ABC (Andalucía)

«Los amores apasionado­s son un desastre para la literatura»

Milena Busquets Escritora ► La autora publica ‘Las palabras justas’, un diario lleno de humor en el que reflexiona sobre el amor y la vida

- BRUNO PARDO PORTO

Milena Busquets (Barcelona, 1972) se autodefine como burguesa, afrancesad­a y sentimenta­l. Habla rápido y ríe mucho, y entre supuestas ligerezas va destapando lo que de verdad importa: el amor, la muerte, pero sobre todo el amor. Acaba de publicar ‘Las palabras justas’ (Anagrama), que es un diario y un ejercicio de estilo y un derroche de humor. El resultado de una mirada que lleva agudizando medio siglo, la búsqueda de la precisión.

—Este es un diario breve, algo raro.

—No quería hacer el típico diario larguísimo, de mil páginas, de ochocienta­s, de trescienta­s. Quería hacer las palabras justas. Yo creo que casi todas las cosas importante­s se pueden decir en ocho palabras, en doce como máximo, y que todo lo demás, a menudo, es innecesari­o. Además estaba el riesgo de resbalar por la pendiente de lo sentimenta­l, que está muy cerca de lo cursi: lo menos literario del mundo.

—No es un libro sentimenta­l, pero es un libro sobre el amor.

—Siempre he dicho que mis dos temas capitales son la muerte y el amor. Pero hace unos días, paseando, pensé que en realidad es solo uno: el amor. Y el amor comprende la muerte, porque amamos de la forma que amamos porque sabemos que todo tiene un fin.

—Le cito: «Es imposible perder el tiempo con el amor, enamorarse sirve precisamen­te para lo contrario, para ganar tiempo». ¿Amar rejuvenece?

—Aunque lo pases fatal, aunque estés en una relación pésima, aunque arrastres una relación más tiempo del convenient­e, hay una intensidad, un sentirse vivo, una forma de palpitar que no se puede experiment­ar en ningún otro terreno. Con ninguna otra pasión. Eso solo te lo puede provocar el amor y el sexo. Y el amor no te rejuvenece, pero te permite vagar entre las edades. Te permite no tener edad durante algún tiempo. Y esto está bien.

—¿El no tener edad?

—Sí, la edad no me importa mucho. En algunos temas somos muy jóvenes y en otros mayores. Yo a los quince años ya era una vieja, tenía muy presente eso que dice Ginzburg: tal vez estemos mirando el mundo por última vez sin saberlo.

—¿Cómo maneja la intimidad ajena en los diarios?

—Yo considero que todo lo que he vivido es mío, y con ello hago lo que quiero. Y considero, además, que todo el mundo tendría que pensar esto de su vida. Para mí es mi material literario. Pero incluso para la gente que no escribe esto es válido: nuestra vida es nuestro material, y es un material riquísimo, inagotable. Nunca he pedido permiso a nadie para escribir, y nunca se me ha quejado nadie. Tal vez porque contra quien más tiro es contra mí.

—¿No dudó en contar nada?

—Dudé mucho lo de comentar eso de salir con un hombre veinte años más joven. Y al final pensé: lo voy a decir, porque sigue siendo un poco un escándalo. En estos momentos es más escandalos­o entrar en un local cogida de un hombre veinte años menor que cogida de la mano de una mujer. Y es una enorme injusticia.

—Le vuelvo a citar: «Demasiado feliz para escribir».

❝ «Casi todas las cosas importante­s se pueden decir en ocho palabras, en doce como máximo; lo demás es innecesari­o»

—Me pasa cuando estoy enamorada [ríe]. Hay un equilibrio muy complicado entre el amor y la literatura, una lucha. Proust, que es mi gran Dios, se puso a escribir en serio cuando se enfermó y dejó de poder hacer vida social. Así que escribir es un poco dejar la vida de lado, y los amores apasionado­s son un desastre para la literatura. Por eso la mayoría de los escritores buenos se buscan a mujeres que les organizan la vida, que no les vuelven locos. Estoy pensando en buscarme un hombre así [ríe otra vez].

—Dedica muchas páginas a la búsqueda de la belleza, que dice que es la búsqueda de la verdad.

—Es que es el mismo camino. Hay esta idea de que lo bello es equiparabl­e a lo convencion­al, a lo burgués, y que lo que tiene interés es lo cutre, lo oscuro. Y es una dicotomía absurda. Ahora me voy a meter en un jardín. Hay un intento de sacar a la luz la regla, los embarazos, la sangre, la lactancia, la menopausia. Son asquerosid­ades, cosas puramente fisiológic­as que no interesan a nadie. Mi hijo recibe clases sobre lo que es la regla... No sé si hace falta un conocimien­to tan profundo sobre la regla. Y no es verdad que los hombres no sepan que tenemos la regla, que damos de mamar. Es mentira que las mujeres tengamos que hacer este exhibicion­ismo… La intimidad se puede compartir cuando tiende al placer o a una cierta belleza. Cuando la intimidad es puramente fisiológic­a no me parece materia literaria.

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// GREGORI CIVERA La escritora Milena Busquets

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