ABC (Andalucía)

«No somos esclavos»

La nueva regulación en las ciudades autónomas impone medidas contra las contrataci­ones ilegales

- J. J. MADUEÑO CEUTA

Sueldos variables, sin cotización y dependiend­o, en muchos casos, de la generosida­d del patrón. Esa es la situación que tenían en Ceuta y Melilla gran parte de las empleadas de hogar antes de que, hace dos años, Marruecos cerrara unilateral­mente la frontera terrestre con España por la pandemia. Contra eso, para volver a trabajar a España el acuerdo entre países incluye una serie de requisitos para luchar contra la economía sumergida: había casos que rozaban la explotació­n laboral. «No somos esclavos», asegura Rachida Jraifi, portavoz del colectivo en Ceuta y que trabaja como empleada de hogar.

Ella es una de las mujeres que se quedó en el lado español de la verja durante los más dos años de cierre de frontera. En este tiempo, las cosas han cambiado. Ella no ha dejado de estar empleada, pero otros muchos sí. Han visto cómo las empresas se extinguían o sus contratos eran interrumpi­dos. Ahora tienen que iniciar un largo proceso para volver a entrar en este régimen, pero ya no es tan sencillo. «Eso no somete al jefe. Si nos echan ya no nos contrata nadie. Estamos sometidos al amo», explica la portavoz.

Además, afirma que hay trabajador­es a los que se les ha cortado el contrato, la mayoría, 1.700 de 1.800, según ha reconocido la Delegación del Gobierno de Melilla. Ellos no pueden pasar a España a pedir el finiquito, a tramitar su jubilación o a hacer trámites bancarios. «Hay quien se quedó, le echaron de casa y está viviendo pidiendo favores; si se va a Marruecos no va a poder volver», señala Jraifi.

Y es que los requisitos para la contrataci­ón han cambiado. «Ahora no pueden entrar sin contrato. Antes los podías conocer en la ciudad, porque venían y se ofrecían. Ahora no. El perfil tiene que estar inscrito en el INEM, como todos los demás», señala Arantxa Campos, presidenta de la Confederac­ión de Empresario­s de Ceuta. Explica que ya sólo se van a coger los perfiles que no estén en la ciudad, porque antes de optar por un transfront­erizo hay que evaluar todos los candidatos que salgan en la lista del Servicio Estatal Público de Empleo y hay que rechazarlo­s con motivos de peso.

Ahí es donde ha cambiado el juego. Ahora el contrato es obligatori­o y se le tiene que pagar el sueldo mínimo interprofe­sional a perfiles que antes no se hacía, como son las trabajador­as del hogar. «Antes cobrabas según la generosida­d de tu empleadora: cinco, seis, ocho euros… No eran diez euros como en la Península. Era lo que te daban», afirma Jraifi en una ciudad donde se podía tener una interna de servicio en casa por 400 euros al mes, en muchos casos sin contratos y trabajando en varias casas a la vez.

Eso ahora es impensable con las nuevas regulacion­es y pasa también en otros sectores, como la carpinterí­a, la mecánica o la pintura. «Un perfil que va a hacer falta es el de la construcci­ón. En Ceuta faltan cuadrillas y no se pueden traer de la Península porque hay trabajo allí. Se va a tener que tirar de empleados de Marruecos», asevera Campos, quien señala que las bonificaci­ones fiscales que tienen las contrataci­ones para las empresas –un 60% del IRPF ó el 50% en cotizacion­es a la Seguridad Social– van a hacer que se tire de la bolsa de Empleo cuando se necesiten profesiona­les.

Además, las trabas burocrátic­as a los trabajador­es de la frontera tienen una doble lectura. Por un lado, no sólo se acaba con un mercado laboral atípico con acusacione­s de explotació­n e irregulari­dades, sino que se incentiva la contrataci­ón dentro de las propias Ceuta y Melilla. Si ha llegado a haber casi 7.000 personas que pasaban la frontera diariament­e para trabajar, ahora esos contratos se espera que se repartan, en una inmensa mayoría, entre los parados. Lo cual no sólo genera empleo, sino que -según las fuentes consultada­stambién aligera la carga de ayudas sociales como el Plan de Empleo o el Ingreso Mínimo Vital que tiene que repartir el Gobierno central.

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