Con la cabeza lejos de la selección
La incertidumbre de algunos jugadores por conocer su futuro y la cercanía de las vacaciones obligan a un trabajo extra de motivación en esta ventana
Antes de los empates ante Portugal y la República Checa, incluso antes de que se diera la lista de convocados, había una preocupación cierta en Luis Enrique y en el cuerpo técnico de la selección sobre el modo de afrontar esta larga concentración de junio. De cómo el hastío y las ganas de descanso de los internacionales después de una temporada especialmente intensa podrían afectar al rendimiento. «Claro que se piensa en las vacaciones, yo he sido jugador...», admitía justo antes de jugar ante Portugal el asturiano, que lleva como una cruz el difícil calendario asignado a los partidos internacionales de selecciones. «Menos mal que son oficiales, porque jugar cuatro amistosos en junio sería un sopor...», insistía.
Por más que el Mundial asoma ya en el horizonte, a poco más de cinco meses, cuesta encontrar la motivación. «Tiene que ver con lo que llamamos carga psicológica de los jugadores», explica a ABC Rafa Mateos, psicólogo deportivo en el centro especializado Train Your Mind. «Es como una batería que se va cargando y que ha de regularse, porque si no, al final de una temporada de mucha intensidad provoca desajustes en el rendimiento. Puede hacer bajar la atención, que se duerma peor, afectar a la alimentación... Los entrenamientos de la selección deben estar adaptados a eso. Luis Enrique sabe perfectamente que, a nivel mental y físico, no puede meter una exigencia muy alta a estas alturas, porque muchos llegan con una carga excesivamente alta. Hay que evaluar, y según eso demandar más o menos. Es muy negativo poner muchos objetivos a un jugador que está sobrecargado en el aspecto mental».
El nivel de activación de los jugadores, su motivación, depende de muchos factores. Y, como todo en la vida, cada caso es único. Hay quien tiene más facilidad para focalizarse que otros, y también juega un papel importante las expectativas de cada jugador. «El nivel de motivación no puede ser el mismo para un jugador muy acostumbrado a ir con la selección que para otro para el que sea la primera o segunda vez que va convocado. El que mejor puede conocer eso es el seleccionador». Y vaya si lo conoce. «Los jugadores no son tontos y saben que la lista está siempre abierta», achuchaba el otro día Luis Enrique a los comodones.
El nivel de motivación y de carga psicológica no son las únicas variables a analizar en el aspecto mental. A muchos jugadores se le junta también la incertidumbre por saber dónde van a jugar la próxima temporada. Hay varios
casos entre los internacionales de la selección, jugadores que pasan más tiempo del habitual pegados al teléfono por si en algún momento se despeja su futuro profesional. Es el caso, por ejemplo, de César Azpilicueta y Marcos Alonso, ambos pendientes de lo que ocurrirá con ellos después de la venta del Chelsea. Lo mismo le ocurre a Carlos Soler, al que no dejan de salirle novias después del visto bueno del Valencia para afrontar su salida este mismo verano. O a Marco Asensio, que pone en duda su continuidad en el Real Madrid activando el interés de otros clubes. Tampoco le faltan pretendientes a Raúl de Tomás o Pau Torres, a los que se sitúa también en la rampa de salida. Y mucho menos a Gavi, en el punto de mira de medio mundo mientras no se cierre su renovación con el Barça.
Aunque de forma distinta, el futuro también es impreciso para Álvaro Morata
y Pablo Sarabia, dos pilares del equipo nacional que regresarán a sus clubes de origen después de sendas cesiones, pero sin tener nada claro qué va a ser de ellos. «Potencialmente, ese factor de incertidumbre sobre el futuro puede ser muy estresante», cuenta el psicólogo. «Si ese estrés aumenta a niveles por encima de lo que un sujeto es capaz de afrontar, disminuye la concentración, la probabilidad de lesionarse es más alta y el rendimiento se resiente».
El entorno cuenta
«Yo estoy tranquilo sobre mi futuro», relataba la semana pasada Morata, y su gesto parecía confirmarlo. Hay muchas opciones y al final no depende de mí, pero al menos tengo a mi familia cerca. Me gustaría jugar donde más interés tengan. Lo bueno es que hay varios equipos interesados». «Es un aspecto más a entrenar», prosigue Mateos. «No es nada raro que el jugador piense en su futuro. Estamos hablando de contratos de mucho dinero, con muchos condicionantes y hay que preparar al jugador por si está desconcentrado y con un nivel de activación bajo».
En la preocupación de los jugadores no solo prima lo económico. También influye el aspecto personal. El cambio de ciudad, de ambiente, de compañeros... Y todo lo que implica para ellos y la familia: mudanzas, traslados, colegios de los niños en algunos casos... De nuevo, es clave saber trabajar con los jugadores a nivel individual. «Estrés va a haber para todos los jugadores que se encuentren en esa situación. Pero, una vez más, habrá quien lo sepa llevar mejor y a quien le cueste más. Habrá para quien los niveles de incertidumbre sean perfectamente manejables y otros, quizás por ser una situación novedosa o que no tienen tan trabajada, a quienes sí que les lleve a jugar peor».
Los casos más extremos pueden provocar situaciones comprometidas en los partidos, por lo que Mateos insiste en la importancia de trabajar de forma individualizada: «Puede haber situaciones de bloqueo y jugadores a los que ese estrés les va a superar. Futbolistas que en los partidos estén pensando en otras cosas y que tengan una activación por debajo de lo que necesitan». La situación puede ser tan crítica como para que la mente del futbolista decida no arriesgar más de la cuenta, no meter la pierna y evitar una lesión que comprometa su futuro.