«NO SOY UN ÁNGEL NI PRETENDO SERL0, PERO TAMPOCO SOY UN DEMONIO»
El libro ‘Maria Callas. cartas y memorias’, editado por Tom Volf, autor de un documental sobre la soprano griega, revela aspectos poco conocidos de uno de los grandes mitos de la ópera del siglo XX, tan exitosa sobre los escenarios como desgraciada fuera de ellos
Todo empezó, cuenta Tom Volf, en enero de 2013. Ese día, después de descubrir la ópera, el escritor encontró en internet a Maria Callas. Primero ‘Lucia di Lamermoor’, después ‘I puritani’. «La emoción me invadía. Una especie de emoción que yo nunca había sentido con ninguna música, algo celestial, que hacía vibrar mi alma». Son palabras que Tom Volf escribe en el prólogo de ‘Maria Callas. Cartas y memorias’ (Akal), del que él ha estado al cuidado, y cuya edición española acaba de publicarse. En el libro se recogen los fragmentos de memorias que Maria Callas dictó a la periodista Anita Pensotti entre 1956 y 1957 y las que posteriormente, en 1977 (murió el 16 de septiembre de ese año), dictó a su amigo Stelios Galatopoulos, así como numerosa correspondencia de la soprano; el libro incluye más de 350 cartas, muchas de ellas inéditas, escritas a lo largo de treinta años –entre 1946 y 1977–, y que Volf recopiló durante cinco años.
Fotógrafo y cineasta, Tom Volf lleva desde aquel enero de 2013 dedicado a la figura de Maria Callas. Rodó en 2017 un documental titulado ‘Maria by Callas’; ha montado una exposición sobre la soprano griega con el mismo título que la película; ha escrito y dirigido una obra de teatro, ‘Maria Callas, cartas y memorias’, que protagoniza Monica Bellucci; ha editado dos libros más, ‘Maria by Callas’ y ‘Callas confidential’, y ha creado la Fundación Maria Callas, cuya primera misión es «promover de manera auténtica el legado artístico de Maria Callas para asegurar la protección de su memoria y su archivo personal».
La obsesión de Tom Volf por Maria Callas no resulta extraña; la soprano griega fue la gran estrella internacional de la ópera de la segunda mitad del siglo XX –a pesar de morir con apenas 53 años de edad–, pero fue además una figura que trascendió el mundo de la música y una mujer con una historia tan fascinante como desgraciada (en contraste con su esplendor artístico), que se ha conocido mejor tras su muerte.
En sus propias palabras
‘Maria Callas. Cartas y memorias’ presenta aspectos desconocidos de la cantante y permite entrar a través de sus propias palabras en otros, como su tormentosa relación con Aristóteles Onassis, que tan determinante fue en su vida y en su carrera artística (y no precisamente para bien): «Me hizo sentir una mujer liberada, una mujer muy femenina, y yo llegué a amarlo mucho, pero mi intuición, o lo que sea, me dijo que lo habría perdido en el momento en que me casara con él». La columna vertebral del libro son, sin embargo, las cartas, escritas por la soprano –en inglés, italiano, griego o francés– o dirigidas a ella. Entre sus corresponsales figuran personalidades como Maurice Béjart, Leonard Bernstein, Joan Crawford, Walter Cummings (abogado estadounidense y amigo con el que mantuvo una larga correspondencia durante años), Giuseppe di Stefano (el tenor italiano que acompañó a Maria Callas en su gira de despedida), Elvira de Hidalgo (su maestra, con la que mantuvo una afectuosa relación durante toda su vida), Rock Hudson (en ella le pide que participe en la gala de la L’Unión des Artistes de París de 1971), Grace Kelly, Jackie Kennedy (las misivas, protocolarias y profesionales, son de 1963, unos meses antes del asesinato del entonces presidente de EE.UU. y anteriores a que la viuda de Kennedy se casara con Onassis), Bruna Lupoli (asistenta de la soprano desde 1955 hasta 1977, y la mujer que le acompañó hasta su muerte), Elsa Maxwell (una influyente periodista de sociedad de la época, que estaba profundamente enamorada de la soprano), Terrence McNally (un dramaturgo estadounidense que asistió a las clases magis
trales que Maria Callas impartió en Nueva York en 1971, y que él transformó en una célebre obra de teatro, ‘Master Class’, en 1995), Giovanni Battista Meneghini (su primer marido, del que se recoge una suplicante carta dirigida a Bruna Lupoli para que intercediera por él después de que Maria Callas se enamorara de Onassis) y el propio armador griego.
Para él hay una sola carta, fechada en París el 30 de enero de 1968: «Aristo, mi amor, sé que este es un pequeño regalo de cumpleaños, pero debo decirte que después de ocho años y medio, con todo lo que hemos pasado, estoy feliz de decirte, desde lo más profundo de mi corazón, que estoy orgullosa de ti. Te amo en cuerpo y alma. Y solo deseo que tú sientas lo mismo», comienza la misiva. También se dirige a Tullio Serafin, Giulietta Simionato, Luchino Visconti, Herbert Weinstock (crítico musical y amigo de la cantante), Franco Zeffirelli y Pier Paolo Pasolini, uno de sus grandes amigos y confidente, con el que rodó la película ‘Medea’: «No espero nada de nadie más que un poco de amistad –le escribió el 5 de septiembre de 1971–, si pueden, y es mucho, pero también sé que estoy sola. Estoy bien conmigo. Rara vez me traiciono a mí misma».
El libro incluye una carta fechada en Nueva York el 20 de septiembre de 1968 y remitida por Renata Tebaldi: «Estimada Maria: Gracias por tu telegrama que, por alguna razón, me fue entregado al día siguiente de mi actuación, pero, en cualquier caso, bien recibido. Me alegré de verte de nuevo después de tantos años y gracias por venir a saludarme. Mis mejores deseos para todo lo que desees y saludos cordiales. Renata».
La Tebaldi y el MET
Renata Tebaldi, soprano italiana, fue la gran rival de Maria Callas en los años sesenta, especialmente en la Scala de Milán, donde los aficionados se dividían en ‘tebaldistas’ y ‘callistas’. La frialdad de la carta revela que entre ellas no había una buena relación. De hecho, esta rivalidad –o enemistad– fue el germen de los problemas que Maria Callas tuvo con el Metropolitan de Nueva York, uno de los más grandes teatros de ópera del mundo, y más concretamente con su máximo responsable, Rudolf Bing. Estos problemas derivarían en una escandalosa cancelación pública del contrato que unía a la soprano griega con el teatro neoyorquino. El libro incluye los dos reveladores telegramas que ambos se dirigieron respectivamente (los dos se cruzaron) el 6 de noviembre de 1958. El de Maria Callas (en italiano) decía así: «Maravilladísima de su manera siempre irritante e inaceptable repito que es absolutamente imposible alternar ‘Macbeth’ ópera pesada con cualquier ópera ligera. Pensaba facilitar su trabajo eliminando óperas evidentemente incompatibles y en contraste entre ellas pero en vista de su incomprensible insistencia entonces propongo una sustitución razonable con una ópera del repertorio adecuado. Maria Meneghini Callas».
El telegrama de Rudolf Bing (en inglés) decía así: «Ya que usted no ha considerado oportuno contestar a mis telegramas del 3 y el 5 de noviembre o dar confirmación como se ha solicitado le ruego que considere el contrato para la temporada 58-59 en el Metropolitan como cancelado. Rudolf Bing, Metropolitan Opera». Años después llegaría la reconciliación: Maria Callas cantó ‘Tosca’ en el MET en marzo de 1965, pero aumentó su fama como un ser colérico e indomable –no era el primer teatro con el que tenía problemas–.
«Cuando realmente he dicho o hecho algo –escribió en marzo de 1959 Maria Callas–, asumo toda la responsabilidad. Asumo la responsabilidad de la verdad que he escrito aquí, aunque la verdad siempre hiere el orgullo de algunas personas y endurece a otras. No soy un ángel y no pretendo serlo. Ese no es uno de mis personajes. Pero tampoco soy un demonio. Soy una mujer y una artista seria, y en calidad de tal me gustaría ser juzgada».