ABC (Andalucía)

El último asalto de un optimista

Marín se retira en 2026 si antes no le apea de la política el 19-J. Afable, hablador y un supervivie­nte, dice no creer en las encuestas

- M. MOGUER

Modesto González

Andaluces Levantaos «Sólo el 9% de la producción de aceite que genera Jaén se transforma aquí»

Ana Mestre

Candidata del PP por Cádiz «El Campo de Gibraltar necesita que se sigan aplicando las políticas económicas del PP»

Javier Cortés

Candidato de Vox por Sevilla «Hay que revisar las cuotas de productos agrarios extranjero­s en los mercados»

Llegó a la política serio, con gafas y traje gris. Ahora las gafas son historia, el traje va más entallado y se permite ir sin corbara

JUAN MARÍN (Sanlúcar de Barrameda, 31 de diciembre de 1962) es un hombre optimista. Tanto que, ajeno a las encuestas que le dan menos de cinco escaños desde los 21 que tiene ahora, insiste en que él quiere repetir el gobierno con el PP. «¿Quién te va a querer así como yo?, ¿quién te va a querer, cuando todo acabe?», que cantaba el Mani, es lo que parece susurrar el líder de Ciudadanos a su, por ahora, socio en San Telmo, Juanma Moreno.

El sanluqueño tiene razones para creer en sí mismo. De hecho, ganó el primer debate televisado. Es un supervivie­nte. En 2015 surfeó con éxito la ola ontra el bipartidis­mo y consiguió que Ciudadanos se hiciese con nueve escaños. Con esa fuerza mantuvo a Susana Díaz en el poder, impidiendo que Podemos tocara poder, y fue clave en esa legislatur­a. En 2018 picó aún más alto: 21 asientos en el Parlamento y vicepresid­ente de la Junta.

Sin mucha transición, Marín pasó de votar a favor del último gobierno del PSOE en la Junta a llamar a esa época «régimen socialista». Quienes le tratan habitualme­nte señalan que Marín engaña: no es solo el hombre afable que parece, que lo es, y mucho, capaz incluso de arrancarse por sevillanas rocieras antes de empezar el primer mitin de campaña. Pero también tiene un notable don de gentes que le dan una cintura meritoria con la que hacer esas piruetas políticas... y que le salgan bien.

Sobre Marín circula por Internet un meme en el que se le ve cuadruplic­ado y con un color en cada foto: rojo PSOE; naranja Ciudadanos; azul PP; verde PA. Se supone que es por todos los partidos que ha pasado sin despeinars­e, le critican. Él lo explica sin problemas. No es cierto... del todo.

Sí, ha estado en Cs, eso es más que obvio. Sí, estuvo en el PP, pero asegura que de refilón. Señala que su padre, que sí era de Alianza Popular —germen del PP—, le pidió que se presentara por él a última hora en una campaña local. ¿Y el PA? Reconoce que fue técnico de comunicaci­ón del partido en el Ayuntamien­to de Sanlúcar pero no militante. Lo del PSOE se explica más rápido. Teniendo él un partido independie­nte facilitó el mandato de la socialista Irene García en su localidad. Resultado: ha estado bajo las siglas del PP —a las que le ofreció volver Juanma Moreno para estas elecciones, según él mismo cuenta— y las de Cs. Lo demás, proximidad pero no militancia.

Años en política

Marín, desde luego, no es nuevo en política. Empezó de relojero en el negocio familiar que tenía en su Sanlúcar natal y pronto se dedicó a lo público. También fue entrenador de voleivol o líder empresaria­l en Cádiz. El salto fuera de lo local lo dio de la mano de Albert Rivera, al que guarda cariño público.

Como entrenador de voleivol, cuentan personas cercanas, se desempeña desde primeros de año llevando a un equipo de chicas. Tal es su afición que tienen que despejar su agenda las horas de entrenamie­nto «como si fuera un Consejo de Gobierno». «Si a la misma hora tiene una reunión con Putin, prefiere ir a entrenar a las chicas», bromea una persona de su entorno. Quienes le conocen saben que es un hombre hablador y que tiende a la broma. Soltero —se está divorciand­o— y con dos hijos, asegura que si de la corrida del 19 de junio sale corneado, se marcha «a poner copas o lo que haga falta». Presume de haber vuelto a trabajar justo tras los dos infartos que ha sufrido. Se tiene por un hombre sencillo que busca la moderación.

Fan acérrimo de Fito y Fitipaldis, se le ha visto recienteme­nte en un concierto de la banda. También le gustan Dire Straits y los Carnavales de Cádiz. Muy sociable, se ha ido quitando años según los cumplía. Llegó a la política andaluza serio, con gafas y traje gris. Ahora las gafas son historia, el traje va más entallado y se permite ir sin corbata. Un nuevo Juan. Eso sí, con dos sustos en la coronaria y un divorcio como desgaste personal de esta última fase de su aventura política. Lo que no ha cambiado en estos años es el pelazo que gasta —y que las malas lenguas insinuaron que era peluca, algo falso de toda falsedad— ni su naturalida­d. Señala que en 2026 estará fuera de la política... si puede él decidir la fecha, claro. Eso se verá el 19-J. Desde 2015 le ha dado tiempo a sufrir problemas en su partido, foco constante de quebradero­s de cabeza. Rocío Ruiz es el rival interno que le queda en pie. «Cualquiera me puede suceder, yo en 2026 me voy». Su estilo de gestión en el partido le ha pasado factura. Como no tiene un número dos que le haga de pararrayos, se ha llevado los calambrazo­s de cada polémica. Y no ha habido pocas porque Marín siempre responde. Esto, que puede ser una virtud, en algún caso le metió en un jardín. El candidato de Cs, que sabe lo que es mutar para sobrevivir, tiene en estas elecciones otro último asalto. Si sobrevive, para las próximas se jubila. «Dejadme descansar», ha llegado a decir. Si saca pocos escaños, ha dicho que se va ya. La política andaluza perdería con él un estilo personal y afable. Y una personal leal, como bien sabe Juanma Moreno, con quien ha goberando estos años sin problemas mientras caían las demás coalicione­s PP-Cs en España.

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