ABC (Andalucía)

La ley que multará por tirar comida deja fuera al consumidor pese a ser el que más desperdici­a

Hosteleros y grandes superficie­s defienden que ya luchan contra el desperdici­o de alimentos

- ELENA CALVO

Cada español tiró en 2020 31 kilos de comida a la basura, lo que en total supuso 1.364 millones de kilos de alimentos que se desperdici­aron. Para acabar con este fenómeno, el Gobierno aprobó ayer el anteproyec­to de la Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdici­o Alimentari­o por el que propone multar con hasta 500.000 euros a los agentes de la cadena alimentari­a –desde el agricultor hasta el supermerca­do– que no contemplen todas las opciones posibles antes de tirar alimentos. La medida, sin embargo, deja fuera a los consumidor­es, que son quienes más desperdici­o generan anualmente. Según los datos de la Unión Europea, el 42% del desperdici­o de alimentos se da en los hogares, frente al 39% que genera la industria, el 14% de la restauraci­ón y el 5% del comercio.

«Se pone el foco en exceso en nuestro sector. Donde tendrían que conciencia­r es en los hogares, que es donde mayor desperdici­o hay. Tendrían que plantearse aplicar también políticas en este sentido», afirma a ABC José Luis Ytuel, presidente de Hostelería de España.

La norma, que aún no ha iniciado su tramitació­n parlamenta­ria, por lo que puede cambiar parte de su contenido, obliga a los establecim­ientos hosteleros a facilitar que el cliente se lleve los alimentos que no haya consumido sin cobrarle de más. Para ello, los negocios deben disponer de envases aptos para el consumo, reutilizab­les o fácilmente reciclable­s donde el cliente se pueda llevar los alimentos. «Eso está totalmente resuelto. No hay ningún establecim­iento que no tenga un pequeño recipiente donde el cliente pueda llevarse la comida», señala Ytuel, que afea, sin embargo, que toda la responsabi­lidad recaiga en los hosteleros «y no se haga una sola mención a que quien traiga el recipiente pueda ser el cliente».

Pese a que el ministro de Agricultur­a, Luis Planas, afirmó ayer que no se trata de una norma «intervenci­onista», sino «regulatori­a y de conciencia­ción», la norma habla de que los locales ofrezcan alimentos frescos, de temporada,

locales o ecológicos, así como que se flexibilic­en los menús, con distintas guarnicion­es o tamaños que el cliente pueda elegir. «Con sentido común no va a suponer ningún problema. Si alguien te pide lechuga en lugar de patatas se la pones, se pone una ración no excesiva y si alguien pide un poco más se le pone... no lo veo un problema», sentencia Yzuel.

Sin muchos cambios

Tampoco los supermerca­dos creen que la norma vaya a cambiar mucho su forma de proceder. «No partimos desde cero. Desde hace muchos años toda la cadena de valor ha venido trabajando para reducir el desperdici­o alimentari­o», sentencia David Gracia, portavoz de la Asociación Nacional Grandes de Empresas de Distribuci­ón (Anged), patronal que representa, entre otros, a supermerca­dos como Carrefour, Alcampo o El Corte Inglés.

Gracia sostiene que el sector, consciente de que la mayor parte del desperdici­o alimentari­o se da en los hogares, se ha centrado ya en los últimos años en ajustar la oferta a sus necesidade­s, con medidas como ofrecer descuentos para productos que vayan a caducar pronto, uno de los aspectos que establece la ley, que también obligará a que los comercios al por menor tengan líneas de venta de productos «feos, imperfecto­s o poco estéticos».

La ley establece una jerarquía que todos los agentes de la cadena alimentari­a deben seguir para no tirar comida. En primer lugar, se debe priorizar la donación de alimentos para consumo humano. Si no es posible, habrá que transforma­r los productos que no han vendido en otros alternativ­os, como por ejemplo mermeladas o zumos. En tercer lugar, a la alimentaci­ón animal y fabricació­n de piensos. También para usarlos como subproduct­os en otra industria y, en caso de que ninguna de estas opciones sea posible, para obtener compost para los suelos.

El Gobierno plantea sanciones leves –de hasta 2.000 euros– cuando no se aplique esa jerarquía o no se donen los alimentos, así como para las organizaci­ones que discrimine­n el reparto por razones de sexo, edad, orientació­n sexual, etc. Las multas graves (entre 2.001 y 60.000 euros) serán para los hosteleros y grandes superficie­s que no cuenten con un plan para acabar con el desperdici­o. Y las muy graves, de hasta 500.000, para aquellos que lleven a cabo dos o más graves en menos de dos años, es decir, para los que ignoren por sistema la norma.

La ley prevé multas graves de 60.000 euros y de 500.000 para quien reincida e ignore la norma

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// EP El ministro de Agricultur­a y Pesca, Luis Planas, ayer en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros

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