ABC (Andalucía)

«Más que ganar los cuatro grandes firmaría poder jugarlos»

► El balear profundiza en su lesión y en el tratamient­o para alargar su exitosa carrera, sin olvidarse de su felicidad fuera del tenis, como con el parchís Rafael Nadal Campeón de Roland Garros

- LAURA MARTA ENVIADA ESPECIAL A PARÍS

Se sienta Rafael Nadal en un sillón de corte clásico en el salón Ópera del hotel Interconti­nental para recibir a los enviados especiales. La sala, esculturas, techos altos, vidrieras y espejos por doquier, se construyó en 1862 y albergó la vida social de la Francia más ilustre, con Victor Hugo como uno de sus más destacados invitados. Hoy, nadie más ilustre que Nadal, el rey Nadal, campeón de Roland Garros por decimocuar­ta vez, 22 Grand Slams, a quien le da apuro ser el único sentado mientras los demás están de pie. Pero lo necesita; la cojera es ostensible y también los gestos de dolor, aunque los camufle con una sonrisa siempre amable a todos los presentes. Pie derecho estirado y pie izquierdo, ese pie, encogido bajo el sillón y con el tobillo fuera de la zapatilla. Se acaba de despertar el pie. No Nadal, el pie, después de dos semanas con inyeccione­s para dormir el nervio sensitivo. Y ahora duele. Fue su deseo de cumpleaños: un pie nuevo, por encima de cualquier título. De todos los títulos, incluso este, especial donde los haya, aunque la celebració­n fue tranquila: cena en el mismo hotel con familia, patrocinad­ores, amigos de Mallorca y Pau Gasol, por ejemplo.

—¿Qué tal ha pasado la noche?

—Bien, estoy bien, físicament­e la verdad es que estoy muy bien. No te voy a engañar, he estado muy bien las dos semanas. A veces, cuando juegas partidos largos, tienes agujetas. Sorprenden­temente, y prácticame­nte con el nulo entrenamie­nto que he tenido previo a este torneo, he jugado partidos de más de cuatro horas, contra Felix, contra Novak, con Zverev llevábamos tres horas, pero las mañanas siguientes, a nivel corporal, me levantaba bien. A estas alturas de mi carrera y mi edad, sorprenden­temente me encontraba bien físicament­e.

—¿Y esta ha sido una noche normal?

—No, porque me dolía el pie. Es así. Cuando se me despierta duele, y después de dos semanas y media tomando muchísimos antiinflam­atorios, analgésico­s, prácticame­nte cada seis horas, porque no quedaba otra opción, porque había que hacerlo, cuando se me despertaba yo dejaba de tomar, porque no puedo tomar esto ‘in aeternum’, pues hoy… un día complicado.

—¿Cuánto dura la anestesia?

—Depende, no es matemático, pero dura unas siete u ocho horitas.

—¿Se puede entrenar jugar sin sentir el pie?

—Hay que tener una cosa clara. Para que nos entendamos, que luego es fácil especular. Me hacen un bloqueo a distancia de los nervios sensitivos. Si te duermen el motor, no puedes mover el pie. Después de alguna operación para quitar dolor no puedes, es imposible, el pie se te queda sin control alguno. A mí me duermen el nervio sensitivo. Y no es matemático tampoco. Hay días que se te duerme un poco más hacia abajo. En la final se me durmieron los dedos también. La sensación era peor, es una realidad. Pero tienes el control del tobillo: menos que si no lo tienes dormido, pero de alguna manera lo sigues controland­o lo necesario para poder competir.

—¿Se tiene que jugar a veces de memoria?

—Tienes el control del pie, lo que pasa es que no tienes ninguna sensibilid­ad. Y podría haber un poco más de riesgo a la hora de doblarte el tobillo y estas cosas. Pero por lo demás, os aseguro, estar jugando con el pie dormido o no con el pie dormido, da igual si no hay sensibilid­ad, para mí es La Habana. Paso de ir cojo a jugar sin dolor, esta es una realidad desgraciad­amente. Y aunque no se puede alargar en el tiempo, al menos, al final, hay que ser realistas: soy capaz de ganar el torneo porque puedo moverme y puedo correr. Cosa que en Roma y hasta en Madrid voy de una manera más complicada.

—¿En el día a día puede estar sin dolor sin las inyeccione­s?

—No, sin dolor no. Por ejemplo el año pasado terminé Roland Garros, y hay que ser realistas, estuve dos semanas y media cojo. Cuando salí del partido con Novak Djokovic, en el cuarto set ya fue un desastre, después no podía ni bajar escaleras durante dos semanas y media. Pero al final, cuando dejas de jugar en el tiempo, igual que hice después de Toronto que me tuve que retirar después de Washington porque estaba cojo, las primeras semanas son malas. Pero después, cuando dejo de jugar al tenis durante mes y medio, en mi vida diaria no es un problema. Llega un momento dado que me deja de doler. Me molesta, pero no es un dolor como el que siento cuando estoy entrenando.

—¿Cuánto es de doloroso el pinchazo en el nervio? ¿Más que en la rodilla, por ejemplo?

—Duele, no te voy a engañar. El pinchazo duele lo que duele que te pinchen con una aguja. Dependiend­o del sitio duele más o duele menos. Te diría que evidenteme­nte es soportable porque si no no lo hubiéramos hecho, pero hacer esto 20 minutos antes de salir a la pista cada día, pues agradable no es.

—¿Ha tenido miedo de este tratamient­o en algún momento?

—Los pinchazos ya no me dan ningún miedo. Desgraciad­amente he tenido pinchazos para aburrir. Estoy acostumbra­do. Tengo confianza en la gente que tengo al lado. En ese sentido tengo un buen equipo al lado, ya no solo deportivo, sino también médico. Durante mi carrera hemos tomado la mayoría de las veces decisiones adecuadas y algunas veces nos hemos equivocado. Es lo que hay.

—¿Son optimistas con el tratamient­o a partir de ahora?

—Si no fuéramos optimistas no lo haríamos, pero no se sabe. El objetivo es claro: es hacer una radiofrecu­encia pulsátil en el nervio para intentar conseguir la sensación que tengo cuando juego con el pie dormido, y mantenerla de una manera permanente. Con eso, si funciona, se va a quitar un poco la sensibilid­ad de la parte de encima del pie, pero también, si se consigue, hay una cosa buena con los bloqueos

❝ Pasado «Con la anestesia paso de jugar cojo a no tener dolor. Jugué la final con los dedos dormidos»

a distancia: se ha demostrado que puedo jugar. Si se consigue que este tratamient­o funcione y dejarme el nervio tocado y que me quite esa sensación de dolor de manera permanente, no se soluciona el problema, pero sí se soluciona el poder seguir jugando, que es el objetivo ahora mismo. Y vamos a ver qué sucede. Yo me acostumbro a ir paso a paso. Y si haces las cosas, intentar hacerlo pensando que las cosas van a ir bien, después veremos.

—Si mostrara el pie ahora mismo, ¿nos asustaríam­os?

—(Risas) Si no lo grabáis os lo enseño después sin problemas. Os lo enseño encantado. Y puedo decir que no os gustaría, desde luego.

—Con todo este sufrimient­o, ¿le tienta la vida después del tenis? ¿Cómo se la imagina?

—La imagino igual que la he vivido durante bastantes veces en mi carrera cuando he tenido que estar meses fuera de la competició­n por tema de lesiones. Yo siempre he sido feliz fuera del tenis. No es algo que me quite el sueño ni que tenga ningún miedo a mi vida después del tenis. Tengo y siempre he tenido muchas cosas que me hacen feliz más allá del tenis. A nivel físico lo que tengo lo tengo. Creo que a nivel del pie si quiero me voy a poder quitar el dolor de una manera bastante definitiva. Lo que pasa es que para quitarme el dolor me tengo que hacer una operación que es fijarme el pie; con lo cual, fijándome el pie no puedo seguir jugando al tenis.

—Nunca había ganado Australia y París seguidos, ¿es una locura pensar en ganar los cuatro el mismo año?

—Sí, es una locura. Y más así como estamos aún. Y aun estando perfectos me parece una locura porque si es algo que nadie lo ha hecho desde Rod Laver... el que estuvo más cerca fue Novak el año pasado. Pues sí que es una locura pensarlo. Ni me lo planteo. Más que ganar el Grand Slam firmaría poder jugar los cuatro.

—Más allá del pie, ¿qué destacaría de este Roland Garros?

—Sabía que los partidos los iba a poder jugar, porque con el pie dormido se puede jugar, pero tener la capacidad de poner todo esto a un lado y ser capaz de centrarme en el tenis y jugar en el nivel que lo he hecho quiere decir que mentalment­e he estado totalmente preparado para asumir el reto. A nivel tenístico tiene un valor importante porque se ha conseguido ganar a gente muy buena. Mi satisfacci­ón personal, que siempre valoro un poco más, también es importante: después de vivir lo que viví en Indian Wells con una costilla rota; en Roma, después de un set y un poco más me quedé cojo y después de que muchos días no pude entrenar...

—Ha ganado catorce Roland Garros. Eso nadie lo va a superar nunca.

—Parece, pero imposible no es. ¿Es muy difícil? Sí. Aunque no me guste mucho, soy realista de la dificultad que tiene esto y de todas las circunstan­cias que se tienen que dar para que ocurra. Pero, al final, si lo he hecho yo, supongo que se podrá repetir. No voy a ser yo un superelegi­do. Es evidente que se tienen que dar muchas circunstan­cias, que en mi caso, se han dado, pero será difícil. Esto es evidente.

—Ha ganado en París en 2005 y ahora en 2022, ¿qué le dice?

—Lo que te dice es que han pasado muchos años, lo primero. Lo segundo es que he conseguido una carrera larga contra pronóstico. El mío el primero, no es una respuesta para decir ‘decían que esto o lo otro’. No, no. Yo pensaba que no tendría una carrera tan larga como la que estoy teniendo. Dentro de todas las cosas que me han ido sucediendo siempre se ha mantenido la ilusión y la determinac­ión por seguir. He tenido a las personas adecuadas al lado que me han ayudado decisivame­nte a poder seguir.

—¿Cuánto tiene de terapia el parchís durante los torneos?

—Depende del día. Hay días que es una terapia contraria porque tengo que aguantar a Marc [López] que no tiene ni puñetera idea. Nah. Nos reímos. El parchís tiene una cosa: que se te pasa una hora y media, dos horas, sin darte cuenta, y también es una manera de soltar las maquinitas. No estás todo el rato con el móvil. Para mí es algo positivo también en algún momento dado, porque estás con el equipo, jugando, sin estar pendiente del móvil antes de los partidos o cuando estás en un aeropuerto entre horas. Es una mera distracció­n y es una competició­n que tenemos entre nosotros y que nos reímos. Tenemos un ranking anual.

—¿Y quién va líder?

—Antes iba yo de uno, pero ahora no lo sé exactament­e. Ahora no sé si mi padre me ha pasado, ¡sin jugar! Sus últimos días han sido críticos. Nos reímos, nos distraemos y es una manera de pasar horas.

—¿Cuánto valora su grupo de trabajo; son más amigos o entrenador­es?

Futuro «El objetivo es poder seguir jugando. Para quitarme el dolor tengo que operarme para fijar el pie y con el pie fijo no puedes jugar al tenis»

—Tengo el mismo equipo de toda la vida, prácticame­nte. Toni se fue, pero sigo hablando con él a diario. Lo primero en lo personal, más allá de cualquier otra cosa, pero también a la hora de hablar de tenis. Pero mi base es siempre la misma. Es un equipo grande, pero no solo por mis necesidade­s, también por las suyas. No todos pueden viajar todas las semanas, no se pueden hacer todo el circuito, tienen familias, hijos. Como estoy feliz con lo que tengo y no quiero cambiar el equipo, lo que necesito es tener más gente que vaya cubriendo todas las cosas. Y siempre con gente muy cerca de mí. Aunque no fueran de mi equipo al principio, pero eran íntimos amigos míos. De alguna manera Marc no estaba en mi equipo diario, pero estaba muchas veces como si lo fuera porque entrenábam­os mil veces juntos, venía a Mallorca a entrenar muchas veces, en algún torneo convivíamo­s juntos. A estas alturas de mi carrera tener a Marc me ayuda, a nivel de entrenador, pero también a nivel de entrenamie­ntos. Tiene un gran nivel tenístico y para entrenar cosas específica­s que muchas veces es lo que necesito y es lo único que puedo hacer, tener a alguien como él me ayuda.

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// EFE Nadal, posando ayer en París con el trofeo de Roland Garros
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