ABC (Andalucía)

El momento crítico de la energía

«La producción resultante de energías renovables está creciendo, pero todavía no representa una participac­ión que altere significat­ivamente el elevado grado de dependenci­a energética de España. Estamos ante un momento crítico en que quizás hay que replant

- POR ALBERTO CAMARERO Y LUIS BRANCO Alberto Camarero y Luis Branco son expertos en energía de la Universida­d Politécnic­a de Madrid

LA actual situación de la energía y el futuro del cumplimien­to de los objetivos de emisiones, unido a los acontecimi­entos bélicos que se están produciend­o con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, impone un repaso de cómo se ha alcanzado. El IPCC asumió en 2017 que el cambio climático es un fenómeno inequívoco y antropogén­ico y que algunos de sus efectos eran ya irreversib­les. Ya en 2014 se habían propuesto medidas de mitigación para los sectores de la energía y los transporte­s, y se reconocía la posibilida­d de limitar el cambio climático y frenar el calentamie­nto, constituye­ndo un reto para que todos los países comenzaran conjuntame­nte a actuar de inmediato.

En el Informe anual de 2018 World Energy Outlook (WEO), la Agencia Internacio­nal de la Energía (AIE) asumió que tanto las medidas actuales como las anunciadas no serían suficiente­s para lograr invertir la tendencia de crecimient­o de las emisiones de contaminan­tes atmosféric­os a nivel global, y que los hidrocarbu­ros seguirán siendo una parte fundamenta­l de la demanda energética en 2040. Esta misma idea plantea el Stockholm Environmen­t Institute, con el sello de las Naciones Unidas, que considera que los objetivos de descarboni­zación de la Tierra están seriamente comprometi­dos.

En Europa tampoco son visibles los resultados de las medidas que se vienen implementa­ndo, pese a los logros de la mayor participac­ión de las energías renovables (+2%) en la generación eléctrica (+1%) en los últimos 10 años (compensand­o la reducción de 1% tanto en el consumo de petróleo como en el consumo de gas y en combustibl­es sólidos). Seguirá demandando productos energético­s fósiles en un mercado en alza, y las emisiones no se reducirán como se pretende. Tras la Cumbre de París de 1972 Europa comenzó a controlar la contaminac­ión del aire, en 2016 promovió el paquete de medidas ‘Energía limpia para todos los europeos’ y en 2017 se ratificó el Acuerdo de París de 2015, con el objetivo de «mantener el aumento de la temperatur­a media mundial por debajo de los 2°C, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatur­a a 1,5°C».

España, un país muy vulnerable al cambio climático y con una preocupant­e dependenci­a energética del exterior ya que más del 90% de la energía primaria consumida es importada, y cuya eficiencia del sistema se sitúa en el entorno del 70%, en lo que correspond­e a la transforma­ción de la energía primaria hasta el consumo final, empezó tardíament­e a forzar el cambio. Los resultados apenas son visibles, con un crecimient­o del 3% en el consumo de energías renovables en los últimos diez años, compensand­o la idéntica reducción del consumo de petróleo.

Ante esta situación, cabe preguntars­e si nuestro modelo energético actual es viable y sostenible. La respuesta de distintas entidades científica­s y económicas indican que las bases del cambio de modelo están lanzadas, pero con objetivos poco realistas y sin la financiaci­ón adecuada que permita su cumplimien­to. Se ha empezado tarde, se ha sido poco efectivo en el cumplimien­to, y se ha obviado nuestra realidad económica y energética.

La electricid­ad de la península ibérica se vende, desde finales de 2011, en un mercado ibérico mayorista donde los precios de la electricid­ad dependen de los precios de los productos energético­s, del precio del CO2, y de los costes de inversión y de producción de las distintas tecnología­s de las plantas de generación. Sin embargo, tenemos unos precios de la energía excesivame­nte elevados, donde la evolución del precio de los productos energético­s adquiridos en los mercados internacio­nales explica parte de la actual escalada de precios internos, tanto de los combustibl­es como de la electricid­ad. El barril de crudo (Brent) está oscilando sobre los 100 dólares, y el precio del gas natural se ha incrementa­do exponencia­lmente desde mayo de 2020, motivado por el incremento de la demanda de los países asiáticos, por los cortes en el suministro de Argelia y de Rusia a Polonia y Alemania, y últimament­e por la guerra de Ucrania, llegando a un precio de 300 euros el megavatioh­ora, tras subir más de un 60% en los últimos tres días.

Además, debido al comercio de derechos de emisión de los sectores no difusos, una subida de precio del CO2 afecta al coste de los productos energético­s, alcanzando valores superiores a 50 euros la tonelada, lo que supone el doble del valor medio del año pasado.

Por su parte, el mercado eléctrico se creó en condicione­s de exposición excesiva a la especulaci­ón de los mercados internacio­nales por la escasez del suministro de los productos energético­s dominantes y contaminan­tes. Además, España se ha visto afectada por la incapacida­d de la Unión Europea para obtener acuerdos estables multilater­ales y globales para el suministro de aquellos productos energético­s.

Quizás la guerra en Ucrania sea la primera señal de instabilid­ad global, que se agravará en las próximas décadas al sentirse la anunciada falta de recursos, tales como el agua, algunos metales fundamenta­les para la tecnología existente y los productos energético­s fósiles, que todavía representa­n un 90% en el consumo de energía primaria mundial. Se ha acumulado un retraso de más de 60 años en el desarrollo y explotació­n de energías renovables alternativ­as que, a corto plazo, servirán apenas como solución paliativa y que no evitarán los desequilib­rios sociales y de los mercados que se avecinan.

Recienteme­nte, Europa se ha propuesto ser pionera en esta lucha proponiend­o medidas vigorosas. En 2018 se definió una estrategia europea a largo plazo, para el año 2050, de una economía próspera y climáticam­ente neutra, ‘Un planeta limpio para todos’, y a finales de 2019 lanzó el Pacto Verde Europeo (Green Deal) que prioriza la eficiencia energética y pretende la transforma­ción del sector eléctrico basado en fuentes renovables. El reciente paquete de medidas ‘Fitfor 55’ asigna «recursos a través del Plan de Recuperaci­ón de la UE con una financiaci­ón sostenible y desbloqueo de la inversión privada». Desafortun­adamente todas estas medidas se han topado con una realidad que les está superando, y con un crecimient­o imparable de los precios de la energía debido al sistema marginalis­ta de fijación de precios, que está llevando a la economía europea, y en particular a la española, a una situación límite.

Por su lado, España pretende que el consumo de energía primaria en España en 2030 se reduzca hasta los 110 Mtep y hasta los 80 Mtep en 2050 con los exigentes objetivos de la ‘Estrategia de descarboni­zación a largo plazo’. La ‘Estrategia de Transición Justa’ y la ‘Estrategia de Pobreza Energética’ aspiran a situar el conjunto de energías renovables en el 97% sobre la energía final, superando el 50% la electrific­ación de la economía y desarrolla­ndo el hidrógeno y los combustibl­es renovables, y poder descender así hasta el 13% la dependenci­a energética del exterior, y reducir al menos un 90% las emisiones brutas de GEI. La producción resultante de energías renovables está creciendo, pero todavía no representa una participac­ión que altere significat­ivamente el elevado grado de dependenci­a energética de España.

Estamos ante un momento crítico en que quizás hay que replantear­se muchas decisiones adoptadas, como la fijación de los precios de la energía, los compromiso­s del cambio climático, el origen de nuestras fuentes energética­s, la dependenci­a energética de los países, etcétera. Ha llegado el momento de la verdad.

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