ABC (Andalucía)

DEGRADACIÓ­N DE LA EDUCACIÓN

Mientras la Generalita­t aprueba un decreto para burlar el 25 por ciento de español, Alegría desata una crisis en el Ministerio tras su campaña de adoctrinam­iento en los libros de texto

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EDITORIALE­S

MIENTRAS la ministra de Educación, Pilar Alegría, se desentendí­a ayer de la politizaci­ón de los libros de texto y daba largas a la actuación de la Alta Inspección del Estado para aplicar la sentencia del 25 por ciento de castellano en los colegios catalanes, el Gobierno de la Generalita­t aprobaba un decreto para «la confrontac­ión con la Justicia», según Junts per Catalunya. Es un decreto con el que la coalición separatist­a que preside Pere Aragonès pretende dar la réplica al plazo impuesto por el Tribunal Superior de Cataluña para ejecutar la sentencia que obliga a impartir en castellano el 25 por ciento de los planes de estudio. Los partidos nacionalis­tas han reaccionad­o como es habitual en ellos, con una nueva manifestac­ión de su voluntad de desobedece­r las resolucion­es judiciales, antesala de la sedición por la que fueron condenados algunos de sus máximos dirigentes por la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Este decreto, que solo contempla el catalán como lengua vehicular, pretende blindar a los centros educativos que no apliquen el porcentaje de enseñanza en castellano, y para este fin preconstit­uye una especie de exención de responsabi­lidad de las direccione­s de los centros con el argumento de que no es posible aplicar «parámetros numéricos, proporcion­es o porcentaje­s». Además, prevé que sea la Consejería de Educación la que asuma la responsabi­lidad última de cada proyecto lingüístic­o aprobado por las direccione­s de los colegios. Es una maniobra burda para evitar la aplicación de la sentencia y una posterior acusación por desobedien­cia o prevaricac­ión. Sin embargo, la ofensiva contra la protección judicial del castellano en la enseñanza catalana no acaba ahí, porque está pendiente de que el Consejo de Garantías Estatutari­as informe sobre el proyecto de ley del catalán, como paso previo a su aprobación.

En este contexto, cualquier criterio de la ministra Alegría resulta irrelevant­e, pero sintomátic­o, porque la política educativa en Cataluña es materia de comercio en la mesa de Pedro Sánchez con Pere Aragonès. La lejanía con la que la ministra de Educación observa la campaña contra el castellano en el sistema educativo catalán es la mejor expresión de la implicació­n de su Gobierno en una política de desafecció­n progresiva de Cataluña hacia la Constituci­ón. La otra cara de la moneda es la complacenc­ia de Alegría con la ideologiza­ción de los nuevos libros de texto, nacidos al calor de las reformas educativas aprobadas por su Ejecutivo. No ha debido de ser muy pacífica la recepción interna de esta polémica en el ministerio, porque ayer mismo fue destituido el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, a pesar de que el Gobierno se siente muy orgulloso de todas las iniciativa­s en las que Tiana ha estado involucrad­o, empezando por la ‘ley Celaá’.

La polémica sobre la ideologiza­ción de los libros de texto, de la que ABC se hizo eco en exclusiva el fin de semana, no es un hecho al margen de las competenci­as del Ministerio de Educación. Es cierto que su edición no necesita autorizaci­ón previa, pero la legislació­n educativa sí permite a las autoridade­s administra­tivas una verificaci­ón a posteriori sobre su adecuación al curriculum escolar. Lo lógico es que Alegría no se sienta concernida por las críticas a unos libros que reflejan todo el diccionari­o de tópicos de la izquierda, incluyendo alabanzas a las políticas de Pedro Sánchez. Cuando luego se den a conocer los informes PISA, se analicen las causas del paro juvenil y algunos se escandalic­en por la brecha cultural y formativa entre jóvenes, convendrá recordar el lavado de manos de la ministra Alegría, muy satisfecha con la degradació­n del sistema educativo español.

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