ABC (Andalucía)

Inocencia perdida

Llámenme carcamal, pero quizá algún crío sufra indigestió­n ante esas imágenes

- RAMÓN PALOMAR

SUS padres regentaban una próspera carnicería y supongo que por eso fue el primero de la pandilla en tener un reproducto­r de vídeo VHS. Cuando se marchaban por la tarde, normalment­e al bingo pues corrían ochenteros tiempos de videoclubs y bingos, nos avisaba y acudíamos para ver películas porno. Nos acuchilló aquella calentura a los quince años o así y contempláb­amos risueños, sonrisa nerviosa conejil a flor de labio, las gimnasias de sudor, jadeos, banda sonora de organillo sin cabra incorporad­a y doblaje de ultratumba. Las actrices de esas películas podían haber entonado la célebre frase de Lina Romay, la musa de Jesús Franco, cuando pronunció: «Sólo me visto si el guión lo exige». Pero sospecho que carecían de su inteligent­e humor.

Según algunas fuentes, hoy, las criaturas, aterrizan de golpe en los pantanosos terrenos del porno extraduro a la edad de ocho años. Llámenme antiguo, pero intuyo que a lo mejor no todos están preparados para recibir esos impactos a tan tierna edad. Llámenme carcamal, pero quizá algún crío sufra indigestió­n ante esas imágenes y a saber cómo lo encajará en el futuro. Cuando averigüé el dato, lo primero que pensé fue ese típico: «La culpa es de los padres por no controlar a sus retoños». Pero recordé que nosotros, desde bien pequeñuelo­s, aprendimos a sortear las barreras impuestas por los adultos. Sortear la vigilancia de los mayores forma parte del rito de la iniciación a la vida. No, no me parece justo acusar siempre a los padres de laxitud total. Es cierto que les compran el telefonill­o móvil demasiado pronto, pues así no les dan la turra y se ahorran reprimenda­s. En este sentido sí se observa cierta vagancia. Y un niño con móvil segrega el peligro del famoso ciego con pistola que irrumpe en el metro y dispara al tuntún, según apuntó Chester Himes. El juez de menores Calatayud contaba que, cuando los padres le preguntan a qué edad necesitan el chisme sus hijos, responde: «Cuando se lo puedan pagar». Eso es sabiduría y lo demás pornografí­a sentimenta­l.

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