ABC (Andalucía)

El brindis de un torero a Don Juan Carlos: «Por lo que hizo por España»

- ROSARIO PÉREZ

Se acercó Morenito a las tablas, buscó el micrófono de Javier Bocanegra y comenzó su dedicatori­a. «¿A quién brinda?», se preguntaba­n los curiosos del tendido. Vía teléfono, el sobrino del simpático de Miguel Salgado deletreó el brindis: «Nunca he tenido el gusto de que el Rey Don Juan Carlos haya asistido a una corrida mía. Aprovecho para brindar este toro por todo lo que significa para los taurinos y por todo lo que hizo por España en su momento». Cuando el eco de sus palabras –a través de las cámaras del Canal Toros– llegó a las gradas, muchos aplaudiero­n el gesto. «El Rey debería estar aquí viendo la corrida de su amigo Samuel Flores y no en Abu Dabi», comentó Alberto González, «más monárquico que las piedras de Zarzuela». Tampoco faltaron las perlas: «Como se enteren los de Podemos, largan de España a Morenito». El torero burgalés tuvo el detalle con su primero bis, sustituto de un titular del que no agradaron ni su presencia ni sus flojos remos. «¿Dónde están los veterinari­os, dónde están?», sonó en el 4. Y el de Aranda, sin taparse, arrastró el capote hasta tirar a Peinarrizo­s. Un sector ya tenía lo que quería: ver el sobrero de José Cruz. Otros se conformaba­n con disfrutar de Florito y sus cabestros. «Qué eficacia», elogiaron. Y luego alabaron a Estornino, nombre del remiendo: «Este tiene más emoción».

De la línea de las ‘peinadoras’ habían sido también los anteriores. Peinanovia­s abrió plaza: más tirones que un principian­te en peluquería pegaba. No embestía, topaba. «Qué mala suerte la de Damián», dijo un seguidor del confirmant­e. O quizá sí la tuvo: «¿Acaso no es suerte terminar de pie la faena con ese bicho?», cuestionó otro. En medio de algunas palmas –«¿cómo aplauden esta prenda?»– se arrastró el toro de Isabel Flores. Más grande fue el susto de los ocupantes del callejón cuando Peinanenas intentó un salto olímpico: caras de horror para una pintura de Goya. Ahí se dejó todas sus fuerzas el castaño. «¡Hay que devolver los inválidos!», gritaron. Le tocó a Robleño, que luego se retaría con un cuarto de más majestuosa arboladura que una secuoya. «Este me arreglaba la chimenea del invierno», se oyó en la zona de chiqueros. Más pitones que los doce de rejones lucía. Léa Vicens podía dar fe desde el burladero.

Sin fondo de bravura, todo quedó en la fachada de las caras. «Qué falta de casta», señaló un abonado. «Una patata», añadió Rafa Redondo en preferente. El 7 puso la guinda: «Qué ganas de ver una corrida de toros».

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