ABC (Andalucía)

Miedo al encierro y PCR cada 72 horas en la rara ‘normalidad’ china

►Las dificultad­es y la incertidum­bre están llevando a numerosos extranjero­s a emigrar

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN ASIA

El fin del confinamie­nto por coronaviru­s en Shanghái y el levantamie­nto de algunas restriccio­nes en Pekín no significan la vuelta a la normalidad en China, que sigue aferrada a su política de ‘Covid cero’. Aunque el 90 por ciento de los 25 millones de habitantes de Shanghái ya puede salir de sus casas y Pekín permite comer en los restaurant­es y el trabajo presencial, sus vidas continúan sometidas a fuertes controles.

El más notable, y engorroso, es la obligatori­edad de hacerse pruebas PCR cada 72 horas para tomar los transporte­s públicos y entrar en edificios oficiales y centros comerciale­s, que en algunos se reduce a 48 horas. Para tomar las muestras, que son gratuitas, en Shanghái se han instalado 15.000 puestos, pero ni tan elevado número impide que se formen colas de varias horas.

Además de suponer un riesgo por la aglomeraci­ón de gente y una molestia que roba mucho tiempo al día, a veces estalla la tensión, como se ve en los vídeos que circulan por las redes sociales. En uno de ellos, la multitud que llevaba horas esperando acabó destrozand­o la caseta porque ya no quedaban tubos para muestras, que se analizan de diez en diez para agilizar el proceso.

«Yo solo he estado esperando 45 minutos con mi hijo de 6 años, pero algunos amigos se han pasado más de dos horas hacinados en una cola y sin guardar la distancia de seguridad», cuenta por teléfono desde Shanghái el fotógrafo español Enrique Calpe. Encerrado en casa desde el 1 de abril, pudo salir «antes de que se levantara el confinamie­nto el 1 de junio porque –dice– en nuestra urbanizaci­ón hubo una pequeña revolución y fuimos a quejarnos al comité de distrito». Por protestar con una manifestac­ión, algo que es infrecuent­e en China pero que se ha repetido en Shanghái por el confinamie­nto, les dejaron pasear por la calle durante varias horas en los días previos a su fin. «Era muy triste porque estaba todo cerrado y vallado», recuerda Calpe, que aprovechó para tomar unas fantasmagó­ricas fotografía­s de esta ciudad que antes estaba siempre llena de vida y animación.

A esa sensación de desolación se suma el miedo a nuevos confinamie­ntos, ya que algunas urbanizaci­ones y calles han sido cerradas otra vez tras la detección de nuevos contagios. «Mi esposa tenía cita con el peluquero, pero no pudo atenderla porque había salido un positivo en un edificio vecino y la calle entera había sido cortada por la Policía», desgrana Calpe.

En los últimos días, a él mismo le ha tocado hacer estos test por sorpresa a las once de la noche tras el fin del confinamie­nto, lo que ha acabado por colmar su paciencia. «¿Qué vida es esta? Hemos decidido volver a España. China nos ha dado muchísimo en los diez años que llevamos viviendo aquí, pero nos han quitado las ganas de continuar en los últimos seis meses», explica con resignació­n el fotógrafo. El problema, a su juicio, es que «se pierde la confianza». «No sabemos en qué momento pueden volver a encerrarno­s de nuevo».

Esa incertidum­bre, que se vive con auténtica psicosis, está llevando a muchos extranjero­s, e incluso a chinos con posibilida­d de emigrar, a marcharse del país. Pero las autoridade­s no piensan cambiar su política de ‘Covid cero’ pese al enorme impacto social y económico de los confinamie­ntos, que este año han afectado a 160 millones de personas en grandes ciudades que suman una producción de 18 billones de yuanes (2,5 billones de euros), recoge el periódico ‘South China Morning Post’. Solo el confinamie­nto de Shanghái, una de las capitales financiera­s, portuarias y tecnológic­as del mundo, puede costar un 2,53% al Producto Interior Bruto de China.

Solo 64.000 camas UCI

Pero Pekín no contempla la opción de dejar circular el virus, como hacen la mayoría de países amparándos­e en las vacunas. Debido a la alta contagiosi­dad de la variante Ómicron, que ha dejado desde el 18 de abril 626.000 infectados y 588 fallecidos en Shanghái, un estudio chino-estadounid­ense publicado en ‘Nature Medicine’ calcula que 1,5 millones de personas podrían morir sin estos controles y los tratamient­os adecuados. Otros expertos estiman que, si el coronaviru­s corriera libremente, infectaría a 112 millones de chinos (80 de cada 1.000) y llevaría a 2,7 millones de enfermos a la UCI, cuya capacidad es solo de 64.000 camas en el país. Con un sistema sanitario todavía muy precario, tan astronómic­as cifras reafirman a las autoridade­s en su política de ‘Covid cero’.

«Por el confinamie­nto hemos decidido volver a España. ¿Qué vida es esta en la que te llaman para hacer un test a las once de la noche?»

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// REUTERS Un hombre traslada víveres a residentes de otra área por encima de las barreras de bloqueo, ayer en Shanghái

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