Bulos, bolas y periodistas
Cuando le envíen por WhatsApp un escandalazo con la frase «no lo leerá en los medios’» pregúntese si no será porque es mentira
EN el tiempo de la eclosión de programas como ‘Tómbola’, cuando un periodista reconocía ante un desconocido cuál era su profesión, a menudo era emplazado a aclarar a renglón seguido que no, no se dedicaba a los asuntos de corazón. Pasaba en los taxis, en las barras de los bares, al conocer gente nueva en cualquier contexto. Pero eso no es nada comparado con lo que ocurre de unos años a esta parte, cuando el periodista debe defender que siendo un servicio esencial, lo suyo no puede ser gratis –«es que como todo lo publicáis en premium...»–. Pocos oficios hay donde el trabajador deba justificar que su producto tenga un precio. El de la información es uno de ellos.
Y no conformes con ese minidrama cotidiano que convierte cualquier intercambio banal en una cuestión ya de principios, hay también que sortear la trinchera cavada hondo de quienes insisten en que aquí rige una suerte de mafia de imprentas que calla por sistema lo que no conviene.
Que el informador se gana la vida guardando datos en cajones en lugar de publicarlos, básicamente, y toma el primer café del día pensando qué titular esconderá en la larga jornada que tiene por delante. Imagino que esa gente dará por hecho que el título universitario de Ciencias de la Información se consigue dejando los exámenes en blanco.
Pero le voy a decir una cosa, a usted que sí lee la prensa. Cuando le envíen por WhatsApp un escandalazo escoltado con las frase «no lo leerá en los grandes medios», pregúntese por qué y hágalo desde una perspectiva amplia, de manera holística, si me apura. Que la mayoría de las veces es porque la información que le están enviando con tanto punto rojo, tanta foto y tanta negrita, no es cierta, o no es así de cierta, o no está contrastada o directamente, es que ni siquiera es una información. Por lo mismo, cuando sea un tercero quien le exponga que «esto no lo cuentan los periódicos» durante una de esas sobremesas que se alargan, recomiéndele por favor que lea la prensa. Que tal vez sí esté contado –así de larga es la mentira en redes– en titulares grandes y hasta en alguna que otra portada. Y si no encuentra el asunto en un medio de los grandes y sigue pensando que hay tema, que lo envíe por favor a la Redacción, que ahora ya no hace falta comprar sellos.
Que a los periodistas también se nos puede escapar una noticia, ojo, que a veces miramos todos a la vez hacia el mismo dedo o la misma luna –depende del día y de quién sea el dueño del dedo–; y se nos quedan atrás las esquinas oscuras. Sí, que uno o todos pueden meter la pata a veces y nuestra historia, como las de todos los oficios, también recoge ejemplos de negligencia, si bien, por suerte, excepcionales. Que sí. Los periodistas nos equivocamos. Pero eso no lo acaba usted de leer en un periódico de los grandes.