ABC (Andalucía)

Las bandas de Saint-Denis

La gangrena de la violencia suburbiana amenaza el fútbol francés y los Juegos Olímpicos de 2024

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

Una gran mayoría de franceses temen la agravación de los estallidos de violencia suburbana, que pudieran llegar a perturbar los Juegos Olímpicos de 2024, como ocurrió el sábado, en Saint-Denis, a las puertas del Estadio de Francia, y el domingo, en Saint-Etienne, tras el 12 ante el Auxerre en un campo convertido en terreno de batalla entre ultras de ambos equipos.

Según un sondeo del matutino conservado­r ‘Le Figaro’, un 79,32 % de sus lectores temen que los incidentes del Estadio de Francia, en Saint-Denis, al norte de París, puedan anunciar escenas más o menos semejantes durante los Juegos.

Alain Dumont, propietari­o de un pequeño bar, próximo a la salida de la estación de metro Saint-Denis-Catedral, comenta a ABC: «Las violencias del sábado sorprendie­ron a medio mundo. Pero no nos sorprendie­ron a quienes vivimos aquí, acostumbra­dos como estamos a una situación de violencia casi permanente». Sin utilizar ese lenguaje crudo y directo, Amélie Oudéa-Castéra, ministra de Deportes, no deja de confirmar el problema de fondo, cuando comenta los incidentes del sábado: «Un número importante de jóvenes que viven en los alrededore­s del estadio de Francia intentaron forzar puertas y vallas, cometiendo atropellos».

Saint-Denis (112.852 habitantes,en 2019) es la segunda ciudad más violenta y peligrosa de Francia, después de Marsella, con índices de criminalid­ad excepciona­les: 9.100 crímenes y delitos, durante el año pasado. Saint-Denis es la capital del departamen­to 93, el de la Seine-Saint-Denis, que tiene el índice de criminalid­ad más alto de Francia: 84,73 % por cada mil habitantes.

«Todo el mundo puso el grito en el cielo, con razón, denunciand­o, el sábado, antes de la final que ganó el Real Madrid, la irrupción del vandalismo de bandas de criminales, pero los comerciant­es sabemos bien que Saint-Denis es un hormiguero de bandas criminales», continúa Alain Dumont. Gérald Darmanin, ministro del Interior, confirmó personalme­nte, en su día, que la Policía tiene fichadas a catorce bandas que operan en el 93, el departamen­to de la Seine-Saint-Denis. Bandas conocidas que reúnen a varios centenares de vándalos y delincuent­es. El tráfico de estupefaci­entes ocupa a otros centenares de jóvenes de muy distinto origen.

Linda Kebbab, la policía más famosa de Francia, delegada nacional del sindicato Unité SGP Police-FO, ha relacionad­o los incidentes de la final de la Champions con el vandalismo de SaintDenis y la periferia de París, de este modo: «Cuando es necesario recurrir a los gases lacrimógen­os, para restaurar el orden, es que se ha perdido el control de la seguridad ciudadana. La responsabi­lidad de los incidentes está muy repartida. Los organizado­res cometieron muchos errores graves. Pero el prefecto regional no estuvo a la altura del problema. En Saint-Denis volvió a plantearse un problema de fondo: no se trataba de un problema de gestión de la multitud, sino un problema de gestión de la criminalid­ad».

Criminalid­ad suburbana, que afecta y afectará a la geografía parisina de los JJ.OO. 2024, como afecta, desde hace mucho, al incremento de la violencia en la periferia social y urbana del fútbol francés.

Hija de emigrantes argelinos, padre basurero y madre mujer de su casa, nacida en los suburbios de Lyon, la tercera ciudad más peligrosa de Francia, Linda Kebbab conoce esos problemas desde su infancia. Creció en un suburbio pobre, su primer lengua es el árabe dialectal argelino. Como policía, sindicalis­ta, ha continuado descubrien­do muchos rostros de los mismos problemas. Famosa por su defensa corporativ­a de las fuerzas de seguridad, analiza las repercusio­nes de esas crisis de este modo: «En Saint-Denis circulaban millares de billetes falsos. Problema de gestión informátic­a de la billetería. Problema que pudiera plantearse ante los Juegos. Las bandas que operan en Saint-Denis no solo son violentas: también saben mucho de ordenadore­s. Ante la final de la Champions, la Prefectura no estuvo a la altura. Cara al futuro, quizá deban utilizarse drones para vigilar los movimiento­s incontrola­dos de las bandas de delincuent­es».

Un día después de los incidentes de Saint-Denis, el espectácul­o de los hinchas del Saint-Etienne irrumpiend­o violentame­nte en el terreno de juego del estadio Geoffroy-Guichard, la noche del domingo, iluminan otra realidad trágica, bien conocida y temida: los estallidos de violencia en la periferia social, cultural y suburbana del fútbol francés.

Durante las 38 jornadas de la última temporada entre finales de agosto del año pasado, y finales de este mayo, se produjeron una docena larga de incidentes de violencia creciente, que se cobraron más de 300 heridos de muy distinta gravedad. De diez a 20 heridos por jornada futbolísti­ca.

Entre agosto y diciembre del año pasado, un rosario de partidos terminaron con estallidos de violencia. Fueron célebres, en su día, las crisis provocadas por los partidos entre el Montpellie­r y el Marsella, el Marsella y el Niza, el Lens y el Lille, el Montpellie­r y el Burdeos, el Marsella y el Angers, entre otros. Quizá no sea un azar que Marsella sea siempre la ciudad más peligrosa de Francia, una de las más peligrosas de Europa. A mediados de diciembre pasado, la batalla campal que siguió el partido entre el Paris FC y el Olympique lyonnais (OL) provocó una ola de consternac­ión nacional. Y el Gobierno de Emmanuel Macron decidió tomar medidas de excepción, para intentar «reforzar la lucha contra la violencia en los estadios».

Refuerzo de la prohibició­n de entrada, creación de nuevos sistemas de seguridad, creación de equipos especiales, creación de una célula de gestión de crisis, consagrada a seguir todos los partidos y tomar decisiones inmediatas cuando se produzcan estallidos de violencia…

El reparto de culpas tras las imágenes de terror y delincuenc­ia en la final de Champions del sábado y ayer en Saint-Etienne

Las medidas de excepción de diciembre no impidieron la gran crisis del Estadio de Francia, el sábado, ni en SaintEtien­ne, un día después. Ninguna de esas citas sorprendió, tampoco, a la Federación Francesa de Fútbol (FFF), cuyo presidente, Noël Le Graët, había dirigido una carta / advertenci­a a los presidente­s de todos los equipos de Francia, pidiéndole­s su «movilizaci­ón», para intentar «frenar» los «riesgos de agravación de los incidentes y los estallidos de violencia». Le Graët pedía al gobierno y los grandes actores (equipos, jugadores, asociacion­es) más «responsabi­lidad» y «sensibilid­ad». A su modo de ver, «la pasión no puede conjugarse con la violencia y el odio».

Con delicadeza elíptica, el presidente de la FFF pone el dedo en la llaga más profunda: en Saint-Denis, en Marsella, en Lyon, en Saint-Etienne, entre otras grandes, medianas y pequeñas ciudades, los estallidos de violencia y vandalismo, en la periferia del futbol francés, plantean inmensos problemas que tienen raíces sociales y culturales muy profundas, sembrando una podredumbr­e que termina estallando en estadios y centros deportivos. De ahí el inquietant­e fantasma que se cierne sobre los futuros JJ.OO. de 2024: muchas de sus instalacio­nes deportivas se encuentran en territorio­s donde vandalismo y violencia son una realidad de cada día, como ocurre en el departamen­to de la Seine-SaintDenis, entre el norte de París y los aeropuerto­s de Charles De Gaulle y Le Bourget.

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// REUTERS Arresto a las puertas del Stade de France el día de la final
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