ABC (Andalucía)

Alcaraz también deja lecciones de épica

► Remonta una bola de partido ante un bravo Ramos tras más de cuatro horas

- LAURA MARTA

Hay pocas sonrisas en el rostro de Alcaraz. Después de cinco meses de alegrías, llega lo que le faltaba por cumplir: demostrar que también sabe sufrir y remontar. Lo hace en una batalla de más de cuatro horas ante un espléndido Albert Ramos, que lo llevó al límite del esfuerzo y a sumar a su historial una de esas páginas de entrega, pasión y lucha. Ya en tercera ronda de Roland Garros.

Salva Alcaraz una bola de partido. Sopla el murciano. Faltaba quizá en este año impoluto del 6 del mundo un partido como este, una lección como esta: sufrir, que las cosas no salieran siempre bien. Y eso que en el primer set al joven de 19 años le sale todo: derechas, reveses, dejadas. En apenas 25 minutos, 6-1. No es capaz Ramos de imponer su estrategia de evitar que el murciano encuentre la mejor posición para golpear. Pero Alcaraz es un muro de fondo, lo hace todo bien, con inteligenc­ia, velocidad y efectivida­d. Un castigo para Ramos, que nota que sus cambios de altura y efectos apenas afectan a su rival.

Pero se activa el catalán. Más directo, alargar los puntos, tomar más riesgos, empujar a Alcaraz, sacarlo de esas posiciones cómodas y letales que encuentra siempre para golpear.

Se aprovecha de esa adrenalina que a veces se desata en las manos de Alcaraz, con demasiadas prisas cuando tiene opciones de break (7/30), menos fuerza en el primer servicio, sin pensar que esto son cinco sets y no solo tres. Lo sabe muy bien Ramos, que encuentra mayor aplomo, comodidad y recompensa: puntos y juegos que suma gracias a derechas profundas, ángulos propios que ya salen bien y, sobre todo, precipitac­iones ajenas. Presiona y presiona el catalán, se enreda y se enreda Carlitos.

Acumula fallos su revés, casi todos a la red; su derecha no hiere a Ramos, que envuelve la pelota con su zurda para impedir que la mecha se prenda. Tampoco las dejadas son contundent­es, y sí un recurso que cada vez hace menos daño. El primer saque, después del fulgor inicial, tampoco encuentra acomodo. Sí lo hace el primer servicio de Ramos, muy incómodo ese cortado abierto para Alcaraz, que resta demasiado lejos.

Sufre y sufre y sufre. Por primera vez en mucho tiempo, salvo ese primer partido en Montecarlo, y se entendió por el cambio de superficie, las cosas salen retorcidas. Por tenis, Alcaraz tiene más. Por experienci­a, Ramos gana.

Juega sobre el alambre el murciano, que tropieza y tropieza en restar a dos metros por detrás de la línea. La raqueta llega, pero la potencia no. Y aprovecha Ramos para meterse en pista, para envolverlo en sus efectos, para engatusarl­o y quitarle esa confianza con la que llegaba a París. Tira Alcaraz de aguante, físico, y se apoya en miradas al palco para encontrar ese aguante mental que recuerda a otros. Son diez minutos en el juego en el que Ramos consigue la primera bola de partido. Un buen revés del pupilo de Ferrero y un error del catalán dan aire al murciano, que saca puños en el tie break, esta vez para su lado.

No se rinde tampoco Ramos, que hace correr a Alcaraz, sin un despiste, con gesto de rabia incluso porque la grada va con el joven, pero él está dando su propio recital de juego, tesón, inteligenc­ia, paciencia. Veteranía. La diferencia. Tampoco le pesan los 34 años, ni las cuatro horas, atrayendo al murciano a la red, donde la muñeca tiembla. No aprovecha Alcaraz sus bolas de break, sí lo hace Ramos. Cinco de seis para ponerse 3-0 en el quinto set.

Pero si Alcaraz ya es Carlitos para el planeta tenis es por, además de su tenis, su forma de dar espectácul­o. Se desata la grada con el puntazo que se saca para conseguir, esta vez sí, el break que lo devuelve al partido. De 0-3 a 3-3. Ramos no ha bajado el ritmo, lo sube Alcaraz. Levanta los brazos, anima al personal, que responde encantada con el chico maravilla. Vuelve la chispa, todavía a trompicone­s. Pierde el saque en la siguiente opción y lo recupera con otro de esos puntos increíbles, que recuerdan a otros, de lucha y lucha. No hay más presión, no hay más Ramos, abatido y acalambrad­o. Sí tres saques directos para atrapar la tercera ronda.

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// AFP Alcaraz intenta devolver una pelota ante Ramos, ayer en el partido de segunda ronda

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