Pueblos salvajes
Hay culturas con infames costumbres, pero decirlo es políticamente incorrecto
L Amayoría de las aberraciones sociales que suceden en España remite a individuos de salvajes pueblos remotos. Pero el buenismo rampante oculta ese dato porque no le viene bien a su discurso chupi piruli. Para los visionarios de la progresía contemporánea, los españoles, especialmente los católicos, somos seres malignos organizados en torno a un heteropatriarcado criminal. Tenemos una naturaleza pedófila y machista por la que debemos estar permanentemente vigilados. Y somos, entre otras cosas, los verdugos de América, donde perpetramos una invasión genocida que supuestamente exterminó a pueblos indígenas la mar de avanzados. Sin embargo, la tribu de la magnanimidad abraza, en nombre de la tolerancia jipi, a culturas en las que se somete a las mujeres o se esclaviza a los niños. Su dictadura de la corrección política ha estabulado las ideas en casilleros de humo. Si denuncias que los paquistaníes que han matado a sus hermanas por rechazar un matrimonio de conveniencia pertenecen a una sociedad medieval, eres un racista. Si en una noticia detallas el origen de un violador, eres un xenófobo. Cuando la verdad molesta o estigmatiza, la sociedad se ha podrido.
El relato de la caterva mesiánica es siempre de brocha gorda. El pincel está prohibido. Si repudias a un gueto de africanos que lapidan a sus esposas por adulterio, estás contra la inmigración y, por tanto, eres un facha. Si defiendes la presunción de inocencia de un hombre tras una denuncia de violación, eres un machista facha. Si detestas las comunidades prehistóricas que obligan a las mujeres a ir tapadas de la nuca al tobillo, eres un ignorante que no respeta la idiosincrasia de cada pueblo, es decir, un facha. Y con ese cuento nos tienen arrinconados mientras ellos agasajan a una de las tres esposas de un emir o se financian con dinero de regímenes que masacran a los homosexuales. Pero hay que perderle el miedo a la realidad: decir que hay pueblos salvajes no es fascista, todo lo contrario, es progresista. Porque así valoramos mejor lo que significa vivir en un país desarrollado. Todavía.