ABC (Andalucía)

VUELVEN LOS ‘SÍ QUIERO’ A LO GRANDE: LAS CELEBRACIO­NES CRECEN UN 20%

- Por HELENA CORTÉS

Tras dos años de crisis, en 2022 se festejarán unos 200.000 matrimonio­s, entre enlaces atrasados y nuevas pedidas de mano. Agendas llenas en la industria nupcial española, que mueve más de 3.500 millones de euros al año y emplea a más de 350.000 profesiona­les

María y Daniel se prometiero­n en 2019 con la idea de pasar por el altar en 2020. La pandemia frustró sus planes y les obligó a posponer su enlace, previsto para el 5 de junio de 2021, un año más. Aunque él era muy optimista, pronto vieron que, si querían celebrar la boda con la que soñaban, junto a más de un centenar de amigos y familiares, tendrían que retrasarla unos meses más. «Lo peor es la incertidum­bre, no saber si se aplazaba y hasta cuándo, porque nosotros teníamos también otros proyectos: ser padres, comprar un piso... Al final todo se ha parado para todos», lamenta María. Finalmente, estos dos treintañer­os se darán el ‘sí quiero’ el próximo 2 de julio. Este es un año muy esperado por el sector, que tras meses de pandemia ha podido por fin llenar las agendas gracias a todas las ceremonias atrasadas más las que ya había previstas para 2022. Si en 2019, según datos del Instituto Nacional de Estadístic­a, hubo más de 165.000 matrimonio­s –frente a los poco más de 90.000 que se firmaron en 2020–, este año las empresas del sector nupcial prevén superar las 200.000 celebracio­nes.

«Una de cada cinco bodas (19%) que se festejarán en los próximos meses se arrastran de registros prepandemi­a. Si tenemos en cuenta este volumen más los nuevos compromiso­s, la demanda se ha recuperado, superando ya las cifras de 2019. Si nos comparamos con 2021, se ha duplicado. Las búsquedas de vestidos de novia entre enero y mayo se han multiplica­do por dos, y las de trajes de invitada y dama de honor se han multiplica­do por tres», cuenta Cristina González, responsabl­e de comunicaci­ón de Bodas.net, punto de encuentro de proveedore­s y parejas. «Es cierto que se nota un crecimient­o brutal, muy por encima del de 2019, pero tampoco tan grande como esperábamo­s, en torno al 60 por ciento. Las fincas donde se celebran matrimonio­s están organizand­o enlaces incluso viernes y domingos. Además, con el atasco que hay en los registros civiles de grandes ciudades, muchos acuden más a los notarios para tramitar los expediente­s matrimonia­les, algo que antes era mucho más inusual», apunta Miguel Ángel Domínguez, gerente en España de Zankyou Weddings.

El negocio del amor

Hoy, el matrimonio civil también está ganando terreno al sacramento: si en 2010 más del 43% de los enlaces (74.289) eran por la Iglesia, en 2020 apenas un 13,98% de las parejas (12.679) decidieron pasar por ella. Atrás quedan ya esas bodas donde los novios se preocupaba­n solo de reservar fecha en la Iglesia, contratar un banquete en un buen restaurant­e y organizar un modesto viaje. En torno al amor hay una industria que mueve en España unos 3.500 millones de euros al año y da trabajo a más de 350.000 profesiona­les.

En las bodas actuales, los contrayent­es, con una edad media de 34 años y un noviazgo de entre cuatro y nueve años, contratan unos diez proveedore­s para agasajar a unos 130 invitados: ‘weeding planner’, oficiantes, catering, fotógrafo, videógrafo, música, flores, invitacion­es, regalos para los invitados, joyería, maquillaje y peluquería, transporte, animación, alquiler de mobiliario y carpas... «Ahora se cuida más el detalle y se personaliz­a al máximo. Hay parejas que quieren brindar con el vino de su primera cita o incluso solo servir platos de lugares donde han ido de viaje», señala González. Así, el coste medio de un banquete está entre los 12.500 o 14.000 euros, mientras que el vestido de la novia se acerca a los 1.750 euros. Ellos suelen invertir unos 880 euros en su traje.

En resumen, el precio medio de pasar por el altar en 2019 rondaba los 20.500 euros, según el ‘Libro Imprescind­ible de las bodas’, realizado por la empresa Bodas.net y el profesor Carles Torrecilla de Esade, en colaboraci­ón con Google. Casi el salario medio anual de un trabajador en España, que en ese mismo año fue de 24.395 euros. Se prevé, además, que en 2023 este gasto medio crezca ligerament­e. «Este año no tenemos constancia de que los precios hayan subido, pero las bodas que se celebran en 2022 se contrataro­n hace más de uno. De cara a 2023 el precio puede subir, como en todos los ámbitos», apunta la portavoz de Bodas.net.

En la práctica, relata María, sí ha notado que las bodas pospandemi­a son más caras que antes de 2020: «La cartelería y todo lo que tiene que ver con adornos y accesorios, que hemos tenido que rehacer al cambiar la fecha, se ha encarecido mucho. Lo sé porque tengo un documento en el que apunto cada gasto de la boda, porque en un principio no sabíamos si íbamos a poder costearla o no. Al final vamos a superar los 25.000 euros y eso que hemos tenido suerte porque no nos han puesto penalizaci­ones por cambios de fecha».

Al menos su comunidad autónoma, Cataluña, no es una de las más caras para dar el ‘sí quiero’. Las diferencia­s entre regiones son notables: mientras una boda media en las Islas Canarias o Andalucía ronda los 110 euros por invitado, en Navarra o País Vasco supera los 220 euros.

Pero lo que para muchas parejas supone un esfuerzo económico im

portante, para otros muchos proveedore­s es una oportunida­d de negocio. «Para el próximo mes aún me siguen llegando encargos nupciales que no puedo asumir», relata Raquel Arlandiz, dueña de Flosh Atelier, un pequeño taller floral que abrió después de la pandemia. «Hace unos tres años decidí reinventar­me. Trabajaba

en el mundo de la oficina, pero echaba de menos explotar mi parte más creativa. Siempre me ha gustado el mundo de las flores y decidí hacer un curso en la Escola de Disseny Floral i Paissatgis­me de Cataluña. Acabé justo con la pandemia, abrí una web y asumí encargos de amigos y conocidos y alguna boda sencilla. Entonces, por una parte descubrí que me gustaba mucho el proceso creativo que implica una boda, y por otra, vi que haciendo ramitos no me podía ganar la vida. Así que decidí volcarme con la industria nupcial. En una boda cobras también la creativida­d y el montaje y hay un poquito más de margen», asume esta emprendedo­ra, que señala que también se ha incrementa­do la demanda para trabajar en ‘baby shower’ (fiestas previas al nacimiento de un niño) y eventos de empresa.

Con preboda y posboda

Aquellos que se lo pueden permitir, señalan desde las páginas especializ­adas en la organizaci­ón de enlaces, tienden a extender la celebració­n todo el fin de semana: además de las tradiciona­les despedidas de soltero y los encuentros asociados a la pedida de mano, cada vez son más frecuentes las fiestas preboda y posboda. Asimismo, se mantiene la tendencia que se acentuó con la pandemia de trasladar todo el evento al exterior. Por otro lado, también han detectado que los novios cada vez prestan más atención a la animación. «Algunas de las parejas que han mantenido el trabajo y han podido ahorrar durante la pandemia han decidido invertir un poco más en este concepto y agasajar a sus invitados en estas primeras fiestas masivas pospandemi­a, el gran reencuentr­o después de la crisis», insiste González. Hay más ganas que nunca de celebrar.

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Arriba, María y Daniel, prometidos desde 2019, que celebrarán su enlace este año. Abajo, Raquel Arlandiz, dueña de Flosh Atelier, un taller que acaba de empezar en el negocio nupcial
// ABC ENLACES POSTERGADO­S, NUEVOS NEGOCIOS Arriba, María y Daniel, prometidos desde 2019, que celebrarán su enlace este año. Abajo, Raquel Arlandiz, dueña de Flosh Atelier, un taller que acaba de empezar en el negocio nupcial
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