No piensan como nosotros
Observamos a los rusos desde nuestra óptica, esperando una reacción airada en defensa de la legalidad y los derechos humanos en Ucrania. No ha sido así ni lo será a corto plazo
SUPERADOS cien días de la invasión de Ucrania debemos tener clara una realidad: la población rusa no percibe el mundo como la occidental. La mayoría de los rusos han mamado desinformación y censura desde su nacimiento, han crecido aprendiendo que Occidente acosa a su país desde hace siglos, que quiere acabar con su cultura y que la OTAN es una amenaza directa.
Para nosotros el relato putiniano de que Ucrania pretendía dejar avanzar a la Alianza Atlántica hasta la frontera rusa no ha sido más que una excusa para la invasión. Pero para la mayoría de la población rusa, criada rodeada de propaganda, sin nuestros valores y derechos fundamentales, es un argumento suficiente para llevar a cabo una «operación militar especial», como denomina el dictador ruso a la guerra. Tan importante como la brutal represión que practica el Kremlin es la mentira continua convertida en relato oficial, con manipulación de vídeos, de imágenes y de todo lo que haga falta. «Si ustedes entendieran la lengua rusa, como nosotros, y pudiesen ustedes escuchar lo que dicen estas personas en sus conversaciones telefónicas, lo que dicen sus hijos, los jóvenes o los familiares que hablan desde Rusia con Ucrania, entonces entenderían cómo es esa sociedad», lamentaba hace poco Laima Andrikiene, presidenta de la Comisión de Exteriores de Lituania.
Es cierto que cada día crece el porcentaje de rusos que buscan informarse sobre lo que verdaderamente está haciendo Putin. Y que el goteo de críticos es constante. Rafael Mañueco, corresponsal de ABC en Moscú, contaba este fin de semana que el descontento general de la sociedad rusa por el ataque a Ucrania es palpable, fundamentalmente por la idea de que se ha entrado en un conflicto militar con una nación hermana. Pero una cosa es el descontento y otra muy distinta una movilización masiva capaz de torcerle el brazo al dictador. «Cada vez son más los empresarios, artistas, antiguos altos funcionarios, economistas y científicos que huyen de Rusia. Dimiten de sus cargos, liquidan sus negocios, abandonan sus cátedras, dejan sus teatros o cancelan espectáculos», añadía.
El problema es que estas voces siguen lejos de representar el pensamiento mayoritario de la población y que, además, su salida de Rusia está dejando al país libre de opositores internos. Al mismo tiempo, se mantiene el porcentaje nada desdeñable de población fanatizada por el putinismo.
Desde el principio de los ataques hemos observado a los rusos desde nuestra óptica, esperando una reacción airada en defensa de la legalidad y los derechos humanos en Ucrania o un levantamiento interno al estilo del ‘No a la guerra’. No ha sido así ni lo será a corto plazo. El camino va a ser largo.