Hay corrillos
«No hago más que acordarme de mi amigo: ‘Miranda, esto se va a pique’»
En uno de los primeros empleos de mi vida se produjo una situación laboral casi insostenible, de manera que la mayoría de los curritos cuchicheaban sin parar. Aquello era agotador: en el ascensor, en la cafetería, en la puerta del baño te cruzabas con grupúsculos de dos o tres susurrando: «Que si fulanito ha dicho, que si es culpa de menganito, que si...». Todos esgrimían sus recetas para resolver el problema, muchas de ellas contradictorias y todas parciales. El que lo vio más claro fue uno que no se daba importancia, pero que tenía tres décadas de experiencia laboral. Me abrió los ojos: «Hay corrillos, Miranda, esto se va a pique». Y así fue. Todos al paro.
Alberto Saiz le dijo a Chicote que Pedro Sánchez dejó en muy mal lugar al CNI al hacer un reconocimiento explícito del espionaje, y que es insólito que un Gobierno reconozca que el móvil del presidente ha sido espiado. Más aún, dijo Saiz, si Sánchez lo admitió por un interés político. Tiene razón el exdirector del CNI, pero desgraciadamente es el ‘modus operandi’ del presidente. Nada se interpone en su camino. Entidad pública sobre la que pone la mano, entidad en la que empiezan los corrillos. Y en el CNI, que de cuchichear saben un rato, los cotilleos están a la última: que si «Sánchez nos ha traicionado», que si «éste quién se cree», que si «los servicios internacionales se descojonan», que si «esto no había pasado nunca». Y mientras, la Casa sin barrer.
Lo terrible es que los susurros que hoy se escuchan en los pasillos del CNI son los mismos que se escucharon en la Fiscalía al llegar Lola Delgado, los mismos que en la Abogacía del Estado cuando Sánchez se cargó al abogado general; o que en el Consejo de Transparencia cuando decidió tomarlo por asalto; los mismos que en Correos cuando designó a su exjefe de gabinete; o en las filiales de Navantia cuando llegaron dos exsenadores del PSOE, abogado y enfermera, o en tantos aterrizajes con tufillo a PSC. O cuando su mujer irrumpió en el Instituto de Empresa o su mejor amigo fue nombrado director general. Vayas donde vayas, hay corrillos y más corrillos. Y yo no hago más que acordarme de mi amigo.: «Miranda, esto se va a pique».