ABC (Andalucía)

La magdalena de Sánchez

Para desayunar, igual elige fruta o tostadas con tomate antes que bollería

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

MIS padres cumplen de forma rigurosísi­ma esa norma no escrita de que los abuelos están para malcriar a los nietos. ¿Un ejemplo? Mi padre le compra a mi hija auténticos cargamento­s de magdalenas del pueblo. Las congelamos para ir dosificand­o, pero al final, casi siempre se acaban antes de la siguiente visita. Así que, de vez en cuando, pongo algunas en el carro cuando voy al súper. El susto que me llevé al pagarlas la última vez fue peor que el de llenar el depósito en la gasolinera. De hecho, miré y remiré el paquete por si me había confundido de producto. No podían ser las mismas. Imposible. A ver, que con las prisas has cogido ‘cupcakes’ en vez de magdalenas. No. Eran absolutame­nte idénticas. Sólo había cambiado el precio: a día de hoy cuestan más del doble que hace unos meses. Inevitable pensar lo bien que viene la ayuda de los abuelos.

Ha dicho alguna vez Pedro Sánchez que él es muy de dieta mediterrán­ea. De modo que, para desayunar, igual elige fruta o tostadas con tomate antes que bollería. Pero al presidente le bastaría con mirar una sola magdalena para entender algunas de las razones por las que su Gobierno se aleja cada vez más de la calle. Podemos empezar por los ingredient­es. Ha subido el precio del trigo, como el del resto de cereales. Ha subido el precio de los huevos. Y el del aceite. No nos olvidamos de la factura de la luz: hace falta electricid­ad para hornearlas. Ni de la gasolina para distribuir­las. Si, además, la magdalena se pide en un bar, probableme­nte nos toparemos con uno de esos carteles que proliferan en España: ‘Se busca personal’.

A lo mejor, como Zapatero que, cuando era presidente, no estaba muy al tanto del precio del café en los bares, Sánchez tampoco conoce cuánto vale una magdalena. No importa. Eso no quita para que muchos de los problemas económicos de los españoles puedan concentrar­se en este pequeño bollo con forma de concha. Lejos de la poética de Proust, a quien la magdalena le servía para evocar los recuerdos de la infancia, para el presidente este dulce se convierte en una especie de posos del café. Muestran un amargo futuro ante el desbocado IPC. De la comida a la energía. Súmenle la falta de mano de obra en algunos sectores y ahí lo tienen: los problemas de la calle.

En España –como en Francia– las magdalenas siguen siendo un poco el pan de cada día. Frente a la sencillez del producto, lo complicado de resolver todos los problemas que concentra. Este Gobierno, con su tan resiliente presidente a la cabeza, ha logrado –o eso intenta– sobrevivir a grandes crisis: de batallas internas a controvert­idos indultos y espionajes. A pesar de ello, podría terminar atragantad­o con una esponjosa e inocente magdalena. No hablamos de lujos, sino de las cosas del comer. Tostada, fruta o magdalena, todo hay que pagarlo. Es lo que tiene que tus súbditos quieran desayunar cada día, hacerlo empiece a suponer un susto y no termine de verse claro que el Gobierno esté ayudando en algo.

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