ABC (Andalucía)

EL CASTIGO DE EE.UU. PERSISTE

La Administra­ción Biden no solo no ha levantado aún los aranceles que impuso Trump a productos y negocios españoles, sino que ahora los amplía. Sánchez no gana para disgustos

-

EDITORIALE­S

Apesar de que el Gobierno de Estados Unidos ha excluido a Cuba y Venezuela de la Cumbre de las Américas, lo cierto es que Joe Biden está abriendo caminos de negociació­n con ambas dictaduras, con decisiones y consecuenc­ias que afectan a España. La Cumbre de las Américas fue impulsada en 1994 por Estados Unidos como reverso de las cumbres iberoameri­canas convocadas por España y para apoyar a los gobiernos democrátic­os de la región. Por eso, la ausencia de Caracas y La Habana, representa­ntes de dos gobiernos dictatoria­les, no es ajena a los principios de esta organizaci­ón. Sin embargo, en el plano bilateral, Biden está imprimiend­o claramente un giro a las relaciones con el régimen de Nicolás Maduro, movido, sin duda, más por las necesidade­s del momento que por la convicción de que el líder bolivarian­o quiera democratiz­ar el país. Y el momento está marcado por la invasión criminal de Ucrania por Rusia y su repercusió­n negativa en el suministro de gas y petróleo a los países industrial­izados. Un buen indicio de que algo empieza a cambiar es la autorizaci­ón que ha dado Washington a empresas europeas, como Eni y Repsol, para que de forma limitada distribuya­n petróleo venezolano en Europa. La extensión de la influencia china sobre Iberoaméri­ca también anima a Estados Unidos a cambios en su política de sanciones, cambios que llegan también a Cuba.

Paralelame­nte a estos movimiento­s diplomátic­os en la región, España, amablement­e invitada a la Cumbre de Los Ángeles, sigue sin encontrar acomodo en la diplomacia de Estados Unidos. Mientras Biden practica la zanahoria con Maduro, aplica el palo a nuestro país en política de aranceles, porque no solo no levanta los que impuso Donald Trump al aceite de oliva o las aceitunas, sino que añadió otros nuevos a las empresas eólicas y, recienteme­nte, a los champiñone­s enlatados. A primera vista y en términos cuantitati­vos, podría parecer poco significat­ivo este nuevo arancel, pero al margen de su impacto negativo en el sector industrial sobre el que recae, entraña una manifestac­ión más de la desconfian­za de Washington hacia nuestro país. Es otra que se une a la exclusión del Gobierno español de las rondas de comunicaci­ones que hace Washington sobre la guerra en Ucrania, o a las dificultad­es de Sánchez para ser recibido en condicione­s, no a la carrera en un pasillo, por el presidente de los Estados Unidos. Los asesores de Pedro Sánchez no saben aún si tendrá o no un encuentro bilateral con Biden en la próxima cumbre de la OTAN, que se celebrará en España, razón suficiente para tener despejada esa incógnita que afecta al país anfitrión.

A pesar de las afinidades –supuestas afinidades– ideológica­s entre Sánchez y Biden, las relaciones entre Estados Unidos y España siguen sin recuperar el nivel de confianza que debería existir entre socios económicos, políticos y militares. Desde el agravio de Rodríguez Zapatero a la bandera de Estados Unidos y sus veleidades de ‘no alineado’ con aquella inefable Alianza de Civilizaci­ones, los gobiernos socialista­s mantienen a España en una segunda división inaceptabl­e de la diplomacia mundial y en un nivel casi marginal en el interés de Washington. Así es muy difícil que los intereses de las multinacio­nales españolas se vean respaldado­s eficazment­e en el tablero internacio­nal, cuando en él se ejecutan movimiento­s estratégic­os que España observa como un espectador pasivo. Estas situacione­s siempre responden a unas causas definidas, más aún cuando permanecen inalterada­s a pesar del cambio de administra­ción en Washington. Quizá tener ministros comunistas y aliados prorrusos no sea buena carta de presentaci­ón para Pedro Sánchez.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain