Inocencia perdida
Llámenme carcamal, pero quizá algún crío sufra indigestión ante esas imágenes
SUS padres regentaban una próspera carnicería y supongo que por eso fue el primero de la pandilla en tener un reproductor de vídeo VHS. Cuando se marchaban por la tarde, normalmente al bingo pues corrían ochenteros tiempos de videoclubs y bingos, nos avisaba y acudíamos para ver películas porno. Nos acuchilló aquella calentura a los quince años o así y contemplábamos risueños, sonrisa nerviosa conejil a flor de labio, las gimnasias de sudor, jadeos, banda sonora de organillo sin cabra incorporada y doblaje de ultratumba. Las actrices de esas películas podían haber entonado la célebre frase de Lina Romay, la musa de Jesús Franco, cuando pronunció: «Sólo me visto si el guión lo exige». Pero sospecho que carecían de su inteligente humor.
Según algunas fuentes, hoy, las criaturas, aterrizan de golpe en los pantanosos terrenos del porno extraduro a la edad de ocho años. Llámenme antiguo, pero intuyo que a lo mejor no todos están preparados para recibir esos impactos a tan tierna edad. Llámenme carcamal, pero quizá algún crío sufra indigestión ante esas imágenes y a saber cómo lo encajará en el futuro. Cuando averigüé el dato, lo primero que pensé fue ese típico: «La culpa es de los padres por no controlar a sus retoños». Pero recordé que nosotros, desde bien pequeñuelos, aprendimos a sortear las barreras impuestas por los adultos. Sortear la vigilancia de los mayores forma parte del rito de la iniciación a la vida. No, no me parece justo acusar siempre a los padres de laxitud total. Es cierto que les compran el telefonillo móvil demasiado pronto, pues así no les dan la turra y se ahorran reprimendas. En este sentido sí se observa cierta vagancia. Y un niño con móvil segrega el peligro del famoso ciego con pistola que irrumpe en el metro y dispara al tuntún, según apuntó Chester Himes. El juez de menores Calatayud contaba que, cuando los padres le preguntan a qué edad necesitan el chisme sus hijos, responde: «Cuando se lo puedan pagar». Eso es sabiduría y lo demás pornografía sentimental.