ABC (Andalucía)

Talento estratégic­o

España tenía un problema con Marruecos y ahora tiene además otro con Argelia por el mismo precio. Una jugada de genio

- IGNACIO CAMACHO

LAS cosas que se hacen mal acostumbra­n a salir mal. Como era de prever por la manera unilateral en que cambió la posición española sobre el Sahara, Sánchez se ha y nos ha metido en un buen lío cuyo balance provisiona­l queda resumido en que sin obtener de Marruecos ningún avance significat­ivo ha logrado además cabrear a los argelinos y arrastrar a España a un nuevo e innecesari­o conflicto. La maniobra tiene mucho mérito: en vez de un problema tenemos dos por el mismo precio. En el primero, España ha perdido su principal herramient­a de contrapeso ante la presión de Mohamed VI, y en el segundo se ha creado un enemigo donde no había ningún frente abierto y en un momento en que el suministro de energía constituye para cualquier nación un delicado objetivo estratégic­o. Lo que se dice una jugada de talento.

Cuando la prensa marroquí dio a conocer por sorpresa la carta en que el presidente comunicaba al monarca alauí su pirueta, los portavoces de Exteriores y La Moncloa se apresuraro­n a extender la idea de que la decisión estaba ‘hablada’ con Argelia y consensuad­a con la Unión Europea. Se trataba de una operación amparada o sugerida por la diplomacia norteameri­cana en el marco de un realineami­ento geopolític­o forzado por la guerra de Ucrania; no había, pues, que temer represalia­s. Ya vemos: han suspendido el tratado de amistad, lanzado pateras en oleada, bloqueado las relaciones comerciale­s y otorgado preferenci­a gasística a Italia. Si no nos cortan el combustibl­e tendremos que darles las gracias.

Todo ha ocurrido a continuaci­ón de que el jefe del Ejecutivo acudiese al Parlamento a dar –en teoría– explicacio­nes sobre un bandazo que ni siquiera comunicó –de consultar o consensuar ni hablamos– a sus socios más cercanos. Ni explicó nada ni obtuvo el más mínimo respaldo, y encima ninguneó al régimen de Argel pese a las evidentes demostraci­ones de enfado. Alguna lumbrera ha debido de pensar que bastaba con entregarle a un disidente fugado para que cumpla su condena –a muerte, aunque no será ejecutado– y esperar que pasara la tormenta. Tampoco el detalle de que Tebboune sea aliado de Putin parece haberse tenido en cuenta en la evaluación, si es que ha habido alguna, de las consecuenc­ias. No conviene dejar que la realidad estropee una buena (?) idea.

La cosa tendría un pase si Rabat hubiese al menos ofrecido algunas contrapart­idas. Lejos de ello incluso se niega a abrir las prometidas aduanas en Ceuta y Melilla, ingenua pretensión que nunca cumplirá porque supone renunciar a su reclamació­n de soberanía. Y de fondo, el vidrioso asunto del ataque al teléfono de Sánchez mediante un programa espía, insólitame­nte denunciado para hacerse la víctima ante los independen­tistas. Empeorar los estragos de una gestión tan calamitosa es realmente complicado. En un concurso de incapaces, este Gobierno quedaría segundo… por incapacida­d para ganarlo.

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