El hombre más feliz del mundo
El budismo aniquila lo bueno y lo malo. Y por eso prefiero dejarme llevar por mis impulsos, aunque sean irracionales
de dos visiones opuestas: la de un budista que cree en la reencarnación y que aspira al nirvana y la de Revel, un intelectual francés que analiza la realidad con las herramientas del pensamiento clásico.
No voy a glosar el contenido del libro, que es apasionante, pero sí me detendré en la idea que reitera Ricard sobre la aspiración a elevarse por encima del dolor y del placer para llegar a un estado en el que el cuerpo logra a través de la meditación liberarse de toda perturbación humana. Algo que guarda relación con los estoicos, que aspiraban a controlar sus pasiones. Todos los argumentos de Ricard están sólidamente argumentados con referencias a la filosofía occidental. Frente a él, su padre sostiene que el intelectual debe implicarse en la transformación de la sociedad y ser coherente con sus principios, aun a riesgo de equivocarse.
Cuando leí el libro, reflexioné sobre las palabras de Ricard e intenté meterme en su lógica. Y ahora he procedido con el mismo ánimo, pero he vuelto a fracasar en el intento. Sencillamente no entiendo como se puede llegar al bienestar o la felicidad mediante la aniquilación de todo sentimiento. Si matas los deseos que existen en tu corazón, puedes conseguir evitar el sufrimiento, pero jamás podrás gozar de la plenitud de la existencia, que está siempre asociada a las apuestas personales y a los riesgos. Las pasiones provocan angustia y frustración, pero también son el impulso que te lleva a experimentar el éxtasis de vivir. Es imposible enamorarse si antes no se desea intensamente al objeto del amor.
A mi modo de ver, el budismo aniquila lo bueno y lo malo. Y por eso prefiero dejarme llevar por mis impulsos, aunque sean irracionales. Como sostenía Spinoza, el hombre quiere perseverar en su propio ser y eso implica que la vida es algo incierto e imprevisible.