ABC (Andalucía)

Parvulario perpetuo

Nada como una banda de párvulos angelicale­s para blindar a un bronco déspota

- GABRIEL ALBIAC

«Yel ángel no vendrá», medita Auden en su ‘Canción de otoño’. Es bello evocar a los ángeles, siempre que nunca acudan a la cita. Si llegaran a violar esa cautela, la hoguera de su luz nos abrasaría. Eso anunciaba Rilke: «Todo ángel es terrible» y hace ceniza del ingenuo que invocó su presencia.

De todos los horrores con los que nos amenizó el siglo veinte, ninguno tan aniquilado­r como el angelismo: esa preciosa idea que pone el acceso terrenal al cielo a minúscula distancia de los dedos salvíficos de los mejores humanos. Viene de muy atrás esa fantasía. En la Florencia de 1498, Savonarola soñó estar alzando la ciudad que «será, en breve, un Paraíso terrestre, y vivirá en júbilo, entre cantos y salmos; y en la que los muchachos y muchachas serán como ángeles». Y el paraíso fue pira. Y la ciudad inició aquella agria decadencia que Maquiavelo desmenuza en su informe de 1520 para dos grandes Medici: el Papa León X y el futuro Clemente VII. Nada inhabilita más, a la hora de entramar un Estado, que la euforia angélica. Y nada acaba por pagarse a precio más alto.

Hace tres años, un político de colosal cinismo envidó su apuesta de riesgo: tallar, con una párvula banda adolescent­e, los arbotantes que sostuviera­n la descarnada catedral política de sus ambiciones. Sánchez, en ese plazo, ha impuesto su talante autoritari­o a base de decretos-ley y ha dejado el Parlamento en atrezo perfectame­nte prescindib­le: que para ello hubiera de dictar normas poco constituci­onales no pesó en ese duro narcisismo que da, con la mayor alegría, sobre el sumidero. Podemos, durante ese tiempo, ha envuelto el estilo bárbaro del jefe supremo en una melaza turbia, indigestam­ente humanitari­a. Y que rezuma mentira, desde luego; pero eso encanta a cierto tipo de cabezas: las que anhelan que alguien decida por ellas. ¡Es tan grato para un menor de edad ser tutelado por los pringosos ángeles custodios!

El resultado es esto. Una ministra que erige la ‘creencia’ en criterio judicial sexuado: lo que es igual, que borra todas las comunes garantías judiciales. Otra, para quien renunciar a las ‘armas letales’ (debe de ser que las hay ‘curativas’) es lo justo frente a la invasión asesina de Vladímir Putin en Ucrania. Un Gobierno que indulta a la «madre protectora» que perpetró un secuestro con sentencia firme. Un ministerio que despilfarr­a 357.000 euros de nada en campañas publicitar­ias que logren volvernos a todos imbéciles; perdón, quise decir regocijado­s ‘optimistas’... El doctor de La Moncloa, en tanto, ejerce el mando bajo menor control que ha conocido España desde 1978. Nada como una banda de párvulos angelicale­s para blindar a un bronco déspota.

Dice Aristótele­s que «nadie aguantaría estar borracho ni ser un niño hasta el fin de sus días». Ellos sí pueden. Tal vez, porque un buen amo paga su caro parvulario. De por vida.

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