ARGELIA Y EL CAOS DIPLOMÁTICO
Esta crisis sin precedentes pone en jaque el suministro de gas a España, digan lo que digan los ministros de Sánchez. Y por supuesto, habrá un incremento del precio que pagará el usuario
N Ohay precedente en la historia de nuestra democracia de un episodio diplomático tan perjudicial para España como el protagonizado personalmente por Pedro Sánchez con Marruecos y Argelia. Se trata de un caso imputable al presidente del Gobierno, autor de una iniciativa unilateral, individual y envuelta en secretismo –la de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental– que ha desarbolado la política exterior de España en el Magreb. Fue unilateral porque Sánchez no informó previamente al PP ni contó con su conformidad para un giro radical sobre una cuestión en la que tanto izquierda como derecha estaban históricamente de acuerdo. Y fue individual y secreta porque Sánchez esquivó no solo al Parlamento, sino también a su propio Gobierno, hurtando así a su decisión de una mínima colegiación.
La famosa carta de Sánchez al Rey de Marruecos, tan mal escrita como lesiva para España, no ha dejado de provocar problemas en cadena. El primero y más evidente es que Marruecos gana todo lo que España pierde. Sin la baza del Sahara, España se ha desapoderado de un argumento de peso para reequilibrar unas relaciones bilaterales siempre tensas, pero necesarias para ambas partes. Aguas jurisdiccionales, pesca, Ceuta y Melilla, inversiones, emigración y antiterrorismo son capítulos de una agenda común secular con Marruecos, en la que la posición de España sobre el Sahara era un factor corrector del expansionismo nacionalista del reino marroquí. Ahora, con el Sahara entregado a Marruecos, el Gobierno de Rabat juega con las fronteras, explota aguas jurisdiccionales y asienta su posición sin tener que decir media palabra sobre emigración y amenaza yihadista, porque no le hace falta. Se le entiende todo.
Cuando se rompe un equilibrio, los efectos se manifiestan con el tiempo. El socio fiable que era Argelia dejó de serlo a las pocas horas de que Sánchez declarara anteayer en el Congreso que «no hay problemas en relación con Argelia y el suministro de gas». El Gobierno argelino suspendió de forma fulminante la vigencia del Tratado de Amistad entre ambos países y, por si fuera poco, la banca argelina recibió la orden de prohibir operaciones comerciales con España. Lo que está en juego, como primera providencia, es una cantidad de 2.000 millones de euros que van a causar un serio perjuicio a centenares de pequeñas y medianas empresas. Lo mismo ocurrirá con multinacionales de la industria energética o de la construcción.
Esta crisis sin precedentes pone en jaque el suministro de gas a nuestro país, digan lo que digan los ministros de Sánchez, cada día más irrelavantes. Por supuesto, supondrá un incremento del coste del gas que necesariamente será cargado en última instancia al usuario. En ese aspecto nadie debe engañarse. Pero es que además acrecienta el temor a una apertura desde las costas argelinas de nuevas vías de inmigración ilegal. De hecho, el mismo día en que Argelia rompía el Tratado de Amistad con España llegaron seis pateras desde sus costas a las Islas Baleares. Como Marruecos cada vez que le convenía. Sánchez ha jugado con los intereses de España y aún no ha dado una explicación siquiera verosímil. Todo lo contrario. Y esta opacidad solo alienta especulaciones sobre la relación que ha podido haber entre la carta claudicante al rey de Marruecos y la información extraída del teléfono móvil del presidente del Gobierno.
Aparte queda una trascendental cuestión geoestratégica. No son pocos los expertos que vinculan el giro drástico de Sánchez hacia Marruecos con una exigencia de Estados Unidos para que España no sea socio de ninguna clase con Argelia, una ‘república popular y democrática’ –conviene no olvidarlo– que es un socio estratégico de Rusia. Y en la medida en que Moscú planifica desde hace tiempo instaurar una gran base militar en Argelia para presionar en el Mediterráneo, España debía virar y ceder en todo lo necesario a Marruecos. La crisis por tanto es extremadamente grave y afecta de modo serio a la UE, donde se han encendido todas las alarmas, y donde se ha emplazado a España a disuadir a Argelia de romper todo tipo de lazos económicos. En una fase de alta inflación a largo plazo, la amenaza sobre el suministro de gas argelino es muy preocupante, porque la economía española está sostenida con políticas muy frágiles de deuda y déficit públicos. La famosa «excepción ibérica» aprobada por Bruselas para abaratar la energía mediante el control de precios puede verse mermada por el uso que haga Argelia de la exportación de gas. En definitiva, Sánchez es responsable de una crisis que no ha hecho más que empezar.
La crisis es extremadamente grave y afecta de modo serio a la UE, donde se han encendido todas las alarmas, y donde se ha emplazado a España a disuadir a Argelia de romper todo tipo de lazos económicos