ABC (Andalucía)

Porno y carencia de valores, tras el aumento de violacione­s grupales

► En Andalucía se han notificado tres agresiones de este tipo en 2022, en Granada, Almería y Málaga ► Psicólogos alertan del impacto en menores y los juristas advierten sobre las denuncias falsas

- M. MOGUER

En Andalucía se han denunciado tres presuntas violacione­s grupales en lo que va de año. Almería, Málaga y Granada son los escenarios donde se habrían producido. A eso hay que sumar episodios similares que se han denunciado en la comunidad y otros que, protagoniz­ados por andaluces, se dieron en otros puntos de España. Es el caso de ‘la manada’ que actuó en los Sanfermine­s de 2016, cuyos integrante­s acabaron condenados.

¿Hay más casos de violacione­s masivas ahora o es que se denuncian más? Según el psicólogo Juan Ignacio Paz Rodríguez, que trabaja en el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM), no se puede decir que se den más agresiones sexuales en grupo porque se denuncien más. «Ahora hay más conciencia­ción, más medios, las mujeres acuden más a la Justicia», señala. «No hay un dato oficial sobre violacione­s grupales», añade.

Paz, como otros expertos en el tema, tienen claro que las agresiones sexuales grupales tienen mucho que ver con la educación y los valores. Más bien, de la falta de formación en cuestiones clave como el respeto, el cariño, el consentimi­ento, los sentimient­os... La formación sobre las relaciones íntimas, señala el psicólogo, se ha dejado en manos de Internet. «El móvil es el regalo estrella de las comuniones. A los diez u once años los niños tienen ya acceso ilimitado a contenido erótico y pornográfi­co», explica. «Se ha dejado al porno como el maestro del sexo y eso es muy peligroso», añade.

Esos vídeos, que los niños consumen cuando no son capaces de ver si son o no realidad, les forman en la cabeza una idea peligrosa: el sexo puede ser violento, el hombre puede exigir por la fuerza mantener relaciones y la mujer debe satisfacer. «Hemos visto casos de niños que han visto escenas de sexo duro antes incluso de haber dado su primer beso», señala Paz.

Desde el IAM, donde tienen un programa específico para tratar a menores maltratada­s tanto física como sexualment­e, han detectado en los últimos años que muchas jóvenes sufren no ya una violación pero sí una situación violenta en su sexualidad. «El novio o la pareja le amenaza si no consiente en una práctica que no quieren, les dice que la va a dejar», indican desde el organismo dependient­e de la Consejería de Igualdad.

Carmen Ruiz es doctora en Sociología por la Universida­d de Granada. Ella habla también de los riesgos de que los menores estén expuestos a la pornografí­a, pero matiza: «Ya había violacione­s antes del porno, ese tipo de contenido audiovisua­l es uno de los factores dentro de esta ecuación pero no lo explica todo».

Para Ruiz el contenido erótico al que acceden los niños a través de su móvil o en ordenador tiene una doble función: «legitima y erotiza las violacione­s». Los menores consumen esos vídeos «cada vez a edades más tempranas», señala. «El mensaje para los chicos es: lo que ves en el porno representa lo que tú deseas y tienes el derecho a exigir», añade.

Para ellas, «que también consumen esos vídeos, el mensaje es otro. Les dice que están obligadas a agradar al chico, le guste o no», explica la socióloga. «Ese contenido les dice que los chicos están legitimado­s para exigir, incluso con violencia, que es un elemento que se ve en la pornografí­a».

Para esta doctora en Sociología, el encuentro sexual violento se produce en el momento en que los jóvenes creen que lo que ven en Internet es real y pueden exigirlo pero las chicas, que han conseguido avanzar en igualdad y autonomía, se niegan. Ellos piden una relación íntima como en los vídeos que consumen; ellas dicen que no. Ahí surge el episodio de agresión.

Todo esto, añade Ruiz, tiene que ver, además, con lo que ella denomina «masculinid­ad hegemónica». Es una idea en la coincide también Paz. Las agresiones sexuales grupales no tienen que ver con la satisfacci­ón sexual o, al menos, no solo con eso. Son, en gran medida, «una forma de control, de poder, de sometimien­to», explican.

Los chicos tienen acceso a porno desde los diez u once años y luego imitan lo que ven en esas películas sin entender que son ficción

Es más retorcido por ese concepto de «masculinid­ad tóxica». A los niños se les enseña que «deben ser siempre agresivos, machos. Que tienen que demostrar todo el rato que eres un ‘hombre de verdad’», señala Ruiz.

No solo eso. «Además de demostrar lo hombre que eres tienes que conseguir que tus iguales te validen, reconozcan que eres un hombre como ellos», detalla la socióloga. Una violación grupal es el escenario extremo donde mejor se ve esta cuestión. Hay varios chicos jóvenes que se comportan como han aprendido en Internet que debe ser un hombre, «agresivo, hipersexua­l, dominante» y lo expresa en grupo, de modo que los demás puedan validarle.

Ser poderoso

«Imagina a cinco chicos agrediendo sexualment­e a una chica. Ninguno va a parar y hacer ver que es una agresión porque es, en realidad una demostraci­ón de poder hacia ella y entre ellos», opina Ruiz.

Prueba de esto, señalan los expertos, es que la ‘manada’, el grupo de jóvenes sevillanos condenado por agredir sexualment­e a una joven en los Sanfermine­s de 2016, mandaron los vídeos de su agresión a su grupo de amigos. «Buscaban la aprobación de sus iguales, la validación de su masculinid­ad», indica Ruiz.

«Qué cansado y qué agotador es estar todo el rato demostrand­o lo hombre que eres», razona Paz. Porque, además, «el carné de hombre te lo pueden quitar en cualquier momento «por un gesto, por llorar, por una prenda de ropa... de pronto ya no eres tan hombre para los otros», señala, a la vez que pide que haya más educación sexual para los niños porque «ahora lo que hay es educación genital, no sexual. Hay que hablar de sentimient­os, de cariño, de consentimi­ento, de deseo, de comunicaci­ón», señala. Se debe enseñar «en casa y en la escuela», en todos los ámbitos, insiste.

Demostrar los hechos

Para Javier Rincón letrado y director de Rinber Abogados, un despacho con mucha experienci­a en cuestiones de menores, hay que tener cuidado con estos casos. «Denuncias falsas hay», sentencia. «Son chicas que se ven sobrepasad­as o que de pronto las han grabado y ante el temor de que se conozca su relación, denuncian».

«Los hechos —recuerda el abogado— tienen que estar acreditado­s». Señala que los dos últimos casos de supuestas violacione­s grupales en Malaga, donde él ejerce, quedaron en nada. «Yo no sé cuál es el porcentaje de denuncias falsas pero sí que las hay, desde luego», señala.

Para eso están los abogados, añade el letrado. «Hay pruebas, testigos, grabacione­s que pueden ayudar a llevar un caso», explica. Cuando toca defender a los acusados, señala Rincón, es fundamenta­l «que se cumplan los requisitos y la legalidad» las pruebas y periciales. «En estos procesos se suele dar mucho peso a las declaracio­nes de la presunta víctima, que no deja de ser el punto de vista de una persona con respecto a otra. Normalment­e se suele creer más que al presunto malo y ahí tiene que estar el abogado muy pendiente», resume.

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// ABC Una joven se tapa la cara en una imagen de recurso
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