La suerte del Donbass se juega en Severodonetsk
Se combate calle por calle en este enclave vital de Lugansk que está cerca de convertirse en un nuevo Mariúpol
Después de tres meses de intensos ataques de artillería pesada, aviación y morteros, las tropas rusas lograron penetrar ayer en las afueras de Severodonetsk, la ciudad más importante de Lugansk en manos ucranianas y clave en la batalla del Donbass. El gobernador de Lugansk, Serguéi Gaidai, admitió que los uniformados del Kremlin han tomado posiciones en las afueras del noroeste y sureste de la localidad y que la dura ofensiva mató ayer a dos residentes e hirió a otros cinco que se encontraban cocinando con leña en el exterior del edificio donde se refugiaban. Las autoridades informaron de duros combates cuerpo a cuerpo que impiden la evacuación de civiles y la recogida de cadáveres, por lo que resulta difícil calcular el número real de bajas.
El responsable municipal Roman Vlasenko admitió ayer que «los combates se han trasladado a las afueras de Severodonetsk porque el enemigo consiguió avanzar desde dos direcciones, Novoaydar y Starobilsk, hasta penetrar unos cien metros en la ciudad. No pudo avanzar significativamente porque nuestros hombres continúan defendiéndose».
Fuerzas chechenas
El domingo, Gaidai había señalado que se estaba estudiando una retirada parcial de los ucranianos tras la toma, a manos de tropas chechenas aliadas con el Kremlin, del hotel Mir, situado en el norte de la localidad, aunque luego descartó un repliegue táctico que cada hora que pasa cobra más sentido, dado que Rusia sigue reforzando a sus tropas desde frentes cercanos con armamento, munición y personal. En cualquier caso, la presencia de tropas chechenas –el líder prorruso Ramzan Kadírov dio por completada la ocupación de la ciudad hace tres días en su canal de Telegram, aunque los vídeos que llegan desde Severodonetsk donde se aprecian combates cuerpo a cuerpo lo desmienten– resulta preocupante.
Según el alto mando ucraniano, el objetivo ruso es rodear tanto Severodonetsk como Lisichansk, el otro bastión ucraniano situado a una treintena de kilómetros, y cortar las principales líneas de abastecimiento al tiempo que las tropas de Moscú avanzan desde las localidades de Bobrove y Ustinivka. Las autoridades locales advierten que Severodonetsk está a punto de «convertirse en un nuevo Mariúpol», y en declaraciones a Ap el alcalde Oleksander Striuk estimó que al menos 1.500 civiles han muerto en la ciudad, que antes albergaba a 100.000 habitantes, desde el inicio de la invasión. El gobernador Gaidai destacó que «el 90% de los edificios de Severodonetsk han resultado dañados y más de dos tercios de las viviendas han quedado completamente destruidas». Sin embargo, señaló que las fuerzas ucranianas habían expulsado a las tropas rusas de la aldea de Toshkivka hacia el sur, lo que podría frustrar el intento de Moscú de rodear el área de forma inminente.
El Ejército ucraniano también informó de intensos combates alrededor de Donetsk, la capital regional, así como de Limán, una pequeña localidad que sirve como un centro ferroviario clave en la región cuya ocupación permitirá reforzar la ofensiva contra las ciudades de Sloviansk y Kramatorsk, la capital administrativa de la provincia de Donetsk bajo control ucraniano.
Mantener el escaso control que tenía del Donbass se antoja casi imposible para Kiev. El presidente Volodímir Zelenski admitió ayer que la situación allí es «indescriptiblemente difícil» para los ucranianos. «Capturar Severodonetsk es un objetivo fundamental para los ocupantes y hacemos todo lo posible para evitar este avance», aseguró en un discurso.
El objetivo ruso sería rodear tanto Severodonetsk como Lisichansk, el otro bastión ucraniano situado a una treintena de kilómetros
La evacuación de civiles de la ciudad, que suele verse condicionada por la frágil situación de la única carretera que conduce al oeste del país, sometida a intenso fuego de artillería, se vio ayer interrumpida tras el ataque contra una ambulancia blindada de rescate que se cobró la vida del periodista francés Frédéric Leclerc-Imhoff. La misma situación es aplicable a Lisichansk, la otra ciudad bajo control ucraniano en medio de la ruta, en cuyas proximidades se libraron ayer duros combates y donde los bombardeos rusos se emplean a fondo. «La ciudad está bajo fuego las 24 horas del día, los siete días de la semana. La logística es muy difícil, no podemos entregar ayuda humanitaria o evacuar a la población civil porque, salvo excepciones, no hay oportunidades seguras para actuar».
De una guerra a otra
Una de las últimas evacuadas de la ciudad fue Victoria, de 49 años y a cargo de su madre, Valentina, de 87, que el pasado sábado yacía postrada en una cama en el centro de evacuación abierto en la localidad de Sloviansk, también bajo fuego ruso. «Ella vivió la II Guerra Mundial, ¿por qué debe pasar por esto de nuevo? ¿No tuvo suficiente?», se desesperaba su hija mientras la anciana gemía de dolor y miedo.
Victoria, que había llegado la víspera a Sloviansk, narraba tres meses aterradores. «Llevan bombardeando Severodonetsk desde el primer día de guerra», lamentaba, «con cohetes y misiles, desde tierra y aire, todo ha sido destruido». La mujer contaba que antes de la invasión su madre solía pasear cada día en las calles, pero que desde el inicio de las hostilidades perdió, a causa del estrés y del miedo, cualquier movilidad y hoy en día no se puede levantar.
Dado que no podía llevarla al sótano durante los bombardeos, ambas permanecieron en su casa, sin cristales por la onda expansiva y con las escaleras dañadas por un ataque de artillería. «En el último mes, los muros temblaban todo el tiempo por la fuerza de las explosiones», detallaba la mujer. «No teníamos luz ni agua o gas desde hace dos meses, cada día me veía obligada a salir entre una y dos horas a buscar agua, a veces en viviendas bombardeadas y abandonadas, otras veces me acercaba a fuentes. Llevamos un mes cocinando con leña, cociendo patatas y pasta de la poca ayuda humanitaria que llega», continuaba mostrando sus manos ennegrecidas por la ceniza. «Como no había luz, hacíamos velas con patatas y grasa para iluminarnos».
La mujer describía una visión apocalíptica cada vez que recorría las calles. «Todo, todo está dañado. No queda ni un solo cristal en la ciudad. Los marcos de las ventanas han desaparecido de todos los edificios, y todos los coches y autobuses parecen inservibles». A pesar de ello, la huida a Sloviansk deja a ambas en una situación muy delicada. «No tengo dinero ni para comprar pan. Los voluntarios no nos dieron opción, nos sacaron de allí en autobuses y aquí no tengo ningún lugar donde vivir ni medios para alquilar una habitación. En Dnipro dicen que ya no hay viviendas libres. ¿Dónde se supone que debo ir? Mi madre necesita medicación y no tengo nada con qué pagarla».
Victoria culpa a Zelenski por no haber alcanzado un acuerdo con Rusia que parase la guerra y arremete contra el Gobierno ucraniano. «Me da igual que me gobiernen rusos o ucranianos, solo quiero poder vivir en mi casa. Si sigue en pie, es el único lugar que tengo para vivir, ya sea con rusos o con ucranianos a cargo». Como ella, otros residentes de Donbass se ven secuestrados por unos combates que les arrebatan las propiedades que constituyen todo su patrimonio.