Shanghái inicia su reapertura tras dos meses de un estricto confinamiento domiciliario
► Los 25 millones de habitantes aún deben llevar mascarilla y someterse a una prueba cada 72 horas
Iban a ser cinco días pero acabaron siendo sesenta y cinco, que por fin concluyeron ayer. Shanghái inició la reapertura después de dos meses de confinamiento domiciliario que han quebrado el espíritu de una de las ciudades más modernas y prósperas del mundo. La mayor amenaza hasta la fecha para la política de tolerancia cero del Gobierno chino, que este insiste en mantener vigente, queda de momento atrás.
Desde ayer, el 90% de los 25 millones de habitantes de Shanghái –todos aquellos que viven en zonas de bajo riesgo, sin casos en las últimas dos semanas–, pueden salir al exterior. Allí encontraron una «nueva normalidad» en la que aún deben portar mascarilla, evitar aglomeraciones, y donde restaurantes y otros locales comerciales permanecen cerrados. Los ciudadanos, además, deben someterse a una prueba cada 72 horas, procedimiento ya convertido en habitual en todo el país.
Un alivio superficial
Estos no desaprovecharon la oportunidad, lanzándose a la calle. Ya en la noche del martes comenzó una celebración que continuó en la mañana de ayer, mientras los operarios públicos retiraban las últimas vallas que cuarteaban la ciudad. Aunque, más que alegría, para muchos se trata de un alivio superficial. «Nada que celebrar, mucho que recordar», sentenciaba en declaraciones a ABC un residente extranjero que prefiere no desvelar su identidad.
Un lamento extendido que hace referencia a la desprotección de los ciudadanos ante la arbitrariedad de las autoridades, manifestada, por ejemplo, en el desalojo de personas sanas y su desplazamiento a campos de cuarentena en condiciones precarias, la carestía paliada con alimentos en mal estado, la separación obligatoria de padres e hijos por pequeños que fueran; o la ejecución de mascotas en la vía pública.
«El Gobierno de Shanghái necesita hacer una disculpa pública para obtener la comprensión y el apoyo de la gente y reparar su relación dañada», apuntaba en su perfil de WeChat Qu Weiguo, profesor de la prestigiosa Universidad de Fudan, según recogió la agencia Reuters. El comité local del Partido Comunista publicó un texto expresando su agradecimiento a los ciudadanos, aunque sin llegar a reconocer culpa alguna, y asegurando que «Shanghái hará todo lo posible por recuperar el terreno perdido al virus».
Concluyen así las restricciones motivadas por una oleada que ha dejado más de 600.000 casos y 500 muertes desde marzo; cifras sin precedentes en un país cuyas cifras oficiales recogen en total 1,2 millones de casos y 5.200 muertes. Este rebrote, motivado por la alta transmisibilidad de las nuevas variantes, también ha provocado el confinamiento parcial de Pekín.
Baja tasa de vacunación
Pero, por encima de todo, este hecho manifiesta los límites de una política de tolerancia cero que mantiene al país atrapado. Contribuye a ello la baja tasa de vacunación entre ancianos y la reducida capacidad sanitaria, aunque no todos los motivos son científicos: también los hay propagandísticos. El Partido Comunista no puede revertir a la ligera una estrategia que ha convertido en prueba de la «superioridad» de su modelo político y fundamento de su legitimidad. En particular en un momento en que la estabilidad prima por encima de todo, dada la proximidad del XX Congreso, celebrado cada cinco años, en el que Xi Jinping comenzará un histórico tercer mandato que le convertirá en el líder chino más poderoso desde Mao Zedong.