«A los profesores también nos cuesta no llorar»
En las graduaciones no solo lloran los padres. Celia Prieto, maestra de Infantil del Colegio Alameda, confiesa que llora igual o más que las familias el día que sus alumnos de 5 años celebran su graduación. «Como profesora paso muchísimos nervios ese gran día. Es un momento en el que reflexionas sobre todo el tiempo que has pasado con ellos, en el que recuerdas el día que atravesaron por primera vez la puerta del colegio con tan solo tres añitos y con el miedo instalado en sus caras por separarse, muchos de ellos, por primera vez de sus padres. Te das cuenta de todo lo que han evolucionado. Desde el inicio han aprendido a ser respetuosos, esperar turno, relacionarse con los demás, adaptarse a nuevas rutinas y hábitos saludables... Les has visto crecer y formarse como personitas».
Para los padres es toda una sorpresa y orgullo ver sobre el escenario cómo se desenvuelven sus pequeños y representan un papel que han aprendido e interpretan con gran ilusión. Descubren una faceta nueva de sus hijos, el culmen de todo lo que han trabajado en el día a día en la escuela. «Si a toda actuación se le añade, además, la proyección de imágenes entrañables de los niños durante el curso y la música, la lágrima está más que asegurada porque la emoción va directa al corazón de padres y docentes», advierte Prieto.
Es más, reconoce que cuando coge el micrófono y dedica unas palabras de agradecimiento a sus pupilos «se me entrecorta la voz y tengo que hacer grandes esfuerzos por no llorar. Siento una explosión de emociones con una mezcla de orgullo, de reconocimiento a su esfuerzo, de gran alegría por el trabajo bien hecho durante tres años y, a la vez, de tristeza porque llega el momento de separarme de ellos, de cerrar una etapa y den el salto a una nueva y, en definitiva, de que se hagan más mayores. Verbalizar todos estos sentimientos cuando clavan sus ojos en los míos es muy difícil lograrlo sin lágrimas».