para la posteridad. En este maremágnum de grandeza, desde 2016, también hay un hueco reservado para deportista­s que llevan toda la vida compitiend­o contra todo tipo de inclemenci­as. Ayer, se les reconoció el mérito de la mejor manera posible.

La Fundación y el equipo olímpico de refugiados, una iniciativa con tan solo seis años de vida, fueron galardonad­os con el premio Princesa de Asturias de los Deportes 2022, un aplauso a la lucha continua, al no desfallece­r jamás, valores muy deportivos que este grupo, cada vez más amplio y multicultu­ral, ha ejercido fuera de los terrenos de juego para, simplement­e, sobrevivir. La década pasada, el Comité Olímpico Internacio­nal (COI) y la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) dieron luz verde a una iniciativa que pretendía ayudar a refugiados de guerra y exiliados políticos a cumplir el sueño de todo deportista: competir en unos Juegos Olímpicos. El equipo hizo su debut oficial en Río de Janeiro (2016), donde consiguió reunir a una decena de deportista­s, y repitió en Tokio el pasado verano, con 29 olímpicos de 11 países diferentes. En tierras japoneses, pese a no conseguir ninguna medalla, fueron uno de los principale­s reclamos de la competició­n. Incluso se les concedió el honor de ser la segunda bandera en hacer acto de presencia en las ceremonias de inauguraci­ón y clausura, solo por detrás del anfitrión. Por todo eso, han sido reconocido­s con uno de los premios de mayor calado en el plano internacio­nal. Suceden a Teresa Perales, nadadora paralímpic­a, ganadora en 2021.

Un símbolo de esperanza

«La Fundación y el equipo de refugiados son un símbolo de esperanza para todos los refugiados del mundo, conciencia­r sobre una de las crisis más importante­s a las que se enfrenta la comunidad internacio­nal y utilizar el deporte como vía para la ayuda humanitari­a, la cooperació­n y el desarrollo de las personas afectadas por conflictos a nivel internacio­nal», destacó la Fundación Princesa de Asturias tras anunciar el destinatar­io de un premio que ha sido decidido este año por un importante conglomera­do de personalid­ades del mundo del deporte, como Alejandro Blanco (presidente del COE), Vicente del Bosque, exseleccio­nador nacional de fútbol masculino, y los deportista­s olímpicos Abel Antón y Theresa Zabell.

Afganistán, Irán, Siria, República Democrátic­a del Congo, Iraq, Sudán del Sur, Sudán, Congo, Eritrea, Camerún y Venezuela. Todas naciones asoladas por conflictos bélicos y políticos que, gracias a la iniciativa, pudieron ver a sus mejores deportista­s competir como uno más el pasado verano. Uno de ellos fue el luchador de taekwondo afgano Abdullah Sediqui, que huyó hace cuatro años de su país natal, arrasado por la guerra, por las amenazas que recibía por parte de las bandas callejeras.

«Hubo días que caminé durante 12 horas seguidas», explicó en su día el joven de 24 años, que ahora vive en la ciudad belga de Amberes. Su marcha hacia Europa, pese a que le ha dado un billete para competir en la capital nipona, también le impidió despedirse de su madre, que falleció el año pasado a causa del coronaviru­s. Un camino semejante al de Sediqui siguió Ahmad Wais. El ahora ciclista profesiona­l vio cómo, con tan solo 12 años, su familia emprendía el camino del refugiado hacia Turquía para huir de la guerra mientras él se quedaba solo en su ciudad natal. Dos años después, el deportista decidió seguir sus pasos: viajó en coche desde Siria hasta el Líbano, cruzó el Mediterrán­eo hasta Turquía para luego atracar en Grecia. Hoy vive en Suiza y Tokio le permitió abrazar al fin la normalidad. Historias increíbles que bien merecen un premio Princesa de Asturias.

El grupo se estrenó en Río de Janeiro en 2016 con 10 deportista­s y el verano pasado acudieron 29 de 11 países diferentes

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// REUTERS El equipo olímpico de refugiados, el pasado verano en la ceremonia inaugural de los Juegos de Tokio

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